Fin de Semana Libre - Lilylú & libre para Ginevra Potter -

Viernes 19 de Octubre, luego de la cena, durante la primera reunión Mortifaga, luna nueva.

Debido a los preparativos para la fiesta de Halloween que se celebraría dentro de dos semanas nos habían dado éste fin de semana libre para elegir disfraces para la fiesta. Luego de la cena Severus y Harry se perdieron y desaparecieron. Ya era tarde y mamá parecía algo preocupada. Traté de animarla un poco antes de dirigirme a mi habitación y pensar en qué disfraz usaría para la fiesta del Halloween, pero por más que me esforcé no conseguí pensar en un buen disfraz. Me quité los zapatos y quedé solo en calcetines, aveces andar descalzo por la casa me ayudaba a pensar, pero nada...

- ¿Y ahora quien podrá ayudarme? - pregunté con a viva voz con tono dramático al puro estilo del chapulín colorado y a mi mente viajó Lilylú. De seguro ella tendría una buena idea para un disfraz, además quería enterarme de con quien iría a la fiesta. Nadie era lo suficientemente digno como para acercarse a mi hermanita, pero quizás si iba con buen chico... No, ninguno es buen chico en ése colegio. Mientras salía de mi habitación recordé que en San Mungo Lily pareció irse muy molesta, pero no entendí muy bien el motivo del por qué actuaba de esa forma, quizás se debió a nuestra imprudencia en el bosque, o porque mentí acerca de lo que pasó, sería también bueno aclarar ése punto.

Cuando llegué a su habitación toqué a la puerta dos veces. - Soy yo, pecas - aseguré sin esperar respuesta y entré en su habitación. Ahí estaba mi pequeña pecosa sentada sobre su cama con algo en sus manos. No sabía si era un diario de vida o un simple libro de estudio o un cuaderno. Corrí hasta ella y di un salto en la cama. - ¡Lilyluuuuuuuuuuuuu! - exclamé saltando sobre su cama repetidas veces, me gustaba su cama, era más blanda que las del resto de la casa y cuando uno saltaba sobre ella, las demás personas también solían rebotar, tal como lilylú lo hacia en ése momento. - ¡Ayúdame a buscar un Disfraz! - exclamé dejándome caer a su lado con una amplia, agotadora y divertida sonrisa.

Mi sonrisa se transformó en una clara muestra de sorpresa cuando Lily me empujó de esa forma de su cama. Caí al suelo, aún con mis ojos desorbitados del asombro, pocas veces había visto a Lily tan molesta. Pero al caer en la cuenta de sus palabras entendí todo. La pecosa estaba completamente celosa de mi relación con una de sus mejores amigas. Ever me lo había advertido, pero yo jamás pensé que se pondría así a sabiendas de que yo muy pocas veces había tenido una relación seria.

Sonreí divertido al comprender al fin el motivo de su enojo, o por lo menos parte de él, pues hacía días que parecía estar malhumorada. Normalmente la hubiera fastidiado con bromas, para provocarla aún más, pero sentía que ésta vez había algo más en ella como para provocar más su enojo, mi pequeña estaba creciendo, y yo sé muy bien como se ponen las mujeres en su periodo de "crecimiento". Me puse de pie nuevamente mientras escuchaba el grifo de la llave correr y correr agua. Me paré junto a la puerta del baño donde Lily había entrado luego de empujarme y apoyé mi brazo en el marco de éste. - Lily, ¿estás bien? - pregunté en un tono calmo y sereno. Claramente no estaba bien, y hasta me sentía tonto al preguntárselo. Aunque se sintiera mal, quizás no me respondería.

Sin esperar respuesta me aproximé hasta ella y la abracé, la abracé como hace días no lo hacía. - Ven - dije volteándola para que me viera. Tomé su mano y sonreí. - Vamos a la cama, quiero regalonearte un rato - señalé jugando ligeramente con la coleta de su pelo tomado. - Si quieres hablar te escucharé, si no simplemente te abrazaré, te extraño mi amor - añadí tirando levemente de su mano, tampoco quería presionarla a hacer algo que no quería. Solo quería saber en qué momento nos habíamos desviado, o qué tanto me había despreocupado por ella.

La arrastré con la mano tomada unos pasos hasta que ella se separó de mi. Por lo menos cedió y se dirigió a su cama como se lo había pedido. Me aproximé a la pequeña enfurecida mientras ésta se escondía entre las sabanas. Me incliné a su lado, junto al borde de la cama, apoyando mis brazos cruzados sobre el colchón y mi mentón apoyado entre mis manos que yacían recostadas sobre la cama. La observé divertido, con aquella mirada juguetona, correspondiendo a su mirada tímida con una misma de mis pardos ojos.

Sonreí, incrédulo ante sus palabras y me incorporé metiéndome raudamente entre las sabanas junto a ella. Lily estaba completamente contraída en músculos y posición. Parecía no querer cederme un poco de sabana, pero yo levanté ésta misma y la abracé con fuerza, mordisqueando su oreja y abrazándola con fuerza. - ¡Eso es mentira! ¡Me amas, reconocelo! - dije entre cosquillas y besos en sus mejillas, o al menos eso intentaba hacer, pues cada vez parecía más esquiva.

Cuando ya Lily comenzó a hartarse del jueguito me detuve, aún con la respiración algo agitada por el desgaste físico de tratar de sacarle una sonrisa. - Lily, lo siento, ¿si?. Sé que debí haberlo hablado contigo primero, pero todo se dio demasiado rápido - me vi dándole explicaciones a la pequeña consentida, con la mirada fija en el techo de la habitación, como si de mi madre o mi pareja se tratara. - Yo creí que estarías feliz de mi relación con Ev... - dije ésta vez ladeando mi rostro hasta ella, donde se dejaban ver sus brillosos ojos solamente, pues el resto de su rostro estaba cubierto por las sabanas, al igual que mi torso y mi entrepierna, pues mis pues estaba fuera de éstas, las cuales se arrugaron y desordenaron ante el ajetreo.

La actitud de Lily, fría, distantes, cortante, no hacía más que exasperarme. No soportaba la idea de que no me hiciera caso, no soportaba verla así de sería, lo único que añoraba en ése momento era volver a ver su sonrisa una vez más. ¿En qué momento habíamos caído en tal indiferencia? ¿Cómo fui capas de descuidar tanto a mi pequeña?.

Mis ojos seguían fijos en ella, pero Lily optó por darme la espalda nuevamente y dirigir su vista hacia la ventana de su habitación. Suspiré con fuerza y noté como se encogía de hombros. ¿Qué significaba eso? ¿Qué seguía molesta? ¿Que no importaba? ¿Que YO no le importaba?. Miles de ideas divagaban por mi cabeza cual montaña rusa, y ya sentía como si el aire comenzara a faltarme. Suspiré, aún con más fuerza que la primera vez. - Uhm... Bien, como quieras, pero si no me vas a hablar al menos dime el motivo - supliqué arrugando mi frente al momento que mis cejas se alzaban y se juntaban entre el entrecejo.

- Si tu quieres, puedo... - me incorporé, girando y quedando de guata sobre la cama. Mis codos se hundieron en el blanco plumón y mis mentón quedó apoyado en las palmas de mis manos abiertas. - puedo terminar mi relación con Ev - aseguré. - Pero antes necesito saber qué hay de malo en qué esté con ella o qué hay de malo en general, quizás soy yo el que se está equivocando y no es mi relación con ella la que te molesta - mi voz, cada vez más atropellada por la fluidez de mis palabras, parecía ahogarse a momentos. Carraspeé. - No sé qué pensar - culminé dando un cabezazo contra la almohada y hundiendo mi rostro en ella, ahogando un grito y sintiendo como la frustración, por no comprender a la pequeña, me superaba.

Al escuchar sus palabras seguía hundido en el plumón y lo apreté aún con más fuerza. ¡NO LA ENTENDÍA! ¿Por qué tanto alboroto por una relación? Ni siquiera cuando estuve con Sarah hizo tanto berrinche, aunque con Sarah no duré ni una semana y con Ev ya había pasado ésa semana de prueba y cada vez me gustaba más. Quizás ésta vez Lily presentía que la cosa si iba en serio.

Poco a poco me fui relajando y desaflojé la presión que estaba ejerciendo sobre la almohada. Aparté mi rostro de ella y vi que Lily se había puesto de pie para cerrar la ventana. Aparté las sabanas para liberarme de ellas y me aproximé hasta mi hermana, quien se disponía a volver a la cama. Cuando estuve a su lado pareció hacerme el quite, o esa fue la impresión que me dio pero yo atraje su rostro con la punta de mis dedos para que me mirase. Mis ojos marrones se posaron en los suyos y acaricié con mi mano libre su mejilla, apartando sus finos cabellos. - Tu eres la preferida, amor, nadie te reemplazará - aseguré atrayendola hasta mi con pocesión y firmeza. - Te amo, y nadie, ni siquiera Ev cambiará eso - añadí para luego depositar un beso en su frente. Su aroma, tan tranquilizador como siempre, pareció calmar un poco mi desesperación.

Por más que tratara de entender lo que sentía o pensaba era obvio que no comprendería. Solo me bastaba demostrarle que ella era la mujer más importante en mi vida, y que no la cambiaría por nada de éste mundo. Tomé su mano y tiré de ella nuevamente. - Ven - musité atrayendola conmigo hasta la cama. La cubrí con las sabanas y la abracé rodeando su cintura y apegandola a mi pecho. Solo quería abrazarla. La extrañaba demasiado. ¿Qué tan difícil era eso de explicar? Ella tampoco parecía comprenderme a mi, y seguir con el tema claramente no ayudaría. Preferí callar y acariciar su piel con la yema de mis dedos, como solíamos hacer de pequeños para poder quedarnos dormidos entre relajantes caricias.

Sentía y escuchaba la respiración de Lily colapsar contra mi pecho. Mis ojos se cerraron lentamente y me quedé acurrucado a ella unos minutos hasta que sentí sus manos hundirse en mis cabellos. Poco a poco fui relajándome completamente. Ni cuenta me di de como ya había olvidado completamente por qué habíamos estado discutiendo. Abrí mis ojos con pereza y sonreí al escucharla bostezar. Mi pequeña solo tenía sueño, y quizás por eso estaba tan malhumorada. Sentí su beso sobre mi mentón y mi mandíbula se tensó levemente. Mis manos siguieron acariciando su espalda, pero ésta vez por debajo de su camiseta. La yema de mis dedos se deslizó por su piel, cálida, y mis labios se depositaron nuevamente en su frente. Ya todo era paz, ya todo era armonía.

No sé cuanto tiempo estuvimos así, acurrucados, y acariciándonos, pero mis manos cedieron, y también mi cuerpo, mis sentidos, todo. Cuando reaccioné noté que me había quedado dormido y entre mis brazos tenía a una adormilada Lilylú. Se veía sencillamente hermosa y mi sonrisa, al verla entre mis brazos se hizo presente. Acaricié su mejilla, e incliné mi rostro levemente. Mis labios se aproximaron hasta sus mejillas y cerré mis ojos antes de depositarlos en ella, pero no sé en qué momento, o como fue que pasó, pero me vi inconscientemente besando sus labios de forma cálida y lenta. Mis ojos se abrieron levemente y se toparon con los de Lily, mi pequeña Lily, que en aquella fracción de segundos me pareció toda una mujer. Suspiré y la atraje con más fuerza contra mi cuerpo, sintiendo el calor de su pecho mezclarse con el mio. Mi mano se abrió a su espalda y la sostuvo con firmeza, mientras mis labios nuevamente buscaban los suyos, pero ésta vez mi lengua irrumpió en su boca, y la hiel de ésta se mezcló con la mía a la vez que nuestras lenguas se entrelazaban en un beso que se alejaba bastante del de uno fraternal, al menos para mi.

No tuve tiempo de ver la locura que estaba cometiendo pues la cama y la habitación completa comenzó a agitarse, logrando que separara mis labios de Lily. Un temblor que duró no más de unos segundos logró que una foto en la pared cayera al suelo. Hacía días que los temblores eran muy frecuentes, pero nunca habían sido de esa intensidad.

Me incorporé en la cama con Lily entre mis brazos y apoyé mi espalda en la pared. - ¿Estás bien, Pecas? - pregunté acariciando sus cabellos con la palma de mi mano, mientras sentía como el sismo se detenía completamente. Desde el la habitación de Harry escuché a mamá gritar para cerciorarse de que no nos hubiera ocurrido nada. - ¡Si, Momy! ¡No pasa nada! - exclamé apartando mi rostro lo más posible de Lily para que mi grito no le molestara.

Una vez volví mi mirada a ella noté el susto que había pasado. - Está bien, Lily, ya pasó - le aseguré acariciando su rostro y atrayendo su mirada hasta mi. - Estás conmigo, no dejaré que nada malo te pase, ¿vale? - dije asintiendo con la cabeza y mirándola fijamente con algo de preocupación aún. Pestañeé con fuerza y fue entonces cuando recordé lo que estábamos haciendo antes de que el temblor nos interrumpiera. En ése momento me puse rojo como un tomate. Y el calor en mis mejillas fue tal que me vi obligado a separarme de ella y darle la espalda sentadome con los pies fuera de la cama. Miré el exterior y aún era de noche, no habíamos dormido tanto como creía, pero por más que busqué algún motivo para distraer mi mente no lo encontré. Negué con la cabeza y empuñé mis manos sobre mis piernas con fuerza, arrugando mis pantalones en el acto.

¿Qué has hecho, James Sirius Potter?

En aquellos minutos de silencio, incómodos, mis manos se relajaron y se abrieron de aquel puño en las que se mantenían, pero comencé a frotarlas con fuerza sobre la tela de mi pantalón, pues habían comenzado a sudarme de manera considerable. Lilylú apareció frente a mi, sentada sobre el suelo con aquella sonrisa encantadora que en cualquier momento hubiera logrado sacarme una a mi también, pero en ésta ocasión ni siquiera podía mirarla a la cara. Desvié la mirada.

¿Cómo hacer de cuenta que nada sucedió? ¡Merlín, James! ¡Besaste a Lily, a tu pequeña, a TU HERMANITA! ¿En qué coño estabas pensando?. No, no pensaba, ése era el punto, malditos impulsos. No sabía qué decir, como reaccionar, como disculparme, simplemente no tenía perdón y lo peor de todo es que Lily al parecer no se daba cuenta de la gravedad del asunto, y mucho menos que a mi no me gusta mentir, si hay algo que detesto es mentir, aunque ocultando cosas era muy bueno.

Sentí su mano en mi mejilla, y mi mirada se volvió hacia ella cuando la pelliscó. Sonreí de medio lado ante sus burlas y rugí cogiendola por la cintura con una mano. - Arrrgh! - la levanté y la dejé caer sobre la cama, donde dió un par de rebotes, para luego avalanzarme sobre ella. - ¡No seas mentirosa, pulga! - comencé a hacerle cosquillas y mordisquear sus mejillas sin dejarla escapar. Cuando ya el desgaste por ahogarla entre risas fue en aumento me detuve y me quedé soobre ella, aún con una sonrisa, mientras mi respiración agitada comenzaba a tomar calma. Contemplé el rostro de Lily, su sonrisa, su mirada, y mi mano acarició su rostro con alebocia. Deposité un beso en su frente y me dejé caer a su lado.

Ambos quedamos contemplando el techo de la habitación, ya con la respiración menos agitada. - Lily... - murmuré sin apartar mi mirada del techo. - Te amo. - aseguré mientras tomaba su mano entre la mía. - ¡Por eso...! - exclamé tirando de ella hasta que su cuerpo quedara sobre el mío. - Deverás ayudarme a buscar un buen disfraz, ¿vale? No querrás que tu hermanito vaya en arapos a una fiesta como ésa, ¿no? - arqueé una ceja interrogador. En mi habitación habian muchos disfraces de fiestas anteriores, y en la azotea nuestros padres conservaban sus disfraces de su juventud, de seguro algo sacariamos entre tanto cachureos.

De forma arisca y divertida Lilylú se separó de mi para comenzar a hurgar en su baúl. Me incorporé sentándome en la orilla de la cama y la observe afirmado de ésta misma con las manos. Crucé mis piernas y comencé a balancear el pie que quedó encima del otro.

- ¿Qué piensas encontrar ahí? - pregunté mientras veía como una a una las prendas de ropa caían por toda la habitación. Me puse de pie comencé a recoger algunas; tutús, mascaras, playeras de todos los colores, bufandas, y demás. - Éste... no creo que sirvan de mucho ¿o si? - pregunté arqueando una ceja y sosteniendo un par de prendas de vestir entre mis manos. En ése momento me percaté de que Lilylú estaba guardando algunas prendas a su lado. Esas si se veían más decentes.

- Es lo que conlleva ser un Potter, todos te idolatran - aseguré aproximandome a ella y tomando una mascara negra que había a su lado. No sé de donde la gente sacaba que yo era un rompe-corazones, pues hasta ahora solo había estado con un par de chicas en el colegio. Lo único de lo que me preocupaba era de como empapar al tal Slytherin o como hacer perder la cabeza de tal profesor, las chicas no me importaban en lo absoluto, salvo un par, claro. Quizás era mi atractivo lo que marcaba la diferencia, o eso es lo que las oía de las chicas, mi forma ser, mi forma de andar despreocupada y mi atractivo. Yo no ponía nada de esfuerzo.

Me la coloqué y cubrí mi rostro con ella. - ¿Tu ya sabes de qué irás disfrazada, Pecas? - pregunté mirandome al espejo con la mascara puesta, la cual me cubría la zona de la nariz y los ojos. No se veía nada mal. - Apuesto a que irás de princesita - sonreí burlón mientras veía como terminaba con su trabajo. - ¿Qué dices? puedo ir vestido del chapulin colorado! - exclamé quitándome la mascara y cogiendo un chipote chillón que había salido volando hacia un rato.

"pit, pit". James estrelló el chipote chichón contra la cabeza de Lilylú dos veces de forma suave y consecutiva. No obstante su hermana pequeña jamás permitiría que fuera vestido de forma tan ridicula. Le quitó el chipote de las manos y lo lanzó contra la pared. Más sería de lo normal comenzó a quitarle la camiseta a lo que James no opuso resistencia, aunque cierto cosquilleo en las costillas por las manos frias de su hermana le hicieron arquear la cintura de forma divertida. Se dejó vestir por aquella camisa y volvió a colocar su antifaz en su posición.

Lilylú abotonaba la camisa con una expresión un tanto divertida para mi gusto, se estaba tomando muy enserio lo del disfraz, bueno Lilylú siempre se tomaba todo muy en serio. Al terminar con la camisa me lanzó un pantalón negro, de tela, en pleno rostro. Lo sostuve entre mis manos y la miré a ella y el pantalón, consecutivamente, varias veces. Al oir su orden asentí algo nervioso. -Puedes...- no terminé mi petición pues ella volteó sola para darme la espalda. De antaño andaba por la casa solo en ropa interior, pero ahora Lilylú ya estaba más grande como para hacer ése tipo de cosas y hasta podría decirse que me avergonzaba, solo un poco, desvestirme frente a ella.

Una vez James se puso los pantalones Liliylú se devolvió con el último accesorio, un sombrero negro. James arqueó una ceja aún sin comprender del todo el disfraz. Aún así se lo puso sin chistar para no enfadar a la pequeña y se observó al espejo. Sombrero negro, ropa a la medida negra y un antifaz. En sí no se veía mal pero faltaba algo... Recorrió la habitación con la mirada y encontró entre los cachureos una pluma la cual cogió y pegó en el sombrero. Junto a ella había un estoque de plástico. - Perfecto - señaló mientras lo cogía y volvió a incorporarse con la pluma en la cabeza y el estoque en mano. - Puez donde eztá mi gitana, joderrrrrrrr- sacó todo su acento españolao apuntando con la punta del estoque a su reflejo. Ladeó su rostro y se encontró con Lilylú observandolo divertida. - Ven y hazhme el amor, maja - dijo ésta vez tirando el estoque a cualquier parte y cogiendo entre sus brazos a la pequeña. Sus dientes mordisquearon el cuello de su hermana varias veces mientras la tenía entre sus brazos. Ya sabía de qué iría disfrazado, y todo gracias a su hermana. Sería el Zorro.

Si bien James tenía la fuerza, Lily tenía la agilidad, y como no si era la buscadora del equipo desde los primeros años. Los dientes de James mordisqueaban sin descanso el cuello de su hermana entre gruñidos y ronroneos, pero Lily con presteza consiguió aferrarse con sus piernas a la cintura de su hermano. James viéndose sorprendido, no tanto por su habilidad, sino por la "incomoda" posición en que su hermana lo ponía, perdió el equilibrio y se dejó caer sobre la cama con Lilian sobre su entrepierna.

Las cosquillas comenzaron. Los delicados de Lily recorrieron el torso de James, quien se agitó con fuerza tratando de sacarse de encima a la pecosa sin exito alguno. Se estaba agotando, y poco a poco comenzó a ahogarse entre risas. - ¡Lily, no! ¡Alto! - rió estruendosamente aferrándose a las sabanas con sus manos. Si seguía así se ahogaría de la risa.

Al fin sentía a mi Lilylú de regreso, a la que con facilidad se dejaba mimar por los que la rodeaban, a aquella que inundaba amor por todos los poros de su piel, a la que todos amábamos, a la de siempre.

Abrazados y entre guerras de cosquillas el cansancio fue creciendo por parte de ambos, pero lógicamente ninguno cedía. Kreacher, nuestro elfo apareció de la nada y se materializó a nuestro lado, sobre la cama. - La señora Potter enfadada está. Mucho ruido molesto hacer los pequeños Potter. Si no callar, ella misma venir a reprenderlos. - Gruñó molesto el elfo mientras nos daba la espalda y se retiraba murmurando por lo bajo "Con los señoritos Black, Kreacher no tenia que soportar ésto. Todos traidores a la sangre, si la señora Black estuviera viva...".

Con pereza me aparté de Lily y quité el sombrero dejándolo debajo de la cama. Aún seguia con mi respiración entrecortada, estaba cansado, pues ya era muy tarde. - ¿Durmamos? - pregunté mirando el techo de la habitación. - Juntos - añadí desviando mi mirada de los maderos hasta Lilylú. Sería como en los viejos tiempos en que Lily se iba a meter a mi cama por las noches cuando se sentía sola, pues dudaba que alguna vez sintió miedo de la oscuridad y esas cosas. Más que mal era una Potter.