Accidentes... cosas que suceden { Libre }

Viernes, por fin es viernes. Pensaba Loreley cuando despertó en la mañana antes de ir a clase. En definitiva era su día favorito de toda la semana, especialmente porque significaba que al finalizar su ultima clase iba a poder irse de Hogward. El fin de semana anterior no había dejado la academia porque tenía que ponerse al día con las materias, pero para este nuevo no había excusas.

Cuando su última clase acabó salió disparada hacia su habitación. Ni siquiera se detuvo a saludar a los que le llamaban o le decían “Hola, Lory”. Sus amigas no se molestaban en detenerle, ya estaban acostumbradas a sus impulsos.
Por fin en su cuarto, se quitó el uniforme y se tiró de cabeza dentro de su ropero con la intención de buscar alguna bonita prenda. Usaba sus ropas no más de dos o tres veces, le parecía decadente que la vieran siempre con lo mismo. Una vez al mes se tomaba todo un día para ir de compras y así renovar su armario.

Finalmente se decidió por un bellísimo corto vestido gris plata que comenzaba entallado y se soltaba cuando llegaba a sus caderas. Las tardes otoñales le resultaban demasiado frias así que acompañó su vestido con unas bucaneras negras con líneas grises y sus amados borcegos. Se estaba maquillando cuando sus compañeras de cuarto entraron hablando de los chismes del día. Loreley siempre fue muy discreta y poco amante del cotilleo. Rodeo sus ojos – Y luego me preguntan por qué no les cuento todo.. – murmuró. – Dijiste algo Lory? – Preguntó una de ellas. Ambas muchachas eran poseedoras de una intimidante belleza, muy típica de una chica de Beauxbatons. – Ah? –giró para verlas. – Nada.. Que no encontraba mi delineador. – Se hizo la tonta y les mintió. – Y bien… Díganme! Qué harán el fin de semana?. – Preguntó con un falso interés. – Iré a Francia con mis padres. – dijo una de ellas. – Pasaré el finde con mi novio y su familia. Y tu?. – Dijo la otra. Loreley se puso de pie. – Bulgaria. Visitaré a mis abuelos. – Respondió viéndose al espejo y amando todo lo que se reflejaba en él. Tomó su cartera y se colocó un saquito. – Lista! – Sonrió girando en su lugar. – Bien pequeñas.. Mejor me retiro y les dejo el cuarto para que sigan… - Las miró pensativa. – en lo que estaban. Do skoro, chao - Abandonó la habitación antes de que una pregunta fuera de lugar cayera sobre ella. No se llevaba mal con sus compañeras, les tenía mucho aprecio, pero había algunas cosas… pequeñas cosas que no compartía.

Había unos cuantos alumnos en los pasillos. Con la mirada buscó a Cassandra pero no tuvo suerte, la rubia no se encontraba allí. Elevó sus hombros sin darle mucha importancia, no tenía ganas de buscarla. Su caminar era seguro y firme como si la idea fuera imponer respeto. Pero no importaba cuan seria intentara lucir, cada centímetro de su cuerpo reflejaba la delicadeza y fragilidad propia de una muñeca. Sus ojos que en ocasiones parecían un oscuro océano capaces de devorarte, estaban llenos de vida e inocencia.

Se detuvo en las escaleras que daban al patio para sacar un pequeño espejo que llevaba con ella. Un torpe y atropellado niño empujó a Loreley provocando que esta soltara su espejo. Había sido tan rápido e impredecible que no le dio tiempo para apartarse. – Por qué no te fijas por donde vas!! – Le gritó furiosa conteniendo las ganas que tenía de tirarse encima de él para arrancarle su cabellera color caoba. Ladeo su cabeza. –Idiota. – murmuró bajando la mirada. Su espejo estaba esparcido en el primer escalón. Suspiró y se sentó en el segundo escalón para recoger los trozos de vidrio desparramados. No podía dejar eso allí porque era un peligro para cualquiera. La voz de un niño gritando cuidado hizo que volviera a elevar la vista. Este había lanzado un balón que golpeo a otro que al parecer no había oído la advertencia. Loreley comenzó a sentir una punzada en su mano y cuando bajo la mirada se quedó pasmada mirando como ésta sangraba. No se movió, no chilló, simplemente la miró en silencio.

Y allí estaba, nuevamente como una muñeca sin vida. Nada a su alrededor parecía existir. Era ella, solo ella y su mano teñida de un vivaz rojo furioso. No podía dejar de mirar el espeso líquido saliendo de la palma, pero había algo más, algo que nadie notaba. Había perdido el control de si misma una vez más, y por más que intentaba alejarse de las oscuras paredes de su mente, era inútil, ya no tenía escapatoria. Se sintió cansada, sola y necesitaba consuelo desesperadamente. Y la cruda realidad es que no existía consuelo posible, no en el lugar en el que estaba.

Todo a su alrededor no era más que oscuridad y por un momento pensó que se encontraba en el abismo mismo pero la firmeza, la solides de sus pies al pisar confirmaban su errónea idea. No era como uno de esos extraños sueños que había tenido, esto era diferente y por primera vez lo diferente se sentía horrible. Una pequeña luz se hizo presente, era débil pero gracias a ella pudo darse cuenta que había una puerta a unos pocos pasos. Caminó con sigilo, pisando muy cuidadosamente por el temor de pisar en falso y caer en donde no se atrevía a pensar.

Se sintió un tanto aliviada cuando su mano se deslizó por el picaporte, el cual estaba tan frio como todo el ambiente. Tenía la esperanza de que la salida estuviera al otro lado. <<La escapatoria.>> Pensó. Pero la decepción se apoderó de ella cuando vio que era otro cuarto oscuro, aunque con una diferencia, no estaba vacío. Un espejo que posiblemente tenía la misma altura que ella se encontraba iluminado por otra débil luz. Se acercó curiosa pero dubitativa. Tenía sus manos frías y húmedas, era la misma sensación que uno siente cuando hunde las manos en la helada nieve. Una vez frente al espejo se vio a si misma, pero no le gustó lo que vio. Su aturdida mirada calló sobre sus manos que estaban palmas arriba. – Ohh mi Dios. – Dijo casi gritando. Por fin había comprendido el porqué de esa sensación. <<Sangre>> dijo para sus adentros. Era sangre, pegajosa y oscura sangre por toda su ropa y manos. Se tocó buscando la herida, pero no tuvo éxito, ella no estaba herida. Y entonces más aturdida se sintió. – De quien..? – No pudo finalizar la pregunta porque temía encontrar la respuesta. Piensa en algo más, cualquier cosa, se dijo a sí misma, pero era demasiado tarde. Una vez desencadenados los pensamientos, el rostro de Amanda le azotó como una cachetada, era demasiado doloroso para soportarlo y demasiado tarde para salir huyendo.

- No, no no. – Intentó convelerse a si misma. Ese reflejo, ese reflejo no podía ser de ella. Amanda era rubia, murió con el cabello dorado que Loreley había hecho desaparecer con los tintes oscuros que se hizo poner hacía dos años. Pero la bella mujer del espejo tomó vida como si le hubieran dado cuerda. Una maliciosa y burlona sonrisa se había dibujado en su rostro. Asustada, Loreley sentía como una fuerza oscura intentaba colapsarla. Esos ojos azules que la miraban no desprendían el mínimo de dulzura, eran oscuros, traviesos y llenos de deseos de comer todo lo que estuviese a su paso. <<Corre! >> se dijo a si misma pero no lo hizo, estaba clavada al suelo. – No puede ser, tu estas… - Se vio interrumpida. – muerta…? Y sabemos gracias a quien. – dijo con malicia. Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Loreley. Estaba viviendo una pesadilla, una que había mantenido bajo llave por mucho tiempo. – Lo siento. – la angustia era cada vez más abrasadora. – Pero yo no. – dijo con frialdad la voz del espejo, que comenzó a reír sin detenerse..

<<Cierra los ojos, visualiza la salida.>> No era tan difícil, ya lo había hecho con su psicólogo las varias veces que este la hipnotizó. <<Concéntrate! Ella no puede dañarte, no puede.>> No dejaba de alentarse a si misma. Acumuló todo su anhelo, todo su dolor y lo dejó salir como quién reza. No sintió nada. Solo vacío y su propia soledad, solo silencio y entonces…. “- ¿Estas bien?-” – Escuchó una voz, pero no era la de su hermana, esta era la de alguien preocupado. Pestañeó como saliendo de un trance y elevó la vista. Una jovencita de cabellos castaños estaba junto a ella; su mirada era la de alguien preocupado así como había sonado su voz. No comprendía la reacción de aquella desconocida pero un dolor punzante le hizo entender con mucha rapidez. – Ayyyy! – chilló a la vez que miraba su mano. Realmente estaba sangrando, igual que en su mente había sangre allí. – Ayy por Dios..Co… - Iba a preguntarse como había sucedido pero al ver los vidrios esparcidos y un trozo clavado en su palma lo entendió. – Que torpeza… ayyyy..! – volvió a chillar.