En busca de Gus (Phillipe)

1 de Septiembre. Antes de la Fiesta de Inicio de Curso.

Había llegado a Howgarts. Aún faltaban algunas horas para la Cena de Bienvenida de los nuevos alumnos. Éste año también se hospedarían las casa de Durmstrang y Beauxbatons, luego de la trágica masacre y destrucción total de ambos colegios. Nada me sacaba de la cabeza que aquel ataque fue producto de que comenzaron a aceptar alumnos mestizos e hijos de muggles, como yo, en ambas instituciones estudiantiles mágicas. No entendía mucho el asunto, pero según mis compañeros mestizos y sangre pura, que conocían el tema, todo se remontaba hace un par de décadas en que un mago tenebroso sembró el caos matando a gran parte de los sangre impura en el mundo mágico. Aquello tenía algo nerviosa a Emily, y por mucho que yo le asegurara que nada le pasaría no dejaba de rezarle a su maldita virgen. Aveces me desesperaba su fanatismo religioso.

Recordé que debía mandar una lechuza a mis padres avisándoles que había llegado bien a Hogwarts. Aunque yo estaba seguro que lo hacían solo para ver como una lechuza les entregaba una carta. La primera vez que les ocurrió quedaron maravillados, y desde entonces me piden que les mande lechuzas por cualquier cosa. Salí de las bodegas, dejando atrás la sala común y comencé a subir las extensas escaleras hasta llegar por fin a las torres. Estaba exhausto, por lo que tomé aire una vez subí la ultima escalera. Me adentré en la lechucería, la cual estaba algo oscura, ya que el ocaso comenzaba a caer, parpadeé tratando de acostumbrarme al lugar, pues las luces no estaba prendidas como en los pasillos de la torre y cuando iba a alcanzar el interruptor de la luz tropecé con algo o alguien en suelo y me fuí de cara hasta el piso.

- ¡ouch! - me quejé en suelo a ojos cerrados. Alcé la vista, y noté que por lo menos había encendido la luz del lugar. Pero me preguntaba quien era el responsable de mi caída. Mi ceño fruncido se relajó cuando vi que era Lysander Scamander, mi amiga, que aunque era algo extraña e impulsiva, siempre tenía algo bueno que ofrecer. - Lo siento, Lys, no te vi. ¿Qué hacías en el suelo? - pregunté sentando en el piso junto a ella.

Claro, no había nadie en Hogwarts que pudiera poner de rodillas a Lys en el suelo que no fuera Gus. Más de alguna vez había visto a ese gato peleando con mi monito, el pobre comenzaba a chillar y lanzarle las cascaras de plátano usadas cada vez que lo veía. No entendía por qué se llevaban tan mal, si para mi, Gus, era un gato encantador, no como ese mono que solo me molestaba y no me dejaba estudiar cuando lo tenía cerca. ¿En qué estaría pensando Emy cuando me lo regaló? Aún así era uno de mis posesiones más preciadas precisamente porque ella me lo había obsequiado.

Contemplé a Lys acariciando el pelaje de su gato color canela con una sonrisa mientras me incorporaba a su lado. Ver las delicadas manos de Lys acariciando al felino me hizo recordar las mismas caricias que me hacia Emy el verano recién pasado mientras tomábamos sol tendidos en el césped de Londres muggle. Habíamos viajado a la capital para conocerla mejor, además muchos de nuestros compañeros vivían ahí y pasamos a saludarles. Negué con la cabeza al recordar la imagen de Emy. ¿Cómo es que no podía sacarla de mi cabeza ni un solo momento del día?.

- Lys... yo... creo que le diré a Emy lo que siento por ella - confesé en un tono opaco, casi inaudible. Lys sabía bien lo que yo sentía por Emy, de hecho ella misma había tratado a ayudarme y aconsejarme para poder hacerlo, pero nunca me había convencido del todo, a pesar de ser muy buena consejera. - Estoy algo nervioso - reconocí al fin frotando mis manos solo de los nervios. Posé éstas sobre el suelo y alcé el mentón y mi mirada hasta el techo, donde un enorme espejo dejaba ver el atardecer casi imperceptible en ese momento y las primeras estrellas que comenzaban a aparecer en el firmamento.