We're not lonely souls -

Ese viernes había sido agotador, no solamente por las clases que le habían correspondido a la joven francesa, si no porque había tenido que usar su poder como prefecta sobre un par de estudiantes de quinto curso de Beauxbatons. Por simple moral, les tuvo que restar diez puntos porque estaban usando hechizos peligrosos contra unos alumnos de Hogwarts, más concretamente, mestizos de Hufflepuff. Personalmente, la rubia no les hubiera rebajado puntos pues su ética era la misma, pero esa máscara de niña buena tenía que seguir ahí, por lo menos, hasta que se produjera el tercer incidente y si el Tenebroso lo quería, la caída definitiva de Hogwarts. Obviamente eso formaba parte de un plan aún mayor, pero por ahora era la prioridad de todo.

Ya había caído el sol cuando salió de la cena en el gran comedor, y una enorme y bonita luna llena yacía en el cielo. Lysbeth no pudo evitar salir fuera para dar un paseo. Sabía que, como prefecta, era de su responsabilidad ir hacia la común y dar buen ejemplo, pero a esas horas ese tipo de normas no figuraban en sus prioridades.
Con el uniforme celeste y la melena ondeando a sus espaldas, se encaminó hacia el bosque prohibido del castillo, que se extendía a hectáreas en los terrenos de este. Le habían contado que allí habitaban todo tipo de criaturas Oscuras y terriblemente peligrosas, pero a ella esas cosas no le asustaban. Au contraire. Mientras paseaba por los espesos árboles y la densa nieblina del lugar, levantó la cabeza un par de veces hacia el cielo, observando los rayos plateados que se filtraban entre las hojas y se preguntaba cuantos estarían ahora aullando como peludos a cuatro patas.

Finalmente llegó a un pequeño claro situado a quince minutos desde el castillo y ahí observó ese nocturno astro con todo su esplendor. La luz de la luna que se reflejaba en su cabello le creaba unos reflejos blancos muy peculiares y le resaltaba más aún la belleza que desprendía por ser medio veela.

La francesa oyó unas pasas no muy lejanas que parecían seguirla sin parar a preocuparse de que se diera cuenta. Así pues, cuando llegó en el centro del claro de ese bosque prohibido, giró sobre si misma para encarar esa figura que la sequía. Y se perfiló un hombre que salió entre las sombras que creaban esos densos arboles a causa de la luz de la luna llena. Cuando se dejó ver totalmente, la rubia sonrió al ver de quien se trataba. Su cabello rubio también hacía ese peculiar juego de luces en su cabello, y sus ojos también brillaban bajo esa luz. Obviamente y al ser hermanos, alguna cosa habría de haber cogido él de su madre también.

Mientras ella le escuchaba esa pregunta levemente molesta, se acarició el cabello y la echó a un lado.

- No creo que lo que haya aquí pueda llegar a ser más peligroso que nosotros - dijo entre dientes mientras sonreía y se acercaba a su hermano mayor, Dimitri.

Le rodeó la cintura con los brazos y le abrazo fuerte, pero con cuidado a la vez. Aún no había tenido ninguna conversación con él desde que ambos llegaron ese putrefacto castillo británico mestizo. Puede que las únicas palabras o comentarios que hubieran intercambiado fuera mera información formal sobre el colegio.
Miró los ojos cristalinos de su hermano mientras le soltaba e hizo una mueca de desaprobación.

- ¿Crees que estaremos mucho tiempo aquí? Papá no dijo nada al respecto de cuando pensaban atacar... -