¿Aceptas un café con mamá? {Cassie}

Un día de verano/ 5:00 p.m

Ese día Daphne debía ir de compras, algunas cosas para la casa y tal vez unas cuantas mudas nuevas que ya le venían haciendo falta, pero odiaba andar sola y no tenía demasiadas amigas con las cuales contar para un plan, así que si quería compañía solo podía optar por una persona, su hija. Tuvó que prepararse psicológicamente para enfrentar todos los menosprecios que podía obtener de aquella terca adolescente, que hacía todo para fastidiarla.

Subió las escaleras de su casa despacio, observando de paso que el piso estuviese bien pulido, era un poco obsesiva con todo, odiaba que algo en su casa no se viera de la manera correcta, al llegar enfrente del cuarto de su hija, tocó suavemente con aquellos nudillos blancos que poseía, solo quedaba esperar que Cassandra se dignase a abrirle sin gritarle.

Ella adoraba a su hija con todo su corazón, pero no sabía que hacer cuando su fase rebelde empezaba, desde que la rubia era joven no había soportado los chillidos, de hecho ella había sido una adolescente más bien tranquila, todo lo contrario de su hija. ¿Por que Cassandra no podía adorarlos como ella adoraba a sus padres?, nunca lo sabría por que al parecer el cerebro de su hija era el único lugar donde no tenía entrada, le hubiese encantado que su niña fuese como cuando era pequeña, que se subía a sus piernas rogando que la peinaran, ahora cada vez que la veía era solo un reflejo antes de tirar la puerta o bien un griterío que ella jamás comprendería.

¿Cual era el problema de Cassandra? Lo tenía todo, su padre había sido extremadamente amoroso con ella, y ella misma se había esforzado al máximo por ser una madre ejemplar, pero como todos sabemos no hay un manual para ser padre, eso se aprende en medio de sus errores y tal vez ella había hecho algo que había provocado ese odio en el corazón de su hija.

Ella, no lograba demostrarle a su hija cuanto le dolía aquella rebeldía, cuanto le dolía que no la abrazara nunca, como extrañaba aquellos días. Parecía que Cassandra no se decidía a salir de su habitación, ¡solo Merlín sabe que cosas estaría haciendo!.

-Cassie- Susurró golpeando una vez más aquella puerta.

Aún no podía creer lo que había pasado el día anterior. En un momento estaba robando chocolates del escritorio de papá, y al siguiente estaba saliendo de Sortilegios Weasley, abrochándome la falda y acomodando mi cabello. ¿Qué había estado pensando?. ¡No lo había estado haciendo! Ese era el terrible problemas. Era por ello que había decidido que no hablaría con James. No le mandaría cartas y no lo buscaría hasta que inevitablemente nos encontraramos en Hogwarts. Además él la había visto llorar. Era el único testigo, fuera de la esfera familiar, de que Cassandra Nott lloraba. Pero es que no lo había podido evitar. Se sentía tan herida en su orgullo, tan poca cosa que las lágrimas habían escapado sin poder hacer nada para contenerlas. Eso la avergonzaba aún más de que él la hubiese visto desnuda. Porque las lágrimas eran dejar al descubierto su sensibilidad. Y en su mente aún hacían eco las palabras de su padre: "Eres una débil".

Estaba con mi cuerpo lanzado sobre la cama no haciendo nada más allá que meditar. Ya me había vestido en la mañana, pero no me había apetecido salir de mi pieza aún, pues era muy probable de que me encontrara con mi padre, y no lo quería ver. Mi mente divagaba sobre lo sucedido el día de ayer y me sentía entre la espada en la pared. ¡Por Merlín, había perdido mi virginidad! Eso era algo que no tenía contemplado para nada en los próximos... años. Así que con mi cabeza contra la almohada intentaba sacar de mi cabeza el día anterior, cosa que no estaba logrando-. ¿Sí?- pregunto al golpe de puerta que interrumpe mis pensamientos. Me pongo de pie con algo de torpeza y abro la puerta, al otro lado veo a mi madre, tan hermosa como siempre, observando mi desordenada cabellera-. ¿Qué pasa, madre?- digo con voz cansada. Aunque amaba joder a mi madre, ese día no tenía ganas. Sólo quería olvidar el día anterior... como fuera.

El rostro de su hija reflejaba cansancio, confusión y no entendía a que se debía ese hecho, ¿Por que no le decía que le atormentaba?, Daphne odiaba ver a la gente tan desarreglada y ahí estaba su hija con el cabello hecho un panal, no sabía por que pero si aquel cabello hubiese sido castaño le habría recordado a aquel asqueroso ser al que destesto toda su adolescencia, Granger. Sus palabras entraron en el corazón de la rubia mayor de golpe causandole un dolor increible, ¿Por que no la llamaba mamí como Theo?, evitó con toda su fuerza que su rostro reflejara un poco de ese dolor, se acerco y de manera inconsciente acomodó con sus manos el cabello de su pequeña.

-¿Es que acaso debe pasar algo para que venga a verte?- Digo con aquel tono de tranquilidad que usaba siempre, mientras por fin veía el cabello de la rubiecita mejor acomodado. -Quería invitarte a salir un rato, ¿No estás harta de estar aquí encerrada?- Preguntó con un tono demasiado controlado, pero no podía evitar sentirse mal por ver esa extraña aura en su hija.

-¿Que dices?- Era increible que Daphne pudiese mantener aquel tono de voz, aquella tranquilidad cuando veía a su hija sufrir, pero las cosas de la vida le habían enseñado a mantenerse así inmutable ante todo, revisó la vestimenta de su hija con la mirada para ver si estaba decente para salir con ella.

Vi como mi madre me lanzaba una mirada de arriba a abajo y me comenzaba a peinar. Yo dejé que lo hiciera, porque no dudaba de que mi cabello debía estar hecho un desastre. De lo normal le habría dicho que me dejara tranquila, pero no quería discutir. No ahora. Así que me limité a escucharla y a enarcar una ceja ante su invitación. Esas propuestas no eran extrañas, para nada, ya que mi madre siempre había buscado estrechar nuestra relación sólo que yo no se lo permitía. Lo extraño sería que yo aceptase, pero en tales circunstancias, y después de la noche anterior, ya nada podía ser más anormal en mí.

- Bueno, te acompaño- dije secamente, dejando la puerta abierta y entrando a mi habitación para ponerme sandalias. Iba vestida con un pantalón corto ajustado de jeans y una camiseta blanca. Como siempre llevaba una pulsera de cuero en mi muñeca, el único adorno de mi vestimenta-. Además podríamos ver algo en la tienda de deportes que se nos olvidó comprar ayer- comenté refiriéndome a que el día anterior en la mañana habíamos ido a comprar los útiles para el colegio. Había sido una mañana cansadora, y aún así no habíamos alcanzado a comprar todo. Siempre el tiempo pasaba volando cuando se trataba de ir de compras con mi madre-. Y también aceptaría ir a comer algo con chocolate... como una torta- mencioné en aquel tono algo apático que estaba usando. A mi madre no le gustaba que comiera chocolate porque me podía hacer engordar, y aunque quizás mi comentario iba acompañado la malicia de molestarla, en el fondo lo había dicho porque de corazón necesitaba chocolate. Quizás su dulzura me ayudaría a pensar mejor.

Ya con las sandalias listas me puse un poco de gloss en los labios y lo guardé en mi bolsillo-. Vamos- le dije a mi madre adelantándome de ella para ir a la sala. Desde ahí usaríamos polvos flú, y podríamos llegar a cualquier parte.

Había reaccionado positivamente, no había ni siquiera refunfuñado cuando le acomodé el cabello, la vió mientras su cuerpo se tensó por aquella facha de su hija, pero se prometió así misma no decirle nada ¡por que había aceptado!, pero al escucharla hablar de chocolate rodó sus ojos asintiendo, daba igual de todos modos lo haría a hurtadillas sino, además que desde que había entrado al equipo de Quidditch estaba hermosa ¿Para que negarlo? Era la reencarnación de Daphne.

La siguió en silencio hasta el salón de la casa y sonrió tomandola de la mano, mientras viajaban con los polvos flú. De inmediato aparecieron en uno de los callejones de Diagon, sintió el sol pegarle en la frente y no dudo en sacar de su bolsa mágica, un sombrero acordé con el conjunto que llevaba hoy, se lo acomodó suavemente en su cabeza, mientras le sonreía a alguna gente conocida del mundo mágico.

-¿Que quieres hacer primero Cassie?- Preguntó tomando en cuenta la opinión de su hija, algo en su corazón de madre le hacía pensar que tenía que hablar con ella, habían muchas cosas que no había hablado jamás con Cassandra, como de chicos, o relaciones y esas cosas que una madre tenía que decirle. -A lo mejor deberíamos ir primero por aquellas cosas que debemos comprar, y luego iremos por ese pastel de chocolate que tantooo deseas-

Acomodó su cabello rubio con las manos mientras ponía atención en su hija, esperando algún tipo de respuesta, los ojos perdidos de Cass le hacían pensar en que algo había que estaba preocupando a su hija. Tal vez debía hablar con Theo, a lo mejor se había pasado con ella en algún asunto o su hijo pudiese decirle algo al respecto

Solté la mano de mi madre cuando llegamos al lugar y la vi cómo se colocaba un sombrero. Yo arrugué mis ojos porque había olvidado mis lentes de sol, y miré a las personas que mamá saludaba, pero no saludé de vuelta. Estar ahí me recordaba a la noche anterior y rogaba no encontrarme con James. Aunque probablemente no lo haría, pues hoy se le hacía una conmemoración a su padre en el Ministerio. Era el cumpleaños de Harry Potter, y claramente toda la tropa de Weasleys debía estar presente en el acto organizado por el primer ministro.

- Sí, si ya sé qué debo comprar- le dije en ese tono medio ido que había estado empleando. Ladeé mi vista hacia ella y no podía negar que mi madre era hermosa. Ella resaltaba más que nadie en el lugar, y mientras avanzábamos no había persona que no la mirara. Parecía una reina, y eso yo lo tenía claro. De seguro a ella le hubiese gustado que yo fuera su princesita, pero había sido imposible. Yo no estaba hecha para ser reina, aunque para muchos yo sí era la reina de Slytherin. Eran graciosos los prejuicios, ya que la mayoría del colegio creía que yo era prejuiciosa como toda Slytherin, cuando la verdad era yo la que solía ser la víctima de esos prejuicios.

Llegamos a la tienda y crucé la puerta. Me fui directo a un pack de cerdas nuevas para la escoba que había sobre un estante-. Necesito esto- le anuncié a mi madre mostrándoselas-. La última vez que salí con Scor se estropearon un poco, así que deseo arreglarla antes de entrar a Hogwart- le expliqué caminando hacia el mesón y pasando las cerdas al vendedor. Lo bueno de venir con mamá era que ella pagaba, y todo dinero que pudiera ahorrar no venía para nada mal. Con ello le podría pagar a los Nerdys para que hicieran mis tareas.

En algún momento se topó con la mirada de su hija, la miraba con algo parecido a la admiración, por lo que sonrió internamente, ella señalo una tienda deportiva donde entró de inmediato, pensé en todas aquellas ocasiones que yo misma, entre a aquella tienda suplicandole a mi padre que me comprase algo, aunque nunca era necesario que pidiese tanto.

La vió tomar alguna cosa, para arreglar su escoba -Adelante princesa- Lo dijo en voz alta, mientras miraba algunas cosas de ahí, pensando en los próximos regalos para el cumpleaños de sus hijos, escuchó que Cassandra le decía que había salido con Scorpius. -¿Que tal esta Scorpius hace mucho que no nos visita?- Pasó los dedos suavemente por las cerdas de una escoba mientras su hija terminaba de sacar todas las cosas que necesitaba.

-¿Sabes si tu hermano necesita algo?- Su hijo había salido muy temprano aquella mañana sin preocuparse de despedirse, de casualidad parecía que en esa casa nadie se despedía. Cuando la vió acercarse al mostrador, no dudo en adelantarse a pagar.

-¿Y bien vamos por mi café y tu pastel de chocolate?- Soltó como tratando de sonar como esas madres capaz de alegrar a sus hijos solo con su voz pero sabía que aquello estaba muy lejos de la realidad.

Mi madre me preguntó por Scorpius y yo la miré. El vendedor estaba guardando la compra en una bolsa-. Está bien, como siempre. El prefecto más amado y temido de la casa- agrego con la primera sonrisa del día. Mi primo era mi mejor amigo, y desde pequeña habíamos sido inseparables. Acordarme de ese rubio me daba risa, porque no había nadie que conociera mejor a Scorpius Malfoy que yo. El vendedor me pasó la bolsa y se lo agradecí con un movimiento de cabeza-. No sé, madre. No he visto a Theo desde el almuerzo de ayer- reconocí tras su pregunta. Mi hermano era muy callado, al menos muchísimo comparado conmigo. Era por eso que cuando desaparecía no estábamos seguros de hacia donde iba. Quizás simplemente iba a leer a algín lugar tranquilo. En general Theo era muy reservado, aún más que mi padre si eso era posible.

Asentí hacia su última pregunta y salí de la tienda. El sol de verano me dio de lleno y acomodé mi cabello hacia atrás. Las calles no estaban tan repletas para ser un día de verano. De seguro toda la gente se aglomeraba en el Ministerio. Me imaginé a mi padre entre la multitud rindiéndole casi pleitecía a Harry Potter. Me alegraba que fuer aun mal día para él-. Vamos ahí- le dije a mi madre indicando una pastelería. Tomamos asiento en la terraza, bajo la sombra, y sentí la agradable sensación de la brisa fresca que mitigaba el calor. Dejé la bolsa en el suelo, a mi lado, y miré hacia el interior de la tienda por una ventana a una chica que se acercaba a nosotros-. Yo quiero un pedazo de tarta de chocolate y zumo de fresa, muy helado- pedí de inmediato. Moría de ganas por chocolate. Necesitaba azúcar. Y, sobretodo, necesitaba despejar mi cabeza-. ¿Y qué es de la tía Astoria?- le pregunté yo a mi madre llevando mi espalda hacia el respaldo de la silla-. ¿Irá a Francia a ver a los abuelos?- pregunté sólo por hablar. No era que me importara... al menos que llevara a Scor con ella. Quizás un viaje por Francia no me haría mal. Nada mal.

Theodore su hijo era demasiado reservado para su gusto, casi como Theo en su etapa de colegio, aquello hizo sonreí a Daphne de lado, lo adoraba, amaba su familia sinceramente, estiró una mano para tocar la mejilla de Cassie, tantas veces que había querido abofetearla por que la amaba y no soportaba su indiferencia. -Igual a su padre- añadí cuando hablo de Scorpius, era exactamente una copia de Draco su amigo.

El clima estaba demasiado caliente, pero jamás pediría algo tan frío como lo de Cassandra. -Para mí un café con leche descremada por favor- Pidió regresando su mirada hasta la de su hija, debido a sus preguntas. -Astoria, esta bien por suerte, pero no ira a casa de los abuelos-. Dijo mientras se acercaba la señorita con su café, lo movió suavemente mientras acomodaba su cabello. -Cassie-

Dijo mientras se quitaba el sombrero, para mirarla a los ojos, explorando su rostro con cuidado, tenía que hablarle de aquello, por aquello de que lo que tuviera tan confundida a su hija fuera un chico. Pero no sabía como decirselo por que ella jamás había hablado de eso con nadie, y no se pudiese decir que tenía demasiada experiencia en esos temas, siempre había amado a su esposo, y aunque había salido con otros chicos jamás se sintió confundida. Bajo su rostro para tomar el aire necesario para decirselo, y saber como empezar un tema tan delicado que su hija podía malinterpretar.

Como debía empezar aquello, tal vez preguntandole si había visto algún chico que hubiese llamado su atención, aunque si su madre le hubiese preguntado aquello cuando tenía la edad de Cassandra sus ojos se habrían desorbitado por completo. Jamás habría hablado de eso con su madre, ¿Porqué Cassandra habría de hablar eso conmigo?, yo amaba a mi madre y jamás habría accedido a hablar de eso, con nadie ni siquiera con Astoria.

Pero debía quitarse aquella carga de encima, no podía solo ver a su hija preocupada y asumir que nada le estaba pasando, aunque fuese ruda y cruel en ocasiones, su hija era lo más importante en el mundo para ella, si tuviera que meterse a Azkaban por ella lo haría, si tuviera que acabar con quien fuese por ella, lo haría.

-Cassie, ¿Sabes que te quiero?- Alcanzó a decir suavemente, en un susurro, hace mucho que no le decía eso a su hija.

La mesera se fue y yo escuché la respuesta de mi madre. Arrugué un poco la boca, decepcionada. Me habría gustado volver a Francia y alejarme de Inglaterra. Ahí me distraería con Scorpius y estaría lejos de mi casa y de mi padre, a quien no quería volver a ver nunca. Comencé a admirar mis manos, tal como hacía cuando mi mente se ponía a divagar. Mi madre sólo podía estar orgullosa por lo bellas de mis uñas, el gran signo de vanidad que siempre se encontraba intacto de mi persona. Ese día llevaba als uñas pintadas de un rosa claro, elegantes y naturales. Per aunque parecía que las estaba observando, la verdad es que estaba pensando una vez más en la noche anterior y en la locura que había cometido.

Las palabras de mi madre me devolvieron a la realidad. Alcé mi mirada y vi que ya no llevaba su sombrero. Mi gesto parecía confuso, ya que no era común en la familia que nos declararámos amor. De hecho, el "te quiero" eran cosas que se decían de forma tan ocasional que hasta tenía contada las veces que las había oído. Así que con ese gesto de confusión, asentí-. Eh... sí- respondí a ello sin comprender porqué mi madre me decía eso. Así que mi voz, ante apática, se volvió un poco a la defensiva-. ¿A qué viene eso, madre?- le pregunté a bocajarro. Siempre había sido deslenguada, y por más apática que anduviera, ese día no era la total excepción. Mi mirada se dirigió a la mesera que ya venía con nuestro orden, y me quedé callada hasta que se retiró. Bajé mi vista hacia el pedazo de torta y tomé de inmediato el tenedor. Sin mediarlo dos veces llevé una bocanada del dulce a mi boca. Eso fue un alivio.

¡Por Merlin! ¿Es que acaso aquella niña nunca bajaba la guardia, se sintió un poco fastiada ante la sequedad de su hija, pero respiro, como siempre era demasiado correcta para dar una respuesta inoportuna, llevó la taza de café a sus labios, mientras Cassandra engullía su pastel.

-Come despacio, nadie te lo va a quitar- Dijo, pues le parecía una falta de educación comer tan rápido, parecía que había estado aguantando hambre en su casa. -Viene a que...- Empezó a contestar la pregunta de su hija, no sin antes cerciorarse de que nadie escucharía aquella conversación. -Te noto preocupada-.

Recordó que cuando la guerra explotó, ella temía tanto por la vida de Theo, que su madre tuvó que sentarse a platicar con ella, con el único fin de que se comportara como siempre, como una dama y esperase, con tranquilidad que había pasado, ¡Oh sí!, aquellas confusiones solo las podía causar un chico, siempre espero que su hija llegase a decirle -Mami estoy enamorada- Pero Cassandra tenía una idea del amor, que la ofendía de todas las maneras, claro que hay amores puros, si no solo mirenla a ella y a su adorado esposo que era lo que ella siempre soñó.

-Me gustaría saber si puedo ayudarte en algo, se que no me tienes demasiada confianza, pero soy tu madre Cassandra, puedo leerte y se que hay algo que ocultas, en medio de toda tu soberbia- Su voz sono tranquila aunque la desesperación la carcomía, quería ayudar a su hija en lo que fuese que tuviera que emprender, o peor aún si ya estaba dentro de eso.

Tenía la boca repleta de chocolate ante el primer regaño de mi madre. Eso me recordaba a cuando de pequeña me decía "Párate derecha", "mira tus zapatos", "no manches las paredes". El mismo tono utilizado a lo largo de los años. Probablemente su voz regañándome sería una de las cosas que jamás podría olvidar, porque nadie sabía regañar de una forma tan correcta como mi madre. Sí, estaba segura que ella debía ser la mujer perfecta, cosa que yo jamás podría ser. Mis ojos se achicaron un poco ante sus palabras, y fui dejando el tenedor en el plato. Mis manos dieron con el sorbete y bebí un poco de jugo, cubriendo así el dulzor total del chocolate con el líquido refrescantes.

- ¿Soberbia?- pregunté después de haber tragado el zumo. Mis dos manos estaban sobre la mesa, jugando con una servilleta de papel-. Lo que se hereda no se hurta, madre- respondí con una risa cínica en mi rostro y mirando los ojos de mi madre con altanería. Era en esos detalles en los que se notaba que era una Slytherin, aunque intentara ocultarlo con todas mis fuerzas. Sin embargo, no quería pelear con mi madre ese día, así que cambié mi tono y volví a abrir la boca para hacer alusión a lo que "me pasaba"-. Sí, madre, algo me pasa, pero no sé si quieres oírlo- dije poniéndome el parche antes de la herida. Nunca había conversado mucho con mi madre, más que nada porque pensábamos tan diferente que cualquier cosa que le pudiera decir sería motivo de discusión. Pero hoy en especial percibía algo distinto en ella. Quizás de verdad quería saber qué me pasaba. Incluso podía ser que le importara. Fue eso lo que me hizo dudar, y ver si es que mi madre me podía ayudar con un debate interno que tenía-. ¿Quieres escucharlo aunque te pueda molestar?- le pregunté mirándola a los ojos con profundidad. Mi tono sonaba muy serio, cosa que no era común en mí, así que ella debía comprender que no estaba jugando. Cassandra Nott hablaba en serio.

Cuando escucho a su hija sintió que el café se volvió más amargo, era cierto en parte nadie más altanera que ella misma, era una presumida y su hija eso lo había heredado de ella, aunque la forma de responder sin gritos, sino con un argumento válido la hacia sentir al mismo tiempo orgullosa.

Pero que ganas le daban a veces de dejar salir a la Daphne adolescente que pondría a Cassandra en su lugar en fracciones de segundos. -Es muy cierto yo solía ser como tú en la adolescencia, menos contestona eso sí-

Dijo con aquella serenidad que la caracterizaba, aclaró su garganta al escuchar a su hija, acomodandose mejor en la silla con una pose totalmente recta, digna de tomarle una foto para recordarla cuando no estuviese. -Hija, si te pregunto es por que deseo saberlo- El tono de su hija le hacía recordar por que se había casado con Theodore, aquella tranquilidad y certeza en cada palabra.

-Aunque me moleste, te escuchare con todo el respeto que te tengo- Secretamente le precupaba que si hija hubiese cometido una tontería, pero Cassandra era una persona madura en algunas cosas, aunque impulsiva, y aquello la hacía temblar del miedo. Paso una mano por su cabellera que era del mismo tono del de su pequeña, estaba segura que quien las viese, pensaría que tenían una relación hermosa, nunca más equivocados, Daphne no entendía por que su hija le guardaba tanto rencor, tal vez era por el hecho de no haberla logrado acunar apenas nacio. ¡Pero no era su culpa! Ella deseaba más que nadie acercarse pero los medimagos decían que debía aguardar, o tal vez era por haberle dado un hermano siendo tan pequeña, pero jamás la hizo a un lado, solamente que desde pequeña sintió que su hija jamás la amaría, recordó aquella vez que pudo por fin acercarse a ella teniendo solo 5 años y besarla en la frente mientras dormía.

En ese entonces, ya Cassandra tenía un carácter fuerte, y odiaba que la besasen, pero cuando los labios de la rubia mayor tocaron la frente de la pequeña la escucho susurrar. -Quiereme mami- Estaba dormida, por que despierta jamás lo habría aceptado, y a ella se le habían llenado los ojos de lágrimas, por que no le lograba transmitir a su hija aquel amor que tenía por ella.

Movío la cabeza suavemente aclarando sus pensamientos, eso había pasado hace ya mucho tiempo y ahora estaba de frente a una mujer, su hija a la cual ella seguía mirando como aquella pequeña que pensaba que su madre no la quería, aunque los años habían pasado, ella lo notaba. -Pues bien te escucho- Dijo mirandola directamente a los ojos, por que al menos su hija merecía aquella mirada de atención mientras hablaba.

Cuando mi madre me habalaba de su juventud siempre me la imaginaba con el uniforme Slytherin y con el pelo en una coleta. De seguro, en su época, era una de las reinas de la casa. Una chica callada, pero con carácter, el cual demostraba cuando era necesario. No sé si era buena alumna, pero se debió haber lucido en Pociones. Esa chica perfecta que todos quiren ser, pero que nadie alcanza. Sí, esa debió haber sido mi madre.
Al parecer hablaba en serio en cuanto a que quería saber qué me pasaba. Mientras me decía aquello, yo tomé el tenedor una vez más y me eché un pedazo de torta a la boca. El sabor del chocolate me supo a gloria. Necesitaba el chocolate tanto como necesitaba respirar. Definitivamente lo amaba. Con aquel sabor aún en mi garganta elevé la mirada. Mi madre hablaba del respeto que me tenía, y eso me recordó a la falta de respeto que mi padre, en contrario, me había demostrado. Su acto del día anterior, el dolor en mi cuerpo, la humillación, los gritos y las lágrimas. Estaba tentada de contarle todo a mi madre y que ella lo pusiera en su lugar. ¿Pero acaso eso sería buena idea?. Era muy extraño que mi madre se pusiera en mi bando cuando discutía con mi padre. E incluso dudaba que me creyera si le decía cómo había abusado de mí. Eso hizo que emanara un suspiro prolongado que parecía salir de lo más profundo de mi alma, intentando olvidar cuánto me había dolido el trato de mi padre. Con eso él había matado el mínimo cariño que aún sentía por él. Todo lo que en mí había de amor a Theodore Nott había muerto la tarde pasada.
Con los ojos en los de mi madre sentí cómo la brisa acariciaba mis brazos. Arrugué un poco el labio, mientras pensaba cómo decir lo que quería decir. No era fácil, y no había una forma precisa de decirlo. ¿Me regañaría?. Quizás. ¿Podía confiar en que no se lo diría a mi padre?. Tal vez. Dudé y seguí mirando sus ojos, conteniendo la respiración-. Madre- dije luego de unos segundos. Mi voz era seria, más seria que nunca-. Te advierto que lo que te cuente ahora no lo puede saber padre, bajo ninguna circunstancia- soné amenazante, con mis dos brazos apoyados en la mesa y mi cuerpo muy erguido, mostrando carácter. Mis ojos se detuvieron en una persona que cruzaba la calle tras mi madre. Un hombre joven que, durante un segundo, me pareció muy semejante a James. El estómago se me revolvió ante esa visión, y el recuerdo de la noche anterior aceleró mi corazón.

Volví a dar con los ojos de mi madre y suspiré otra vez más. Sería extraño hablar esto con ella, y ya una sonrisa inexistente se formaba en mis labios al imaginar su reacción-. Quiero saber de sexo, madre, porque puede ser que me involucre en ello- dije sin restricción alguna. Mis mejillas se sonrojaron, porque aunque podía ser siempre despreocupada por las cosas, aún así ese tema me daba vergüenza. Lo que decía no era verdad. No tenía intención de acostarme con nadie. Pero sí quería estar preparada por si mi impulsividad me llevaba a eso. Un hijo era lo que menos deseaba, así que prevenir siempre era mejor. Ya me conocía y sabía que de pronto un acto impulsivo podía terminar en una locura. Y sabiendo lo loca que era nunca estaba demás ver las precauciones.

-No lo sabrá- Bastante bien conocía Daphne a los miembros de su familia como para saber que se detestaban, que todo lo que uno hacía al otro le resultaba insultante y despreciable, no lucharía más contra ese odio, algún día se necesitarían y ella no iba ser intermediaria de nada, a veces hay que dejar el maldito orgullo y aceptarse un sujeto con necesidades que involucran a los otros.

La rubia era una persona de esas que tiene pensadas todas las respuestas con anterioridad a que se las pidan, todo en su vida estaba estrategicamente planeado, nada podría salirse del control o eso creía hasta que la voz de su hija, le anunció que quería saber de ese tema, en otra vida, habríase sonrojado y dicho que desconocía del tema, apretó con fuerza la falda que cargaba ese día, para tomar las fuerzas para hablar de mujer a mujer, por que eso era lo mínimo que se merecía su hija. -El sexo- Dijo una vez había recuperado la compostura por completo, se aclaró la garganta mientras tomaba lugar al lado de su hija, dejando el sitio frente a ella, desocupado.

-Bien...este es un tema que debí hablar contigo, hace ya mucho tiempo Cassandra- Los ojos de la pequeña rubia, le demostraron que no le interesaban los preambulos. -Es un tema que es tratado con tanta censura que es un absurdo- Con una servilleta se limpió la comisura de los labios. -Es un acto meramente carnal Cassie, no seré hipocrita e involucrare el amor en esto, tienes sexo con quien desees, aunque eso es inmoral- No deseaba que aquella frase fuese tomada como un permiso para que su hija se acostase con quien quisiera. -Aunque si lo dejas para la persona que amas sera mucho más placentero-.

Sus ojos se clavaron en los de su hija, su pequeña. -Aunque creo que eso no es lo que deseas saber- Esas cosas venía uno sabiendolas desde que crecía, supuso que lo que su hija quería saber era como cuidarse de aquello. -Hay hechizos que puede autoaplicarse el varón para evitar embarazos no deseados, o bien puedes tomar una poción tú en caso de que el tipo con el que te vayas a acostar no tenga la capacidad intelectual de realizarlo-

Su tono demostraba que creía que no había nacido un tipo merecedor de que su hija se acostase con él. -Te diría que yo lo prepararía para ti, pero no me imagino tal magnitud de libertinaje permitido, así que te enseñare como prepararlo- Dijo mientras regresaba a su café, no se imaginaba como se pondría Theo si se enterase de lo que haría, pero no tenía que darse cuenta, era un secreto madre-hija.

-¿Alguna otra pregunta?- Que autocontrol debía tener para no querer saber quien era el osado que intentaba acercarse a su hija, y dejar que un hechizo lo hiciese retorcerse de dolor, suspiró mientras le regalaba una de sus mejores sonrisas a su hija, quería que ella pensase que su madre era una mujer liberal y completa.

El gesto de de mi madre fue un poema al terminar de formular mi primera duda. De seguro no se esperaba eso venir, y no sólo porque era algo íntimo, sino porque mi madre era una mujer chapada a la antigua y no parecía de esas mujeres que fueran unas fanáticas del sexo. Quizás sólo lo había practicado con mi padre en toda su vida, y eso fuera su único parámetro. La vi pararse y tomar asiento a mi lado. Pensé que eso se debía a que no tenía intención que alguna otra persona escuchara nuestra conversación, cosa que comprendía. Aunque para cualquiera sería gracioso escuchar a mi madre hablar de ese tema. O al menos así me parecía a mí en mi apatía máxima del día.

Mi madre se dirigió directo al grano. Sí, era un tema que debió haber hablado conmigo en el mismo momento que tuve mi periodo por primera vez, pero no lo hizo. Simplemente pasó de forma tangencial hacia el asunto de las toallas higénicas y listo. En esa entonces yo no tenía mayor curiosidad tampoco. Aún era pequeña, infantil y los chicos que encontraba lindos me parecían unos completos imbéciles. La verdad ese último pensamiento no había cambiado del todo, pero ahora habían ciertas cosas llamadas "hormonas" que me impedían lograr una total indiferencia. Además que los coqueteos se hacían más extremos cada vez, y eso ponía en peligro mi autocontrol.

¿Dejarlo con la persona que amaba?. ¡Auch!. ¿Y si no pretendía amar nunca jamás conocería de todo el placer?. Ese pensamiento me molestó un poco, ya que el negarme a amar también se convertía en una forma de coaccionar mi libertad. Enarqué una ceja al llegar a uno de los puntos que me interesaba: la anticoncepción. Mi madre era una experta en pociones. Parecía que la familia Greegrass tenía facilidades para esa materia, cosa que yo no había heredado, o al menos eso creía. Me imaginé a mi madre ayudándome y le sonreí cuando ella me sonrió al preguntarme si tenía más dudas. Era la primera sonrisa sincera que se me veía ese día, ya que habían muchísimas cosas que aún quería saber, y que no perdería la oportunidad de preguntar.

- De hecho... sí- dije mirando a mi madre y dejando de lado una vez más el sorbete de jugo. Mi rostro estaba ladeado hacia mi madre, y tras ella podía ver el ir y venir de la mesera que corría dentro del local que se presentaba a través de la ventana-. ¿Cómo se aplica esa poción?. ¿Lo uso todos los días?. ¿Se usa después de... o antes de?- comencé una serie de preguntas que se atropellaban unas a otras-. ¿Tiene efectos secundarios?. ¿Puedo hacer un par de litros y guardarla por tiempo indefinido?. ¿Y qué pasa si soy alérgica a ella?. ¿Es absolutamente efectiva o tiene un márgen de error?- tomé aire después de hablar a esa velocidad y emané un suspiro. ¡Tenía tantas dudas!. Miré la mesa un segundo y noté cómo mi mano seguía jugando con una servilleta. Estaba algo nerviosa, aunque no lo demostrara del todo. Porque aquel tema me producía algo de temor. Aún no entendía cómo había gente que se lo tomara tan a la ligera-. Y... ¿me podrías enseñar el hechizo también?. Quizás combinando ambos es mejor... ¿no?- pregunté finalmente clavando nuevamente mis ojos en los de mi madre. Jamás había creído que alguna vez tendría una conversación así con ella. Pero uno nunca termina de conocer a la gente. Incluso uno nunca se termina de conocer a sí misma.

Al escuchar las segundas preguntas sonrió conocía a su hija como para saber que esas eran las preguntas que vendría, lastimosamente todas y cada una de esas preguntas ella debió investigarlas por su cuenta, estudiando pociones hasta ser de las mejores en ello, y el hechizo se lo había enseñado algún mocoso que su nombre no recordaba se lo dijo teóricamente, eso es obvio, pero Theo lo había usado solo después de lo de sus hijos, por que por una decisión juntos era momento de no engendrar más por el riesgo que eso implicaba, además sus partos habían sido trágicos cosa que jamás aceptaría por el amor que le tenía a sus pequeños.

-La poción debes usarla diariamente, una pequeña porción de una cucharada, no debes tomar más Cassandral-Dijo con cuidado indicandole que si hiciese lo contrario podría causarle problemas-Pero no debes tener preparada demasiada, sus ingredientes son muy delicados y se descomponen con facilidad justo lo del mes, cariño, yo te brindare todos los ingredientes, el último día del mes y en cuanto lleguemos a casa te daré cada una de mis notas para prepararla- Su hija se había desatado en preguntas pero agradeció que fuese con ella y no con un Don Nadie. -Es imposible que seas alergica mi amor y es cien por ciento efectiva-.

Su mano se dirigió al cabello de Cassandra y se acercó depositando un beso en su frente, su hija era responsable y eso le agradaba estaba tratando de prevenirse antes de hacerlo y eso la ponía demasiado orgullosa, aunque no lo aceptaría por el dolor que le producía que su hija fuese a perder su virginidad, con un hombre que no amaba. ¿Como sabía que no lo amaba?, fácil jamás había hablado de nadie, y mucho menos se veía ese rostro de amor que reflejaban las mujeres enamoradas, se aclaro la garganta antes de soltar su próxima respuesta. -El hehizo es el- Bajo la voz gradualmente. -Impedimenta Conception Momentanum- Sacó levemente su varita indicandole el movimiento que debía realizar, cuanto agradecía que Theo era el que se encargaba de eso. -Debes apuntar su...su miembro reproductivo-.

Que mujer más correcta era Daphne, ni de ese modo podía liberarse un poco, siempre intentaba sonar de ese modo, como la mujer educada que era. -Cariño, es un hechizo difícil, y recuerda el momentanum, o tu amiguito perdera su capacidad reproductiva para siempre- Intento que eso sonorá como una broma, y la ilumino con su sonrisa suavemente.

Mi madre comenzó a responder cada una de mis preguntas con precisión. Era un alivio tener a alguien que me explicara esas cosas, ya que no confiaba del todo en ir e inventar métodos que después fueran poco efectivos. Quizás no lo iba ni a usar, ese no era para nada mi objetivo. ¿Pero si pasaba?. Ya no sabía nada. En primer lugar jamás esperé que pasara eso él día anterioe, y de todas formas había ocurrido. ¿Tenía voluntad sobre mis acciones?. ¡Claro que sí! El problema eran los malditos impulsos cuando el sentir superaba al pensar. Maldición, quizás si hubiese sido Ravenclaw todo sería tan distinto.

Asentí a las explicaciones de mi madre, mucho más aliviada al saber que ella me ayudaría con la pócima. Tendría que decirle a Addy que me ayudara a prepararla, ya que en pociones yo era horrible. Además entre las dos sería más fácil ocultar los artefactos para realizarla. Si salía mal me arriesgaba a que un futuro muy poco esperado se desarrollara, y eso era lo que menos quería en el mundo. Así que agradecida mudamente con cómo estaba reaccionando mi madre a mis dudas, acepté que me hiciera mimos y besara mi frente. Eso me recordó a cuando era pequeña y en la casa todos solían mimarme. Incluso, muy de vez en cuando, hasta el abuelo depositaba dos caricias locas sobre mi cabello después de almorzar.

Vi a mi madre sacar su varita y su tono de voz bajó. Yo sonreí cuando noté que no podía decir "pene", casi como si fuera un sacrilegio; y copié el movimiento de varita que me estaba enseñando, pues eso me podría sacar de un apuro-. Algunos deberían quedar infértiles- comenté siguiendo su broma y riendo abiertamente al imaginarme a algunos cuantos que no deberían tener descendencia. Incluso James podía entrar en ese grupo de seres humanos-. Existe cada estúpido en este mundo- comenté emanando un suspiro trágico y guardando mi varita. Ya no quedaba torta en mi plato, y de golpe tomé el último sorbo de jugo que aún quedaba. Ahora me sentía mucho mejor, ya que había obtenido unas cuantas respuestas que me eran muy útiles. Miré la calle y noté que ya se hacía tarde. Si no me equivocaba, pronto sería hora de almorzar, y eso significaba que madre debía preocuparse de que todo estuviera listo por si a mi padre se le ocurría ir a almorzar, cosa que podía suceder de un momento a otro-. ¿Ya es hora de irnos, no crees?- le pregunté preocupada de que se terminara el acto conmemorativo en el Ministerio y justo la tropa de Weasley se les ocurriera pasar por ahí. No quería ver a James en mucho, muchísimo tiempo, así que entre menos tiempo pasara por el callejón, mejor.

Lo que decía la pequeña era muy cierto, Daphne creía que así se libraría el mundo de tanto squib y sangresucia, asi que solo sonrió. -Es hora de volver- Asintió, mientras pedía la cuenta, que apareció de inmediato, otra cosa más que agradecer a Merlín el hecho de haber nacido en cuna de oro, como para poder salir a cenar con su hija cada día si hacía lo deseaba.

-Además no quiero toparme con un par de indeseables- Digo mientras recogía su sombrero de la mesa y ambas rubias se ponían de pie con elegancia, caminaron unos metros mientras Daphne sonreía por haber sido de ayuda para su hija, ya se veía mucho mejor en todos los aspectos. Gracias en parte a aquel dulcerío que había comido pero ya luego le hablaría sobre una alimentación sana y balanceada.

Se giró tomando la mano de su hija, viendo como mucha gente empezaba a aparecer en las calles de Diagon y negó asqueada. -Desaparezcamos- Dijo mientras pensaba en llegar a su casa y sin poder evitar que el rastro que quedara fuese negro, eso demostraba de que lado estaría Daphne por siempre.