Third Generation Hogwarts
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Raindrops are sweet

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Mensaje por Invitado Mar Abr 05, 2011 6:17 pm

Sábado || Lluvioso || 07 de septiembre|| 45º|| Media Tarde



Llueve a mares y no hay una sola parte de su cuerpo que se encuentre seca. Las personas lo llaman incauto, porque mientras las gotas frías se deslizan en caída libre desde las nubes negras hacia su cuerpo, él las recibe con una sonrisa y la cabeza en alto, sin una sombrilla que lo proteja. Frank es un chico despreocupado y aunque el hecho de que su traje ropa no parezca realmente hecha de piel, si no un material sintético y barato; le molesta realmente, no lo aparenta. Su frente no se arruga con desagrado ni sus labios se transforman en una mueca.

Él tiene una idea de la vida diferente a los demás, más despreocupada, más alegre. Así que no le importa si su se arruina un poco la tela, sabe que al final del día solo es agua corriente y puede enviarla a una tintorería muggle para que se hagan cargo de tratar con la delicadeza del material. El hecho de que use prendas hechas por los muggles, parece molestar a los transeúntes que entrecruzan su camino con él, los entiende, se supone que por el hecho de ser un mago, debería usar túnicas que le cubran hasta los tobillos, aunque, ese en definitiva no es el estilo de Frank. Y las miradas encantadas de las jóvenes –y no tan jóvenes –brujas le dedican, valen la pena para que no le incomode en absoluto las murmuraciones. Solo le resta importancia. Después de todo, tiene una popularidad decente en Hogwarts y cree que eso le da suficiente crédito como para salir desnudo si la idea le parece agradable.

Se abre paso entre las personas que hacen lo posible seguir secas, sonriendo a cualquiera que cruce en su rango de visión. Cuando llega a su destino, empuja la puerta con deliberada suavidad y entra con pasos estudiadamente lentos. Observa a su alrededor, por costumbre –los viejos hábitos no son fáciles de abandonar –y porque se siente más cómodo sabiendo quien se encuentra a su alrededor. Así que contabiliza. En las mesas del fondo hay una pareja hablando acaloradamente, supone que discuten por algo de índole privada. Mira esta vez a la izquierda, encontrándose con un hombre de cabello canoso bebiendo algo en un tarro oscuro, por último mira al frente; dándose cuenta de que solo está la sonrisa afable y contagiosa de su madre saludándolo desde su posición.

-Hidromiel –anuncia con voz cordial, porque aunque tiene permitido tomar un poco dado que es bastante responsable con el alcohol, prefiere no hacerlo frente a su madre. Tras un instante, el vaso es dejado frente a él con un “hola cariño” murmurado entre dientes, adora que su madre respete su espacio; y sus dedos se cierran alrededor del contenedor de cristal, acariciando la superficie ligeramente contrastante con su temperatura corporal. Su mente se transporta por un segundo y está de nuevo ahí.

Las llamas rojas crepitan con fuerza en la chimenea mientras la leña arde lentamente, liberando un olor a acre en la habitación. Una mano suave y delgada golpea con insistencia la alfombra persa pidiendo en silencio que tome asiento a su lado. Él le sonríe de manera espectacular con destellos brillantes idénticos también en sus pupilas. Esta feliz de verla, de percibir el enervante perfume a chocolate menta que emana de su piel y se profundiza con el de la madera. Pero no toma asiento, va a la mesita más cercana donde descansa una botella de Chardonnay para rellenar dos copas. Deposita la primera con delicadeza entre las manos de la chica y la segunda hace contacto rápidamente con sus labios. El sabor es ligeramente dulce, como la vainilla, y la inconfundible fragancia a frutas tropicales del vino le dice que es de cosecha reciente sin necesidad de cotejar su suposición con la botella. Ríen por tonterías mientras sus dedos se enredan en los cabellos castaños de la chica.

Y entonces, un sonido a sus espaldas lo hacen regresar a la realidad a la velocidad de la luz. No hay chimenea crepitante, ni Chardonnay en sus manos. Solo esta él, en el Caldero Chorreante, con un montón de brujas y magos; lo que hay entre sus dedos es solo hidromiel. Retiene un suspiro de frustración y se gira con lentitud para ver que o quien lo atrajo de vuelta a la patética y surrealista versión de su vida.
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Mensaje por Melanie A. McKing Vie Abr 08, 2011 1:37 pm

El Caldero Chorreante, aún no me acostumbraba del todo a ese lugar, pues aún había cosas que me agarraban desprevenida. Llegué a ese lugar esperando encontrar a alguna de mis hermanas, pero ninguna estaba ahí. Solo me senté a esperar en una mesa, no pedí nada pues no tenía apetito, hace poco había desayunado ya.

Mecía la silla, un poco impaciente ya, mientras que me mordía el labio. No estaba así por que ellas no llegaban, no. Era por el simple motivo de que no había nada más interesante que hacer que ver lo que las demás personas decían, lo cuál era bastante incómodo de por sí. Sin dejar de mover la silla, me puse a juguetear con mis dedos sobre la mesa. Pensé que si seguía meciéndome me hecharían o me iría hacia atrás, así que me detuve por un momento mientras mis dedos viajaban hacia las puntas de mi cabello, de las cuales algunas estaban abiertas. 'Debo cortarlas ya, esto solo lo dañará' pensé, pues amaba el largo de mi cabello y odiaría cortarlo solo por daños.

La puerta se abrió, y volteé a ver quién entraba. Solo un chico alto, castaño y chorreando las gotas de lluvia entró. No le presté más atención, así que volví a seguir observando las puntas de mi cabello... ¿Habría otra cosa más interesante que hacer? ...No se me ocurría nada.

Seguí así un rato, hasta que me dió sed y me molesté en pedir un poco de cerveza de mantequilla, mi favorita. Cuando la señora que atendía me la llevó, agradecí con una sonrisa y le dí un rápido sorbo a la bebida. Recordé que en mi bolsita llevaba un libro delgado, pero no lo saqué hasta llegar a la mitad de la bebida. El libro lo había leído ya varias veces antes, pero era lo que hacía cuando ya no había más remedio para el aburrimiento.

Lo leí, y daba pequeños sorbos. Cuando terminé la cerveza, me levanté para ir a caminar un poco por el callejón, mientras abría mi pequeña bolsa, que estaba cruzada, para guardar mi libro pero choqué con la tabernera, haciendo que la charola se cayeran y ambas quedaramos un poco salpicadas de las bebidas que habían pedido los clientes. Para mí, todo sucedió lento: La charola cayó, asotándose contra el suelo y rompiendo los tres vasos que había encima de ella, las pocas gotas que nos habían salpicado en la cara cuando el choque se habían incrementado cuando el líquido de las botellas manchó todo a su paso, incluyendo los pies de la tabernera y los míos, y unos que otros pies de clientes y de la mesa más cercana, donde yo antes estaba sentada y, por supuesto, mi grito cuando el choque que se vió amortiguado por el sonido de las botellas al caer.
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Mensaje por Invitado Lun Abr 11, 2011 5:25 pm

La palabra “estrepito” se adecua mejor, al sonido que provoca que Frank regrese de la tierra de las fantasías más rápido que en vuelo sobre una Nimbus. Sacude la cabeza para despejarse por completo, porque no está seguro si tiene alucinaciones o frente a él, -más bien, a sus pies –hay un caos de tarros rotos y liquido que se cuela entre las rendijas separadas de la madera que cubre el piso. Su madre está ahí, pero no parece molesta, aunque tampoco luce como si ella lo hubiese causado, sino más bien la jovencita que se encuentra a pocos metros de él, con ligeras manchas de humedad en la cara. Los clientes murmuran algo, pero Frank esta tan acostumbrado a que la gente murmure, que ya ni siquiera presta atención.

Se pone de pie y camina en la dirección de las dos; le dedica una sonrisa compasiva a su madre y una mirada divertida a la chica, mientras se inclina a levantar los trozos de vidrio más grandes evitando que ellas los toquen, no quiere a nadie herido, puesto que eso se ve peligroso, además es un caballero y las damas no deben mover un dedo en su presencia, no al menos para hacer cosas que puedan lastimarlas; ubica los restos sobre la bandeja para luego levantarla y colocarla sobre las manos de ella.

-Yo me encargo del resto –susurra, mientras sus labios se extienden, indicándole de esta manera a la mujer que, puede irse porque, resolverá el problema. En cuanto la cabellera rubia se pierde detrás de la barra, habla de nuevo. –Bonito desastre hiciste –mira a la castaña con algo parecido a la desaprobación, pero sin reproches. Desenfunda su varita, que hasta el momento descansaba entre la chaqueta y su brazo derecho, para apuntar al líquido y decir un “fregoteo” en voz alta. Automáticamente, las bebidas son limpiadas del piso por lo cual, sonríe complacido.

-Así, que... ¿puedo saber el nombre de la infractora? –pregunta, porque siente que al menos tiene derecho de saber, después de todo, él se encargo de solucionar lo que ella había causado. Su rostro le parece familiar, facciones agradables, pero demasiado joven para quedar registrada en su radar. Quizá, si fuese un par de años mayor, la recordaría e incluso podría decir su nombre sin equivocarse. Por un segundo, la idea de bajar los estándares de conquista a chicas menores, cruza por su cabeza, pero desvanece el pensamiento casi de inmediato, porque; Frank tiene dos hermanas menores y en definitiva odiaría ver a los buitres rondándolas como si fuesen pedazos de carne.

Si, Frank Longbottom tiene un punto débil, para ser exactos dos. Sus hermanas.
Suspira. Una vista rápida a su madre, le indicó que estaba completamente bien, pero se da cuenta de que no revisó a la chica. Se acerca a ella y le pasa la mano por la mejilla, sin pedirle permiso, para retirar el exceso de humedad que no debería estar ahí.

-¿Estás bien? –sabe que no es el orden correcto para hacer la pregunta, que fue lo primero que debió cuestionar, pero, se encoge de hombros mentalmente restándole importancia, lo que cuenta, es que ella esté bien ¿cierto?




Fregoteo: Limpia objetos como si fuese una esponja o una bayeta muggle.



OFF: Siento la tardanza, tuve una semana ajetreada. -.-
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