Negocios [Theodore]

Una de las tradiciones de las familias de sangre pura, era que al tener descendencia a hijas, los padres tenían que comprometerlas con los hijos de las mejores familias. Para mi desgracia en estas épocas las familias de buen linaje eran cada vez más escasas y las que estaban, era una vergüenza o muy mal vistas en la sociedad, una de ellas quizás eran los Malfoy, que para recuperar algo de posición social, Draco tuvo que casarse con una de las Greengrass. Pero para buena fortuna mía, tenía demasiados conocidos que venían del extranjero, entre ellos los Valois y los Knnox, donde los últimos eran quizás, la mejor opción.

Había recibido una invitación por parte Ezra hace un par de días, donde me citaba para cenar en su casa. Le había contestado de forma inmediata diciéndole que sería un gran gusto, y vaya que lo sería pues mi relación con él era de una sólida amistad. Al saber que habían llegado a la zona donde estaba mi residencia y más que había venido con su familia, entre ellos su hijo, supe que sería el indicado para comprometer a Cassandra.

Salí de casa con una cazadora de piel negra y decidí caminar hasta donde estaba su residencia. La noche ya estaba presente y el viento soplaba ligeramente, moviendo apenas las hojas secas caídas y que cubrían algunas partes de la acera y que crujían cuando las pisaba. Los faros iluminaban solamente una parte de la calle, por lo que yo caminaba de la parte que estaba oscura, de hecho todos los magos que vivían en esa zona hacían lo mismo.

Llegué a la entrada de fuera de su mansión la cual se abrió de forma automática y caminé por un rato hasta llegar al umbral de la entrada. Toqué tres veces con el puño derecho y la puerta fue abierta por un elfo doméstico. Al parecer ya me esperaban puesto que el elfo con una reverencia me dijo que su amo me recibiría de un momento a otro. Entré y me condujo hasta la puerta de su oficina, el elfo entró para anunciarme y luego me hizo pasar. Cerré la puerta detrás de mi y me quedé unos segundos mirando a Ezra a los ojos. –¿Cómo estás Ezra?– dije avanzando hacia él.

Cuando entré él se acercó con una mano hacia mi. La tomé y la estrechamos, además de que nos dimos un abrazo algo corto, pero lo suficiente como para demostrar que éramos amigos. –No podía negarme a una invitación tuya; mucho menos después de hace tiempo de no vernos– dije cerrando la puertas detrás de mi y caminando hasta una de las sillas que tenía frente a su escritorio. Coloqué una mano en el respaldo y sentí la textura que las cubría, al parecer Ezra seguía siendo algo excéntrico con las cosas.

Jalé una silla hacia atrás sin arrastrarla y me senté. Con Ezra no necesitaba comportarme de acuerdo al protocolo, reflejado en que no había esperado a que me invitara a sentarme. –Claro, una copa de whisky no estaría mal antes de degustar la deliciosa cena– dije sonriendo un poco. La botella sin que ninguno de los dos la tocara empezó a llenar los vasos de forma cuidadosa, tratando de que ninguna pequeña gota salpicara la superficie de su escritorio.

Tomé un vaso y lo acerqué a mi nariz, donde el olor puro del whisky me llegaba de forma inmediata. Levanté mi copa a la altura de mi rostro y le sonreí a Ezra, el cual también copió el gesto y hecho eso, bebimos del líquido color ámbar. Pude sentir lo caliente en la garganta cuando lo tragué y después empecé a saborear el sabor de la malta y de la cebada, al parecer era uno de muy buena calidad. –Y bien…– dije colocando mi vaso frente a mi –¿Qué tipo de negocios traes ahora entre manos?– pregunté levantando mi ceja izquierda.

Me recargué en la cómoda silla y crucé mi pierna derecha sobre la izquierda, pasando mi mano por la rodilla para alisar la tela que se había arrugado ligeramente. Miraba con atención a Ezra, atento a sus movimientos, a sus expresiones, sabía a lo que iba con lo del Ministro. Desde hace mucho tiempo que tenía en mente que el negro debería ser eliminado, destruido, desaparecido o lo que fuese. Nunca le perdonaría cuando acusaron a mi padre, cuando hicieron que el apellido Nott fuera mal visto, aunque al final, a base de mentiras y sobornos declararon a mi padre como inocente.

–Te entiendo– le dije asintiendo con una sonrisa divertida en mis labios. Estaba realmente emocionado, pero sabía que no sería yo quien lo asesinara. –Y he de suponer que tú tomarás su puesto– dije rodando los ojos y estirando mi mano para tomar el vaso. Al ser mi amigo él mi amigo yo saldría beneficiado en gran medida, quizás teniendo un mayor salario, un mayor control, más poder, lo que fuera. –¿Quién más sabe de esto?– le pregunte antes de darle un trago al whiskey. Sentí el calor viajar por mi garganta y esperé expectante su respuesta, aunque ya me esperaba algunos cuantos nombres.