Third Generation Hogwarts
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Casting: Nathan Ovidius Grey

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Mensaje por Nathan O. Grey Mar Abr 05, 2011 3:31 am

Nathan caminaba con soltura por el Ministerio de Magia como hacía cada mañana, hasta su llegada al ascensor y de allí hasta la novena planta: El Departamento de Misterios. Realmente lo había elegido como profesión por ser una actividad sorprendente y ociosa, con cosas nuevas por descubrir a cada momento; sí, aun mantenía aquella influencia de atracción-rechazo-atracción que llevaba embaucándolo desde que se había fijado en esa rama del Ministerio. Aun recordaba con una sonrisa su infancia, cuando había deseado con toda su alma descubrir los secretos que acontecían tras esa gran puerta negra, mientras su padre lo arrastraba—literalmente—hacia la otra dirección con la simple frase de << Ahí no puedes entrar >>. Pues mira, ahora sí que podía, y es más, era el jefe de esa sección. La sonrisa pasó de ser nostálgica a orgullosa con ese simple pensamiento. Y en ese instante, las puertas del ascensor se abrieron ante él, lleno de gente, como era de costumbre. Aun así todos se apartaron para dejarle entra con una sonrisa de “perrito fiel a su amo” en la cara. Por muy amable que << fuera >> seguía siendo el jefe; y por mucho que no fuera su jefe, seguía siendo alguien más importante que ellos.

Unos segundos más tarde salía del congestionado ascensor con su maletín en una mano y unos folios sueltos en la otra. Como todo el complejo del Departamento de Misterios, el llegar a su despacho, sin las instrucciones necesarias era un lio increíble, y además, con su nivel de conocimientos y magia, podía lograr ocultarlo a quien quisiera… por lo que mientras trabajaba, también podía hacer cosas por su “Señor” sin miedo a ser descubierto. Aun así, no era algo que le gustase demasiado, no, siempre existía ese << tal vez >> tan molesto; esa minúscula posibilidad que podría acabar con su tan bien plantada tapadera. No, no lo hacía si no hacía falta, y ese día, no tenía por qué. La sala de las puertas, pensó con la típica voz mental y su autoridad reflejada hasta en su mente; la puerta se acercó y el la cruzó con cierto descaro. No había nadie allí dentro, como era de esperar y agradecer. Cerró tras de sí con suavidad, pues los ruidos fuertes sin duda le molestaban en horas de trabajo y comenzó a sacar papeleo de dentro de su maletín y a ordenarlo como correspondía junto con el fajo de folios que había recibido de uno de sus empleados, dando por zanjado un par de asuntos que hasta entonces habían molestado sin parar al departamento. Sí, esa mañana todo parecía ir sobre ruedas.

Abrió con un hechizo la chimenea que poseía en su amplio y semi-lujoso despacho, dejando la facilidad de quien quisiera visitarlo, para que no tuviera que andar vacilando o perdiéndose por el departamento. Cuando no estaba allí, lo cerraba por precaución, pero mientras trabajaba, no había problemas, no conocía a mucha gente capaz de batirle en duelo, y los que conocía, estaban de su lado. Igualmente, él seguía siendo Natahn Ovidius Grey, jefe del Departamento de Misterios; nada raro hasta la fecha. Nada raro que ellos supieran. Otra sonrisa orgullosa se atisbó en sus labios durante un instante para después desaparecer en el mismo tiempo. Un fogonazo verde le sacó de su trabajo y le hizo alzar la mirada: una de sus trabajadoras le necesitaba. Este le saludó con una sonrisa amable—Buenos días—añadió con su lentitud y elegancia habituales, la mujer le devolvió una cálida sonrisa a modo de respuesta antes de asaltarle con un largo y especifico discurso sobre los problemas que tenía ella y su compañero en el trabajo que les había sido otorgado: la Sala del Amor. Nathan tuvo que tragarse una carcajada; tenía su gracia, y no solo porque la mujer era una joven de treinta y pocos años que siempre llevaba la ropa más provocativa, estaba soltera y toda la sección hablaba de ella con “preciosas palabras”, sino porque la misma joven llevaba meses intentado que él mismo cayera en sus bazos.

No recordaba haber puesto a aquella mujer en la “Sala del Amor”, como era popularmente conocida, pero tampoco tenía tiempo de recordar en que sección ponía a cada Infebable; ni tiempo ni ganas. Se levantó de su asiento y acompañó a la mujer hasta la Sala, cerrando su despacho tras de sí con un simple conjuro y un movimiento sutil de varita. La Sala del Amor no le gustaba, tal vez porque jamás había llegado a creer realmente en el amor, tal vez por la de veces que le había sido infiel a su antigua esposa y las que llevaba ya siéndole a la nueva; o tal vez, porque le recordaba a todas aquellas historias de Harry Potter y como su mejor arma era “el amor”. Harry Potter no le había caído bien hasta que Voldemort había acabado dentro suya. Despejó su mente al darse cuenta de que no había nadie más allí dentro, cosa extraña, ya que siempre habían al menos cinco Infebables, trabajando, investigando, pensando. La mujer cerró tras de sí la puerta y comenzó a andar de forma gatuna hasta acercarse peligrosamente a la fuente de Amortentia, sin ningún tipo de protección requerida.—No se acerque más, o se verá embrujada por el potente filtro—espetó o casi ordenó a aquella mujer.

Ella o bien hizo oídos sordos, o no le escuchó realmente; pero sí que se paró.—No necesito ningún filtro para sentir lo que ya siento—comentó ella con una fingida voz de mártir, acercándose a él sensualmente, cortándose la falda a cada paso. Nathan no era de piedra, y como ya he mencionado, no era un santo ni mucho menos; pero era listo, y esa mujer trabajaba para él… no podía permitirse ningún escándalo, y aun menos en los tiempos que comenzaban a correr… de nuevo; en parte gracias a él. No, no podía permitirse ni un fallo, y menos con Voldemort tan cerca de recuperar lo que le pertenecía, de salirse con la suya y así él, también conseguirlo. No, esa mujer no iba a tener lo que quería, al menos no allí y en esas condiciones. Era hermosa, con más de diez años menos que él y una personalidad electrizante… pero tenía que renunciar a ese buen juego, a esa posible noche (o noches) de diversión. O al menos tenía que aplazarlas.

Sabes que estoy casado—dijo él con total solemnidad. Ella rió por lo bajo, pero el tono fue subiendo hasta ser una terrible carcajada.

Sí, y también sé que eso no te importa más de la mitad de las veces—contestó ella con total descaro.

Nathan le miró con ojos acusadores, recordándole quien era el jefe allí. Un segundo más tarde, su mirada cedió y se unió a la risa de la joven. Se acercó a ella, muy muy cerca, su boca rozaba el oído de ella mientras susurraba suavemente: << En el Motel Bleeding a las nueve… si te retrasas te quedas sin premio. >> Y conforme dijo esto, dio media vuelta y se fue, con toda la normalidad y elegancia del mundo. Tenia hechizos desmemoriantes muy buenos en su repertorio, y sabia que la rubia era una Sangre Pura, sino no la habría contratado. Sí, la iban a pasar muy bien esa noche… aunque necesitaba una excusa con su mujer. << Trabajo; siempre tan oportuno, le hacía quedarse tantos días hasta tarde en la oficina. >> Sí, cuando no estaba con Voldemort, o con los otros Neo-Mortifagos, solía estar en algún Motel Muggle, ya que en los magos llamaría la atención, con alguna joven dispuesta… y más de una vez, con un joven.
Nathan O. Grey
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Mensaje por Admin No activo Mar Abr 05, 2011 4:01 am

Casting Aprobado. Me encanta tu forma de rol, padre *-*. Ya puedes hacer la ficha y todo lo demás. Si tienes alguna duda al respecto de tu personaje, no dudes en mandarme un MP. Bienvenido♥ (:
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