Let me go!

El otoño caía, la llegada de Halloween se podía prever en el ambiente. Las hojas se arremolinaban a lo largo de los caminos arbolados de Hogwarts pero existía un lugar en el que todo siempre permanecía etereo y hermoso. Aquel lugar era el invernadero, un lugar que al pequeño Farrell le encantaba. Mientras todo en el exterior cambiaba aquello permanecía eterno, lleno de vitalidad, era su santuario zen, el lugar al que acudía con sus dudas, sus cavilaciones, a donde iba en busca de relax y tranquilidad apacible.

Se quitó la pesada túnica tras entrar en el acalorado lugar a primera hora de la tarde. Un lugar no del todo ordenado, destrozado por el paso de alumnos en prácticas durante herbología. Pero en aquellos momentos el aire estaba cargado y aquello de alguna manera lo ayudaba a calmarse. Seguía un tanto incómodo por lo sucedido en su fiesta, se sentía un completo imbécil, un terrible error entre las personas. Había muerto gente por su culpa, por haberse confiado en un mero hechizo que un joven como él, de escasos dieciséis años, había podido conjurar sin mucho esfuerzo. Era un imbécil.

Caminó hasta un pequeño banco que se situaba detrás de toda la maleza, con vistas hacia la puerta. Y quedó allí, golpeando con su pelotita de goma sin mucho más que hacer, inspirando y suspirando con fuerza mientras se dejaba llevar por los sonidos del lugar.

Ese maldito profesor Longbottom, como lo decía su apellido además de tener grande el... tenía grandes las ganas de joderme cada vez que tenía la oportunidad!!! El muy maldito, hijo de la real pU***a me había dejado SOLO a mí un centenar de investigaciones de herbología porque ÉL decía que yo, que YO! La princesa Arkwright era adepta a las malditas plantas, en serio debía de estar de coña el infeliz. Pero como todo lo que se refería a mí tenía que ser perfecto sonreí amablemente como si me hiciera ilusión pasarme todo el fin de semana metida en ese horno que teníamos por invernadero.

Me había levantado temprano con la ilusión de que a una hora decente terminara esa maldita investigación sobre la pasiflora pero vaya sorpresa me llevé al darme cuenta de que la maldita florecilla esa era un tanto venenosa y ahora todo mi rostro estaba lleno de urticaria, las manos no se quedaban atrás y las acompañaban manchas de tierra húmeda, mi cabello era un completo desastre por no decir más, estaba lleno de ramitas que se habían entrelazado en él y ahora parecía una vagabunda, quien me viera en semejante estado seguro se reiría de mí.

Dí unos cuantos pasos hacia atrás saliendo de entre las raíces de la paciflora y caí de espalda sobre un chico de ravenclaw, lo conocía por supuesto, Benjamin, un compañero del mismo curso que era un tanto retraído, aún no entendía como la naturaleza dejaba que las cosas se opacaran pero antes de seguir cavilando sobre ese chico me cubrí el rostro con una mano y me sonrojé por el desastre que tenía, era seguro que mi blusa también se hubiera desfajado a esas alturas. Que bochorno. - Oh lo siento Farrell .- giré a un costado y me quedé de rodillas tratando de limpiarme algo el uniforme, con la cabeza mirando el suelo y agitando la melena buscando que las ramitas que pendían de ella se calleran al suelo, todo en vano.

El chico seguía cavilando, centrado en los miles de desastres que rodeaban su propia existencia. Ya se lo decían sus padres, era un completo desastre, seguía siendo un maldito niño que no había crecido, que no había aprendido la lección. Y entonces, mientras el chico clavaba su mirada en una extraña planta de tonos rosados y prominente tallo fue cuando algo hizo semejante ruido para hacer que este se girara en busca del estruendo. Allí, a su lado, yacía una joven de oscura cabellera que no supo muy bien reconocer pues su rostro se vio rápidamente oculto tras una mano. Parecía ser que alguien no quería mostrarse ante él, quizás no le hacía mucha gracia su compañía, o quizas se había avergonzado de estar espiando a alguien como Benjamin. Nada, la segunda opción no podía ser factible.

La voz de ella la delató y el chico que observó sus manos llenas de urticaria entendió que aquello era un problema estético que le había sucedido a nada más y nada menos que la slytherin Arkwright. Una chica con la que no había podido entablar gran conversación pero sobre la cual sabía muchos ojos estaban fijados. Era de aquellas que podían denominarse de la areté, personas de gran influencia en el colegio, tanto por actos como por la familia a la que pertenecían. Aquella urticaria estaba acompañada de una imagen un tanto bochornosa con un millón de pequeñas ramitas enganchadas en el oscuro pelo de la chica. Él se arrodilló junto a ella con una sonrisa un tanto ausente.

-No hace falta que te disculpes.- se encogió de hombros e intentó llegar a vislumbrar su aspecto, reconociendo otros leves rastros de cambio facial en el rostro de la joven slytherin. El joven Farrell destacaba mucho en clase de Herbología, en su casa muggle contaba con grandes arbustos, flores, plantas, especímenes de cognomen latino, de las que podía extraer grandes propiedades. Sabía que una persona del calibre de Arkwright seguramente no habría sopesado todavía el buscar remedio a aquel mal estando exactamente delante de alguien como él. El chico se levantó de nuevo y rodeó las encimeras que contenían diferentes plantas. Sacó un pequeño cuchillo que llevaba consigo, inofensivo, pero que podía resultar efectivo a la hora de segar una hoja de cualquier planta y se acercó a una cuyo color era de un azul pálido, casi cenizo. El chico tomó una de las amplias hojas y se acercó a Aleera de nuevo arrodillándose enfrente de ella, extendiendo su pequeño remedio.

-Toma, la urticaria es algo demasiado frecuente en mí para no saber cómo resolverlo de forma eficaz. Si vas a la enfermería seguramente te harán ingerir algún mal unguento, pero restregándote esto por la cara y manos desaparecerá pronto.

Mis manos estaban tapando el sonrojo de mi piel y el joven Farrel habló comentando que no pidiera disculpas, era raro en mi hacerlo y ahora me preguntaba porque lo había hecho, esa pregunta se formuló en mi mente, en verdad me consterné al darme cuenta de aquellas palabras que habían salido de mi boca para con ese joven Ravenclaw.

Una de mis manos se paseó por mi cabello quitándome algunas ramitas mientras él se alejaba unos pocos pasos y me sacudí el uniforme poniéndome de pie y alzando la cabeza erguida y orgullosa como si estuviera perfectamente colocada, nada podría hacer que una Arkwright se sintiera mal ante un chico, aunque era un lindo ravenclaw no podía mostrarme como una chusma cualquiera. .

Me acercó unas ramitas y me indicó que tenía que embarrarmelas por el rostro y los brazos para que la urticaria desapareciera - Y terminar oliendo a hierbajos? alcé una ceja un poco indignada por el atrevimiento de Benjamin. Alcé una ceja y lo miré serie, si en verdad pensaba que yo sola me untaría esas cosas estaba loco... pero si él... no.! Debía de mencionarme de vez en cuando que los únicos chicos que tenía alguna oportunidad conmigo eran aquellos de inteligencia inata, osea que ningún slytherin tenía ni la menor oportunidad de conocerme realmente, y para decir otra cosa que no confesaría con nadie más, Ben me parecía un chico de lo más lindo, de los chicos más interesantes del castillo porque era extraordinariamente genial y no se daba cuenta de ello mismo.

Inspiró y suspiró de nuevo, tras escuchar aquella pregunta retórica que surgió como una negativa, indignada, a oídos del joven Ravenclaw. Retrajo su mano, todavía sosteniendo las hojas mientras se encogía de hombros y simplemente inspiraba el dulce y tranquilo olor que desprendían aquella hojas de pálido azul. El chico clavó su mirada en el rostro de la bella Slytherin que estaba lleno de sarpullidos no muy agraciados.

-Si no quieres, no tienes por qué hacerlo.- informó con tranquilidad, su voz resonaba demasiado tranquila, simplemente por el mero hecho de que después de un par de días torturándose por lo sucedido se encontraba completamente calmado, tranquilo, más hombre, menos niño, de alguna manera había madurado a la fuerza, o estaba en camino. -Pero no puedes negarme, que el olor de este "hierbajo" es una excelentísima fragancia.- extendió de nuevo las hojas de aquella planta y su mirada de nuevo se concentró en ella, como quien da alimento a una fiera, con miedo interno a la reacción que tenga ésta.

-No te obligo a intentar enmendar ese envenenamiento. Pero huele, es un buen olor, digno de toda una Arkwright.- informó, con cierto deje vacilante, pero a la vez intentando de manera quizás torpe acercarse un poco más a ella y convencerla de que aquella hoja era la mejor solución posible a su problema.

Nuevamente el chico había acercado a mí esas hierbas y me informaba que no olían tan mal, inclusive para alguien de mi apellido, parecía que él comprendía que yo no quisiera restregarme eso por verguenza, lo que seguramente el no comprendía era que una parte de mí se estaba muriendo de miedo y esa sensación de pánico pudo acrecentarse aún mucho más cuando ví de reojo mi reflejo en uno de los cristales del invernadero y divisé las pústulas de mi rostro, me tapé la boca y solté un gritito seco de horror, era lo que más me daba miedo en el universo, verme mutilada, lastimada, herida por cualquier cosa me dejaba sin aire.

Él se acercó más con las hierbas a la altura de mi rostro como si en cualquier momento fuera a soltarle una mordida y bajé despacio mis manos de la boca y con cierto aire duditativo me acerqué hasta su palma alcanzando el aroma de las flores, la verdad es que no olían nada mal. Lo miré a los ojos - No... no se lo... - dudé unos instantes y alcancé su mano con la mía atrapando las hierbas y a la vez sus dedos - ...no se lo dirás a nadie, ci-cierto...?- continué mientras jalaba con delicadeza su mano hacia mí y me pensaba mejor lo de las plantas, seguro que el nerdy sabía de lo que hablaba.

Su mirada se había mantenido en ella todo aquel tiempo y podía haber denotado que, como a cualquier otra persona, aquellas pústulas no le resultaban favorecedoras en el perfecto rostro que de normal solía llevar con elegancia. El chico no quería burlarse de ella, simplemente quería ofrecerle un buen remedio, eficaz, rápido, indoloro y que no tuviera que ser atendido por la enfermera que, sabía, acabaría cuestionando a la Slytherin por su estancia en los invernaderos con cierto recelo.

Parecía dudar pero finalmente aferró con sus manos las hojas de aquella planta y sintiendo el roce de sus dedos con los de ella. Una sonrisa desinteresada, soñadora, quizás demasiado infantil, apareció en su rostro a la vez que de nuevo afirmaba sus palabras.

-Me mantendré completamente callado, nadie va a saber que utilizaste un remedio casero proporcionado por un Nerdy.- asintió lentamente, sin abandonar aquella sonrisa sincera, tranquila, que en aquellos momentos no había tomado aquel tono tan hiperactivo que de normal solía poseer.

-Adelante, te aseguro que el resultado será rápido y eficaz.- y soltó su mano de aquellas hojas, dándole a entender que podía utilizar aquello y que él ya había afirmado las intenciones de ella de finalmente hacer uso del remedio. Uno de sus brazos vagó por debajo de su uniforme y se rascó la espalda en un gesto relajado.

Negué ligeramente con el rostro, él no había comprendido a lo que me refería y entonces lo miré amenazadoramente como una serpiente que acorrala a su presa y corté la distancia que nos separaba, alcé una ceja y lo sujeté del cuello de la camisa y lo jalé hasta que sus ojos quedaron a la altura de los míos. - No estás entendiendo bien nerdiño - lo jalé un poco más amenazadoramente - Que tú no me viste en este estado jamás!!! Capicci? - lo solté de golpe y retrocedí un paso entregándole una flamante sonrisa de oreja a oreja, esplendorosa apesar de la desgracia por la que estaba pasando mi piel.

Me pasé las hierbitas por los brazos y al paso de un par de segundos la urticaria desapareció dejandome un tenue color rosado que esperaba se me quitara con mayor facilidad. Le devolví una ronsisa casi sorprendida y en mis ojos podía notarse el agradecimiento pero esta vez no repetiría eso con palabras. - Eres muy amable... bajé un momento la mirada y luego pasé las hojas por mi rostro, fajé mi falda y dí una última sacudida para terminar de tirar las hojitas y ramitas, estaba segura que en mi cabello aún quedarían algunas nimiedades pero no importaba demasiado. - No tenía idea de que la pasiflora fuera venenosa pero bueno, en eso se basa una investigación, no? - me encogí de hombros y sonreí.