Third Generation Hogwarts
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Days are forgotten [Privado]

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Mensaje por Caelum S. Morrow Miér Ago 10, 2011 4:33 pm

Los rumores sobre los cambios y numerosas amenazas contra el mundo mágico tal y como lo conocían corrían como pólvora. Ahora no se trataba de un simple chisme que había inventado alguien en un bar de mala muerte y lo había contado a sus amigos. Caelum estaba conciente de que el miedo era el arma más poderosa, se propagaba con rapidez y las víctimas de éste eran capaces de cualquier cosa. Él no se preocupaba. Era sangre pura, odiaba a los muggles y deseaba ver el mundo limpio de ésas escorias. ¿Qué más necesitaba? Por supuesto, estaba su posición en el Ministerio de Magia. El ser jefe precisamente de ése departamento era una total puesta en escena. El pretender que le importaba lo que le pasara a los hijos de muggles era agotador, pero no tenía de otra. ¿Quién imaginaría que, precisamente él, estaría en las filas a favor de la pureza de sangre? Eso era a lo que él llamaba ser adecuado.

Con todos lo que decían, llegaban cartas a diario, en las que muchos se preocupaban por la seguridad de sus hijos en Hogwarts… El mago exhaló profundamente al pensar en el Colegio. Era uno de los lugares más protegidos de todo Inglaterra, donde se juntaban tanto jóvenes sangre pura como asquerosos traidores a la sangre. Sin duda, en algún momento, podría ser un punto de lo más interesante. Había dicho a los medios que se encargaría personalmente de la seguridad de Hogwarts. Tenía una sorprendente habilidad para hacer creer a las personas lo que él quisiera. En ése caso, el hacerles creer que en verdad le importaba.

Era un día de verano, un apenas perceptible aire soplaba en su dirección, refrescante, mientras caminaba tranquilamente por las calles de Hogsmade. Algún que otro adulto le reconocía, posiblemente por haber leído el Profeta. Era obvio que no era tan conocido como el Ministro, pero sí contaba con cierta fama. Respondía con un muy ligero gesto de su cabeza a los saludos de algunos magos, sin prestarles demasiada atención en tanto continuaba con su caminata. Mantuvo las manos juntas a su espalda, en ésa postura despreocupadamente arrogante que poseía, deteniéndose un par de segundos a ver los estantes de las tiendas.

Sus pasos lo llevaron hasta una taberna. Una de ésas típicas lluvias de verano acechaba a la ciudad, a juzgar por los nubarrones grises que comenzaban a ganar una batalla contra los rayos del sol. Además, le apetecía un poco de whisky. Entró en el lugar, pasando la Oficina de Correos. Era fin de semana y, por lo que había visto, los alumnos de Hogwarts tenían su excursión al pueblo. Seguramente Las Tres Escobas estaría abarrotado, prefería algo más privado. La taberna a la que pocos asistían parecía una buena opción. Como si hubiese olvidado su presencia allí, el ver a un par de chicos que eran claramente de Durmstrang atrajo hacia él pensamientos que creía bien enterrados.

Recordaba perfectamente cómo había sido el día que habían atacado Durmstrang y Beauxbatons, pues había sido un enorme golpe moral para la comunidad mágica internacional. Caelum seguía sin entender muy bien el por qué habían atacado su honorable Instituto. Si hubiese sido sencillamente Beauxbatons o, incluso, Hogwarts, no le hubiera sorprendido. En ésos lugares había una enorme cantidad de hijos de muggles, como cucarachas viviendo bajo una enorme piedra, ¿por qué no empezar en ése lugar? Era algo que él seguía sin comprender y, a pesar de las investigaciones por parte del departamento y propias no había llegado a una respuesta satisfactoria. Sentía cierta añoranza por Durmstrang porque, a final de cuentas, era allí donde su personalidad se había forjado, era el lugar en el que habían estudiado los Morrow desde tiempos inmemoriales y ahora… Ya no estaba.

Entró en el lúgubre lugar, dirigiéndose enseguida al tabernero. –Whisky.- No necesitó más que una de sus frías miradas y ésa sencilla palabra para tener su bebida en un par de segundos. Paseó su escrutadora mirada por el local, hasta que se topó con alguien que le resultaba conocido. –Que sean dos…- dijo al tabernero en cuanto hubo puesto la bebida que había ordenado frente a él. Esperó el otro vaso con el licor y caminó sin premura hacia el hombre rubio que se encontraba un par de asientos a su izquierda. No tenía ninguna bebida frente a él, pero un buen whisky era imposible de rechazar. Colocó ambos vasos en la barra y empujó suavemente uno de éstos hacia él. –Va por mi cuenta, Director,- dijo con un tono ligero, no de ésos fríos a los que estaba acostumbrado porque, a pesar de todo, ése hombre que contaba con la edad suficiente como para ser su padre contaba con su respeto y eso era algo muy difícil de lograr. Patrick Knnox había sido su profesor durante 6 años, para pasar a ser director de Durmstrang durante el último año que Morrow estuvo en el Instituto. –¿Qué tal te trata Hogwarts, Knnox?- preguntó enarcando una ceja con cierta ironía con su propia pregunta, con un poco más de familiaridad. Hogwarts… El rencor hacia ése colegio seguía allí, las preguntas obligadas. ¿Por qué no Hogwarts en lugar de Durmstrang? Suponía que lo averiguaría en algún momento. Esperaba hacerlo.
Caelum S. Morrow
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Mensaje por Patrick L. Knnox Jue Ago 11, 2011 10:09 am

El tiempo en Hogwarts pasaba estrepitosamente lento. Era casi escandaloso quedarse encerrado en el barco con tantos lugares para husmear.
Husmear... buena palabra para describir la acción de reconocimiento de espacios sin provocar estragos en ellos... por el momento.

Así que decidí salir a dar una vuelta, el día estaba luminoso y en Noruega pocas veces el cielo estaba tan despejado. Caminé tranquila y lentamente por las calles de Hogsmeade sin la más mínima preocupación. Parecía tan antaño lo de Durmstrang y trataba de mantenerlo alejado de mi cabeza, de lo contrario, de haber cedido ante mi ira, mi hermano ya no hubiera estado en el mundo mortal... mucho tiempo antes de ese día.

Mis alumnos estaban adaptándose al colegio y eso me complacía, eran talentosos -con sus excepciones- y sabían demostrar quiénes eran.
Cada que miraba a mis escasos sobrevivientes me preguntaba por qué esos tres chiquillos se habían mantenido en éste plano, cómo es que habían hecho para sobrevivir a lo que tantos herederos de auténtica sangre mágica no habían podido enfrentar.
Sí, había dos mestizos y un hijo de muggles entre mis estudiantes y eso no me gustaba.
No me habría martirizado tanto si sólo hubieran desaparecido a los alumnos impuros y el castillo y el resto de los jóvenes se hubiesen quedado intactos.
Suspiré, realmente estaba cansado de darle vueltas al asunto. Ya estaba harto de hacerme la víctima.
¿Qué podía yo hacer?
"Lo hecho hecho está"

Definitivamente si a mi me hubieran dado la orden hubiera tenido que obedecerla ¿Cuál era el problema? ¿Que esos niños vivieran? ¿Eso me hacía sentir tan miserable?
Después de pensarlo mucho me di cuenta de que lo que realmente me había herido era que los neo-mortífagos no me tomaran en cuenta en sus planes.

Cuando regresé al tiempo y espacio propios de ese momento, me dí cuenta de que estaba dentro de una taberna y sentado a la mesa, lo cual me sorprendió, sin embargo me quedé ahí, en silencio, pensando y determinando dejar atrás el papel de viuda desprotegida.

Sin importar cuánto me lamentara, las cosas no iban a cambiar, así que...
Una voz me llegó hasta los pensamientos, una voz familiar.
Levanté la mirada como si acabara de despertar y ví a un viejo alumno: Caelum Morrow
Con la mano izquierda tomé la bebida y la giré tres veces hacia la derecha mientras que con la otra mano lo invitaba a sentarse.
Soltó una risilla metálica -como un cascabel- al escuchar la pregunta.
-Qué tal, Caelum! La pregunta correcta sería ¿Cómo trato yo a Hogwarts?
Sonreí.
-Confieso que si no estuviera inundado de mocosos impuros yo sería feliz y los trataría a todos como si fueran reyes...
Golpeé la superficie de la mesa con las yemas de los dedos de la mano derecha
-Pero no... aunque ellos si me han dado la gran vida, debo reconocerlo!
Torcí la sonrisa, pero sin desaparecerla y dí un breve sorbo a la bebida.
-Y a tí cómo te trata el ministerio? Interesante?
Me enorgullecía que un hijo de Durmstrang se integrara al Ministerio... y sabía que no se quedaría en puesto poco reconocido, que buscaría escalar hasta donde ya no quedara más cima por delante...
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