Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
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Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
Primero de Septiembre, al atardecer.
El crujir de los rieles y el agudo silbido de las chimeneas liberando aquel voluptuoso vapor nos alertaba de que el Expreso Hogwarts se alejaba de la estación de King's Cross. Los padres primerizos contemplaban el tren alejarse, seguramente recordando sus primeros viajes a Hogwarts. Era algo inevitable de evocar en aquella situación, y yo como todos los años seguía aferrado a la cintura de Ginny, como si fuera la primera vez que estábamos juntos dejando a nuestros hijos. James fue el primero, como olvidar la forma estruendosa en que chocó contra el muro entre los andenes ocho y nueve, por apresurarse a nuestras indicaciones y no entrar en el Anden 9¾. Y tal como ese primer día, deposité un beso en la frente de mi esposa, rodeándola con más firmeza con mi brazo izquierdo, mientras la locomotora a vapor, color escarlata, se alejaba de la estación londinense.
Era hora de volver a casa, pero a diferencia de los otros años, no sentía aquella armonía y esa necesidad por volver a Grimmauld Place, para disfrutar de la intimidad y la compañía de mi amada esposa. Sin niños, sin escándalos ni discusiones que a la larga nos hacían reír de todos. Puede que fuéramos una familia algo dispareja, pero el respeto y el cariño, a las finales, siempre estaba presente. Pero éste año nada era distinto. Mi cabeza estaba en el Ministerio, y a pesar de que Kingsley Shacklebolt me había ordenado, literalmente, que no asistiera a trabajar ese día, me sentía más que en deuda con él, el ministerio, el cuerpo de Aurores y el Mundo Mágico en general. Había pasado días sin dormir, tratando de buscar alguna explicación a los constantes ataques, no solo a Beauxbatons y Durmstrang sino también al mundo muggle. Por un momento llegué a desconfiar de mis propios colegas, y hasta del mismo ministro. Si, desconfiaba de mi viejo amigo y de que su lucha en contra de la discriminación de los nacidos muggles hubiera llegado a si fin. Por lo menos los Dementores habían dejado de usarse en Azkaban hacia años, pero ya no me extrañaría que volvieran a necesitar de sus habilidades para controlar los constantes y penosos sucesos. El Mundo Mágico se caía a pedazos, lentamente, y yo no podía hacer nada por remediarlo, me sentía inútil, débil y hasta avergonzado.
El trayecto, hasta llegar a Grimmauld Place fue de un total silencio. Un par de llamadas telefónicas desde mi celular al Ministerio, otro par de regaños por parte de Shacklebolt, y más de una mirada silenciosa por parte de Ginny, las cuales a mi pesar, ignoré completamente. Estaba tan ensimismado en mis propios problemas que había dejado de lado lo único que verdaderamente valía la pena rescatar. Pues era ella y mis hijos, el motivo del que me esmerara tanto buscando la manera de mantener a salvo el mudo mágico, todo lo hacía por ella, mi amada, mi sol. ¿Cómo podía llegar a ser tan desinteresado y no preocuparme por lo que ella debía estar pensando o sintiendo con ésta situación?. Debía compensarlo quizás con un fin de semana de bohemia y locura, de andar en la moto voladora que Sirius me había dejado, o cabalgar a caballo por los enormes senderos de los alrededores de Londres, o simplemente disfrutar de un partido de Quidditch en vivo, o una simple película de humor/drama, que a ella tanto le gusta. Algo haría al respecto y compensaría todo el daño que había hecho.
Retiré mi varita de mi traje, siempre con porte e ímpetu. - Fidelus - musité el encantamiento entre aquellas dos sucias y descuidadas casas de muggles, abriendo paso a la Noble y Ancestral Casa de los Black, la cual, al igual que la moto y el elfo domestico que parecía no querer dejar la mansión por más que se lo ordenara, me había dejado Sirius como herencia. Abrí la puerta dándole paso a Ginny para que entrara, pero cuando la vi avanzar solo un par de pasos, algo cabizbaja, detuve su trayecto, sujetándola con fuerza por la cintura y atraiéndola hasta mi con ímpetu y seguridad, plantando mi palma en su espalda y depositando un cálido beso en sus labios. Un suspiró se escapó desde mi pecho, y mi corazón pareció recobrar aquel calor que solo ella, sus labios, sus caricias, o su simple sonrisa me entregaban. Una sensación que cultivábamos día a día como si de una pareja de novios joviales y enamoradizos se tratase. Enamorados empedernidos y juveniles es lo que eramos. Mis labios se apartaron con sutiliza y mi mano libre acarició sus mejillas, mientras mis ojos se abrían lentamente al encuentro de sus dos luceros marrones, los cuales me cautivaban como el primer día en que mis labios rosaron los suyos. Si, nuestro primer beso, inolvidable y memorable. - Ésta noche será tuya y mía, mi Sol. Será nuestra - anuncié esbozando una tranquila y cálida sonrisa liberándola de mi mano en su espalda. Una noche en que plasmaría y reconfortaría su corazón como siempre trataba de hacerlo, una noche de bohemia, una noche de ilusión. Sus pasos la alejaron y mi vista se alzó hasta el firmamento, donde el cielo, anaranjado, parecía caer sobre nosotros. Suspiré. Ésta noche deberíamos planear también la cena con los Malfoy que se aproximaba, y alguna sorpresa para Hermione por su próximo cumpleaños. Sonreí y me adentré detrás de Ginny a la mansión. Hogar dulce hogar.
El crujir de los rieles y el agudo silbido de las chimeneas liberando aquel voluptuoso vapor nos alertaba de que el Expreso Hogwarts se alejaba de la estación de King's Cross. Los padres primerizos contemplaban el tren alejarse, seguramente recordando sus primeros viajes a Hogwarts. Era algo inevitable de evocar en aquella situación, y yo como todos los años seguía aferrado a la cintura de Ginny, como si fuera la primera vez que estábamos juntos dejando a nuestros hijos. James fue el primero, como olvidar la forma estruendosa en que chocó contra el muro entre los andenes ocho y nueve, por apresurarse a nuestras indicaciones y no entrar en el Anden 9¾. Y tal como ese primer día, deposité un beso en la frente de mi esposa, rodeándola con más firmeza con mi brazo izquierdo, mientras la locomotora a vapor, color escarlata, se alejaba de la estación londinense.
Era hora de volver a casa, pero a diferencia de los otros años, no sentía aquella armonía y esa necesidad por volver a Grimmauld Place, para disfrutar de la intimidad y la compañía de mi amada esposa. Sin niños, sin escándalos ni discusiones que a la larga nos hacían reír de todos. Puede que fuéramos una familia algo dispareja, pero el respeto y el cariño, a las finales, siempre estaba presente. Pero éste año nada era distinto. Mi cabeza estaba en el Ministerio, y a pesar de que Kingsley Shacklebolt me había ordenado, literalmente, que no asistiera a trabajar ese día, me sentía más que en deuda con él, el ministerio, el cuerpo de Aurores y el Mundo Mágico en general. Había pasado días sin dormir, tratando de buscar alguna explicación a los constantes ataques, no solo a Beauxbatons y Durmstrang sino también al mundo muggle. Por un momento llegué a desconfiar de mis propios colegas, y hasta del mismo ministro. Si, desconfiaba de mi viejo amigo y de que su lucha en contra de la discriminación de los nacidos muggles hubiera llegado a si fin. Por lo menos los Dementores habían dejado de usarse en Azkaban hacia años, pero ya no me extrañaría que volvieran a necesitar de sus habilidades para controlar los constantes y penosos sucesos. El Mundo Mágico se caía a pedazos, lentamente, y yo no podía hacer nada por remediarlo, me sentía inútil, débil y hasta avergonzado.
El trayecto, hasta llegar a Grimmauld Place fue de un total silencio. Un par de llamadas telefónicas desde mi celular al Ministerio, otro par de regaños por parte de Shacklebolt, y más de una mirada silenciosa por parte de Ginny, las cuales a mi pesar, ignoré completamente. Estaba tan ensimismado en mis propios problemas que había dejado de lado lo único que verdaderamente valía la pena rescatar. Pues era ella y mis hijos, el motivo del que me esmerara tanto buscando la manera de mantener a salvo el mudo mágico, todo lo hacía por ella, mi amada, mi sol. ¿Cómo podía llegar a ser tan desinteresado y no preocuparme por lo que ella debía estar pensando o sintiendo con ésta situación?. Debía compensarlo quizás con un fin de semana de bohemia y locura, de andar en la moto voladora que Sirius me había dejado, o cabalgar a caballo por los enormes senderos de los alrededores de Londres, o simplemente disfrutar de un partido de Quidditch en vivo, o una simple película de humor/drama, que a ella tanto le gusta. Algo haría al respecto y compensaría todo el daño que había hecho.
Retiré mi varita de mi traje, siempre con porte e ímpetu. - Fidelus - musité el encantamiento entre aquellas dos sucias y descuidadas casas de muggles, abriendo paso a la Noble y Ancestral Casa de los Black, la cual, al igual que la moto y el elfo domestico que parecía no querer dejar la mansión por más que se lo ordenara, me había dejado Sirius como herencia. Abrí la puerta dándole paso a Ginny para que entrara, pero cuando la vi avanzar solo un par de pasos, algo cabizbaja, detuve su trayecto, sujetándola con fuerza por la cintura y atraiéndola hasta mi con ímpetu y seguridad, plantando mi palma en su espalda y depositando un cálido beso en sus labios. Un suspiró se escapó desde mi pecho, y mi corazón pareció recobrar aquel calor que solo ella, sus labios, sus caricias, o su simple sonrisa me entregaban. Una sensación que cultivábamos día a día como si de una pareja de novios joviales y enamoradizos se tratase. Enamorados empedernidos y juveniles es lo que eramos. Mis labios se apartaron con sutiliza y mi mano libre acarició sus mejillas, mientras mis ojos se abrían lentamente al encuentro de sus dos luceros marrones, los cuales me cautivaban como el primer día en que mis labios rosaron los suyos. Si, nuestro primer beso, inolvidable y memorable. - Ésta noche será tuya y mía, mi Sol. Será nuestra - anuncié esbozando una tranquila y cálida sonrisa liberándola de mi mano en su espalda. Una noche en que plasmaría y reconfortaría su corazón como siempre trataba de hacerlo, una noche de bohemia, una noche de ilusión. Sus pasos la alejaron y mi vista se alzó hasta el firmamento, donde el cielo, anaranjado, parecía caer sobre nosotros. Suspiré. Ésta noche deberíamos planear también la cena con los Malfoy que se aproximaba, y alguna sorpresa para Hermione por su próximo cumpleaños. Sonreí y me adentré detrás de Ginny a la mansión. Hogar dulce hogar.
Harry Potter- Líder de los Aurores
Líder de los Mortífagos - Mensajes : 54
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
Re: Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
Una fría brisa hizo revolotear sus cabellos anaranjados por la estación mientras su mirada siguió con nostalgia aquella locomotora carmín hasta que desapareció de su vista, sentía como si tan solo fuese ayer el primer día de la familia Potter Weasley en la estación. Recordaba con dulzura la emoción que tenía el pequeño James por conocer Hogwarts, aquel colegio que sus tíos siempre nombraban y Albus, resentido porque era muy pequeño aún para conocer el lugar en que su padre había derrotado al que no podía ser nombrando, mientras la pequeña Lily yacía en los brazos de su padre que sin dejar de sonreír contemplaba a su familia. Sentía una presión en su pecho desde que habían llegado a King’s Cross, algo no andaba bien y podía sentilo, por más que la despedida fue exactamente idéntica a la de los años anteriores, había algo en Harry, en sus besos, en sus caricias que la asustaban. No quería alterar a los niños por lo que simplemente actuó con normalidad, aunque su corazón se despedazaba por dentro. Tenía tantas dudas, tantas interrogantes que su esposo se dedicaba a ignorar que ya la cosa había pasado a mayores. Se sentía sola en medio de tanta gente, sola aun cuando el amor de su vida se encontraba a su lado aferrándola con fuerza. Ni siquiera tenía sentido pero ella lo sentía, aquel vacío en su pecho estaba presente desde hace bastante y en aquel momento había llegado a su mayor expresión. Ahora que sus pequeños amores no estarían a su lado, James no estaría ahí para hacerla reír, Lily para conversar como si de dos adolescentes se tratasen o Albus para que tratar de ignorarla con aquella mirada tan llena deseos. Por más que cada uno de sus hijos eran diferentes entre sí, poseían sus defectos y virtudes, los amaba a cada uno por igual. Detestaba oír que Albus se sintiese rechazado, ignorado y el menos preferido. No obstante el destino se encargaba de que Ginny estuviese siempre apoyando al mayor de sus hijos, en vez de a su hijo mediano. Suspiró negando con la cabeza, debía sacar toda idea extraña de su cabeza. Ya era hora de volver a casa.
Ya no podía soportarlo más, aquella sensación me estaba matando y él no podía darse cuenta. Por dentro me estaba derrumbando, necesitaba una de sus sonrisas para poder sentir que todo estaba bien, una mirada cálida, no necesitaba palabras o explicaciones, solo necesitaba sentir que aquel amor que profesaba mi corazón, era aun buen recibido. El transcurso a casa fue espantoso, el peor de todos los años sin duda alguna. Harry no me dirigió ni una mísera palabra, el silencio incómodo que nos rodeaba era interrumpido exclusivamente por la voz de Kingsley Shacklebolt que resonaba por todo el lugar, una voz masculina y rasposa que elevando el volumen se comunicaba con mi esposo. Por mi parte solo me dediqué a observarlo de reojo en completa soledad mientras la tristeza comenzaba a apoderarse lentamente de mí. No era una mujer con ataque de melancolía constantes pero las cosas en aquel momento se estaban saliendo de control. En qué momento había sucedido todo esto, en qué momento el amor que me mantenía de pie se había esfumado. Si bien Harry siempre había sido un hombre responsable, entregado completamente a su trabajo, había cruzado el límite del abandono y desinterés. Tal vez simplemente ya no me quería...
La antigua casa de la familia Black apareció en medio de aquellas funestas residencias muggles que parecía derrumbarse en cualquier momento. Él abrió la puerta y se abrió paso para que ella pudiese ingresar primero, sin pensarlo demasiado ella ingresó a su hogar, aquel que había sido su resguardo por más de quince años. Sin embargo aquellas paredes, los muebles, el aroma a jazmín, que siempre envolvía la comodidad de su hogar, ya no eran los mismos, todo parecía un poco más gris. Caminó con paso dubitativo pasando por su lado sin siquiera dirigirle una mirada, sus pupilas se posaron en las escaleras del fondo y nada más, por el momento solo pensaba en subir y escapar, si hubiese sido una niña pequeña hubiese corrido sin mirar atrás. Quería alejarse de aquella gélida mirada esmeralda que la hacía dudar de todo lo que en algún momento existió, de ese amor en donde ella ciegamente siempre creyó. Capturó su labio inferior con inseguridad, un paso, dos, tres… Su cintura fue capturara por una fuerza cálida que la alejó de su objetivo y la obligó a girar la dirección de su cuerpo en ciento ochenta grados. Harry la acercó con arrebato y convicción, su rostro había cambiado y Ginny pudo darse cuenta de ello, mas no tuvo tiempo de reaccionar, sus labios ya habían sido capturados por aquellos que simplemente la hacían alucinar. Solo fue solo una fracción de tiempo que le hizo volver los colores al rostro, no necesitaba un por qué de lo que estaba sucediendo, podía sentir como su corazón también latía por ella y eso la hacía feliz. El beso fue fugaz pero cálido y apasionado, lo necesario para volver hacerla creer en que entre ellos existía un [nosotros. Su corazón era el de una adolescente nuevamente, con aquella sensación de felicidad utópica que la envolvía como un fuerte abrazo siempre que se sentía enamorada del amor, enamorada del hombre de su vida. Sin bien eso era cegarse a la realidad, en aquel momento prefirió vivir engañada pensando en que nada estaba mal a pasar un mal momento. Quería disfrutar de lo que ese hombre la hacía sentir, quería sentirlo como cada día en los anteriores años cuando su corazón nombraba a gritos su nombre.
Lo que a continuación sucedió me tomó por sorpresa logrando que una reluciente sonrisa se expandiese por mi rostro, su voz tranquila y aquella cálida sonrisa me otorgó la serenidad que necesitaba. Besé su mejilla suevamente de forma fugitiva y asentí con la cabeza a su propuesta, volvía a sentirme completamente feliz. Tenía tanto en qué pensar, le sonreí una última vez y me alejé rápidamente en dirección a mi habitación. El tiempo pasaba rápido, fue cosa de un abrir y cerrar de ojos para que el astro mayor se destacase en aquel manto oscuro que cubría la ciudad. Había llegado el momento de volver a ser nosotros. Elegí un vestido relativamente nuevo que había comprado un par de semanas atrás color negro, era ajustado al cuerpo con sutiles aplicaciones en color plata y llegaba sobre la rodilla, de tal forma que era sexy pero casual. Había decidido llevar el cabello suelto y vaporoso, haciendo destacar las ondas anaranjadas que caían sobre mi espalda. Me observé al espejo una última vez y bajé al primer piso donde seguramente Harry me estaría esperando. Desde que llegamos de dejar a los niños había permanecido en su oficina, cosa que me fue totalmente indiferente. Solo esperaba con ansias lo que sucedería esta noche, sería feliz con tan solo observar una película a su lado, una cena o un paseo, todo estaría bien para mí. A su lado cada detalle se convertía en algo especial.
Una vez abajo lo buscó con la mirada, a primera vista no lo encontró por lo que fue tras a él en su búsqueda. Caminó sigilosamente hasta escabullirse frente a su oficina, abrió la puerta lentamente y apoyando una mano en el borde de la puerta lo observó. Ahí estaba sentado en su escritorio con la mirada fija en unos papel que solo sabe Merlin que información tienen. – Amor? – Preguntó con voz suave solo para llamar su atención. Fue sencillo, la vista de su esposo se clavó inmediatamente en ella y en el vestido que traía puesto. Estaba casi segura que nunca se había fijado en aquella adquisición ya que hace un tiempo que no la observaba como la mujer que era. Sonrió de medio lado complacida por la expresión que se dibujó en el rostro de Harry, una expresión que no supo definir con precisión pero el brillo en su mirada le decía que al parecer no había elegido mal - ¿Te quedarás aquí toda la noche? – Preguntó con una amplia sonrisa mientras el rostro de su esposo volvía a la normalidad.
Ya no podía soportarlo más, aquella sensación me estaba matando y él no podía darse cuenta. Por dentro me estaba derrumbando, necesitaba una de sus sonrisas para poder sentir que todo estaba bien, una mirada cálida, no necesitaba palabras o explicaciones, solo necesitaba sentir que aquel amor que profesaba mi corazón, era aun buen recibido. El transcurso a casa fue espantoso, el peor de todos los años sin duda alguna. Harry no me dirigió ni una mísera palabra, el silencio incómodo que nos rodeaba era interrumpido exclusivamente por la voz de Kingsley Shacklebolt que resonaba por todo el lugar, una voz masculina y rasposa que elevando el volumen se comunicaba con mi esposo. Por mi parte solo me dediqué a observarlo de reojo en completa soledad mientras la tristeza comenzaba a apoderarse lentamente de mí. No era una mujer con ataque de melancolía constantes pero las cosas en aquel momento se estaban saliendo de control. En qué momento había sucedido todo esto, en qué momento el amor que me mantenía de pie se había esfumado. Si bien Harry siempre había sido un hombre responsable, entregado completamente a su trabajo, había cruzado el límite del abandono y desinterés. Tal vez simplemente ya no me quería...
La antigua casa de la familia Black apareció en medio de aquellas funestas residencias muggles que parecía derrumbarse en cualquier momento. Él abrió la puerta y se abrió paso para que ella pudiese ingresar primero, sin pensarlo demasiado ella ingresó a su hogar, aquel que había sido su resguardo por más de quince años. Sin embargo aquellas paredes, los muebles, el aroma a jazmín, que siempre envolvía la comodidad de su hogar, ya no eran los mismos, todo parecía un poco más gris. Caminó con paso dubitativo pasando por su lado sin siquiera dirigirle una mirada, sus pupilas se posaron en las escaleras del fondo y nada más, por el momento solo pensaba en subir y escapar, si hubiese sido una niña pequeña hubiese corrido sin mirar atrás. Quería alejarse de aquella gélida mirada esmeralda que la hacía dudar de todo lo que en algún momento existió, de ese amor en donde ella ciegamente siempre creyó. Capturó su labio inferior con inseguridad, un paso, dos, tres… Su cintura fue capturara por una fuerza cálida que la alejó de su objetivo y la obligó a girar la dirección de su cuerpo en ciento ochenta grados. Harry la acercó con arrebato y convicción, su rostro había cambiado y Ginny pudo darse cuenta de ello, mas no tuvo tiempo de reaccionar, sus labios ya habían sido capturados por aquellos que simplemente la hacían alucinar. Solo fue solo una fracción de tiempo que le hizo volver los colores al rostro, no necesitaba un por qué de lo que estaba sucediendo, podía sentir como su corazón también latía por ella y eso la hacía feliz. El beso fue fugaz pero cálido y apasionado, lo necesario para volver hacerla creer en que entre ellos existía un [nosotros. Su corazón era el de una adolescente nuevamente, con aquella sensación de felicidad utópica que la envolvía como un fuerte abrazo siempre que se sentía enamorada del amor, enamorada del hombre de su vida. Sin bien eso era cegarse a la realidad, en aquel momento prefirió vivir engañada pensando en que nada estaba mal a pasar un mal momento. Quería disfrutar de lo que ese hombre la hacía sentir, quería sentirlo como cada día en los anteriores años cuando su corazón nombraba a gritos su nombre.
Lo que a continuación sucedió me tomó por sorpresa logrando que una reluciente sonrisa se expandiese por mi rostro, su voz tranquila y aquella cálida sonrisa me otorgó la serenidad que necesitaba. Besé su mejilla suevamente de forma fugitiva y asentí con la cabeza a su propuesta, volvía a sentirme completamente feliz. Tenía tanto en qué pensar, le sonreí una última vez y me alejé rápidamente en dirección a mi habitación. El tiempo pasaba rápido, fue cosa de un abrir y cerrar de ojos para que el astro mayor se destacase en aquel manto oscuro que cubría la ciudad. Había llegado el momento de volver a ser nosotros. Elegí un vestido relativamente nuevo que había comprado un par de semanas atrás color negro, era ajustado al cuerpo con sutiles aplicaciones en color plata y llegaba sobre la rodilla, de tal forma que era sexy pero casual. Había decidido llevar el cabello suelto y vaporoso, haciendo destacar las ondas anaranjadas que caían sobre mi espalda. Me observé al espejo una última vez y bajé al primer piso donde seguramente Harry me estaría esperando. Desde que llegamos de dejar a los niños había permanecido en su oficina, cosa que me fue totalmente indiferente. Solo esperaba con ansias lo que sucedería esta noche, sería feliz con tan solo observar una película a su lado, una cena o un paseo, todo estaría bien para mí. A su lado cada detalle se convertía en algo especial.
Una vez abajo lo buscó con la mirada, a primera vista no lo encontró por lo que fue tras a él en su búsqueda. Caminó sigilosamente hasta escabullirse frente a su oficina, abrió la puerta lentamente y apoyando una mano en el borde de la puerta lo observó. Ahí estaba sentado en su escritorio con la mirada fija en unos papel que solo sabe Merlin que información tienen. – Amor? – Preguntó con voz suave solo para llamar su atención. Fue sencillo, la vista de su esposo se clavó inmediatamente en ella y en el vestido que traía puesto. Estaba casi segura que nunca se había fijado en aquella adquisición ya que hace un tiempo que no la observaba como la mujer que era. Sonrió de medio lado complacida por la expresión que se dibujó en el rostro de Harry, una expresión que no supo definir con precisión pero el brillo en su mirada le decía que al parecer no había elegido mal - ¿Te quedarás aquí toda la noche? – Preguntó con una amplia sonrisa mientras el rostro de su esposo volvía a la normalidad.
Ginevra M. Potter- Profesor/a de Aparición
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Fecha de inscripción : 30/03/2011
Re: Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
Aquel destello en su mirada reconfortó mi corazón de sobremanera. Sentía como el aire volvía a entrar, puro y limpio a mis pulmones, y su sonrisa, oh, su hermosa sonrisa, fue el incentivo que necesitaba para comenzar a maquinar ideas de una velada perfecta. Suspiré con fuerza mientras la observé alejarse por las escaleras rumbo a nuestra alcoba. Parpadeé con tranquilidad y posé mi mano en el pasamos para obsérvala mejor. Estiré mi cuello hasta más no poder y mis ojos se deleitaron hasta el último momento con su presencia tan angelical perdiéndose en el segundo piso. Una última sonrisa se dibujó en mi rostro y sentí deseos de comenzar a saltar por toda la sala, como un niño, para expresar mi felicidad, pero el maldito teléfono celular volvió a sonar una vez más. El ministro me estaba llamando.
– Shacklebolt, es mi día libre, ¿no querrás matarme la ilusión ahora, no? – respondí sin siquiera saludar. Para qué, si ya le había saludado tres veces ese día. Por suerte solo me llamaba para pedirme referencias de un par de Aurores. Al parecer tendría una reunión con el Jefe del departamento de interacciones muggles Ingles, y debía llevar a un par de escoltas por su protección, pues la reunión sería en el mundo muggle. Me dirigí a mi oficina y transferí su llamada a mi teléfono fijo, para que me pusiera al tanto de lo sucedido. Revisé mis archivos, mientras el sol ya se ocultaba completamente en el horizonte, dando paso a la luminosa oscuridad de la ciudad. Saqué de ellos dos expedientes con Aurores de alto nivel. Demian Selwyn y Hunt serían ideales para aquel trabajo. Mientras inspeccionaba sus fichas irrumpieron en mi habitación, y a diferencia de muchas ocasiones recientes la sonrisa de mi rostro fue innata al escuchar la voz de ella. Alcé mi rostro y una clara expresión de asombro se dibujó en mi rostro, sin contar que quedé atónito unos instantes sin saber que decir ante tal belleza. Ginny se había esmerado, y se había puesto un vestido que jamás había visto. Quizás solo era un detalle, pero un detalle que le entregaba a su ya conocido toque angelical y bien formado cuerpo, una perspectiva mucho más sexy, pero igual de delicada y armoniosa.
Presioné el botón del alta voz de mi teléfono con mi dedo índice e incliné mi rostro hasta el parlante de éste para que el ministro me escuchara bien. - ¿Sabes qué, Kingsley? Te los enviaré mañana con una lechuza – sin más corté su llamada y desconecté el teléfono fijo desde el cable, para acto seguido apagar mi teléfono celular. Me puse de pie con una amplia sonrisa y me aproximé a mi amada esposa que seguía junto a la puerta de mi oficina. - ¿Quedarme aquí y perderme de el espectáculo? – pregunté deslizando uno de mis dedos por la textura de su vestido, recorriendo su perfecta silueta terminando por posarse en su cintura. Mi mano la atrapó nuevamente y la otra se deslizó hasta su mejilla. Un beso en su frente luego de atraerla fue el comienzo de lo que sería una noche perfecta. – Te ves hermosa, Ginny – murmuré mientras ahora ambas manos rodeaban su rostro con sutileza y ternura. Mi rostro se aproximó al suyo y mi nariz rosó sus mejillas a ojos cerrados, disfrutando de su cercanía, como hacía días no tenía la oportunidad de hacerlo, con cariño y calidez. - ¿Tienes hambre? – pregunté sin esperar respuesta. – Porque yo sí – sonreí suponiendo que se decepcionaría al saber que le tocaría cocinar – PERO seré yo quien cocine ésta vez – mí sonrisa se amplió aún más y rodeé su cintura para conducirla fuera de esas cuatro paredes que tanto tiempo nos habían robado a nuestra vida matrimonial. La conduje haciéndole cosquillas hasta la cocina y una vez dentro mordisqueé el lóbulo de su oreja divertido. – Argh, Rawr – me separé de ella y comencé a sacar los ingredientes de lo que prepararía esa noche. – Veamos… - musité llevando uno de mis dedos a mis labios, mientras revisaba en la alacena. – Voilà… - sonreí al encontrar la harina y la salsa, las cuales saqué para dejar sobre la mesa, mientras Ginny me observaba como si fuera un completo extraño, o esa era la impresión que me daba. - ¿Me calientas un poco de agua, cariño? – señalé mientras comenzaba a sacar unos cuantos huevos de la nevera y buscaba un par de fuentes para dejar sobre la mesa junto a la harina y la salsa. El trabajo “difícil” comenzaba ahora. Traté de recordar cómo prepararla, pues hacía años que no preparaba masas. Según Dobby lo primero era separar la yema de clara de los huevos en ambas fuentes y comenzar a revolverlas. Me relamí el labio y remangué mis manos mientras comenzaba con el trabajo.
Ni el caso más difícil de Azkaban requería tanta paciencia como el de separar la yema de la clara. Aunque al parecer no había perdido la práctica, aún. – Si quedan algunas cascaras… te las tragas – bromeé mientras separa el último huevo y Ginny volvía con el agua tibia. Saqué mi varita y apunté a la bolsa harina. Una hilera de ésta se trasladó desde la bolsa hasta la mesa formando una especie de bulto sobre ésta. Lo siguiente fue la yema que se trasladó en forma de cascada sobre la harina esparcida. – Lo haremos a lo muggle – musité acercándome hasta Ginny para remangar su vestido. Sería mejor no ensuciar su vestido nuevo o hasta aquí llegaría su velada. De seguro estaría pensando en que pedir algo para comer o usar magia sería mucho más sencillo si lo que pretendía era cenar, pero la idea era pasar el tiempo con ella y no se me ocurrió ninguna forma más “humana” que no fuera la cocina muggle. Después de todo los muggles eran mucho más sencillos, y de pequeños detalles podían apreciar grandes cosas.
Rodeé la cintura de Ginny por la espada y la arrastré literalmente hasta la mesa para que comenzáramos a amasar juntos posando mis manos sobre las suyas y ambas sobre la masa. La textura de sus dedos era tan delicada que hasta parecían fundirse en la harina. El huevo se mescló no solo con la masa, sino también con nuestros dedos, adhiriéndolos y haciéndome sentir cada vez más parte de ella. Mordí el lóbulo de su oreja nuevamente y nuestras miradas se cruzaron cuando ella ladeó su rostro, y no pude resistirlo más, mis labios se posaron en los suyos suavemente, ejerciendo la presión necesario para que los suyos cedieron dándola la libertad completa a mi lengua para que hurgara cada rincón de su boca. Ginny giró completamente rodeando mi cuello con sus brazos, pero manteniendo sus manos entrelazadas y apartadas de mi cabello, seguramente para no ensuciarlos, mientras mis manos seguían con el trabajo de mesclar y amasar lo que quedaba del huevo y la harina.
Noches como éstas, en las que podía disfrutar de forma sencilla y tranquila con mi esposa, eran las que más valoraba. Nunca me había percatado de que la rutina quizás estaba deteriorando nuestra relación, estacando nuestro amor y logrando que un muero se interpusiera entre ambos, pero ésta noche la rutina había quedado de lado, aquel muro que nos separaba se había derrumbado por completo con un simple pero aturdidor beso, y nuestro amor volvía a florecer con cada latido que mi corazón sincronizaba con el suyo. Un amor sincero, un amor verdadero, un amor que no se había marchitado con el tiempo, sino que simplemente había olvidado regar, pero desde ésta noche procuraría abonar y cuidar con esmero cada día del resto de nuestras vidas.
– Shacklebolt, es mi día libre, ¿no querrás matarme la ilusión ahora, no? – respondí sin siquiera saludar. Para qué, si ya le había saludado tres veces ese día. Por suerte solo me llamaba para pedirme referencias de un par de Aurores. Al parecer tendría una reunión con el Jefe del departamento de interacciones muggles Ingles, y debía llevar a un par de escoltas por su protección, pues la reunión sería en el mundo muggle. Me dirigí a mi oficina y transferí su llamada a mi teléfono fijo, para que me pusiera al tanto de lo sucedido. Revisé mis archivos, mientras el sol ya se ocultaba completamente en el horizonte, dando paso a la luminosa oscuridad de la ciudad. Saqué de ellos dos expedientes con Aurores de alto nivel. Demian Selwyn y Hunt serían ideales para aquel trabajo. Mientras inspeccionaba sus fichas irrumpieron en mi habitación, y a diferencia de muchas ocasiones recientes la sonrisa de mi rostro fue innata al escuchar la voz de ella. Alcé mi rostro y una clara expresión de asombro se dibujó en mi rostro, sin contar que quedé atónito unos instantes sin saber que decir ante tal belleza. Ginny se había esmerado, y se había puesto un vestido que jamás había visto. Quizás solo era un detalle, pero un detalle que le entregaba a su ya conocido toque angelical y bien formado cuerpo, una perspectiva mucho más sexy, pero igual de delicada y armoniosa.
Presioné el botón del alta voz de mi teléfono con mi dedo índice e incliné mi rostro hasta el parlante de éste para que el ministro me escuchara bien. - ¿Sabes qué, Kingsley? Te los enviaré mañana con una lechuza – sin más corté su llamada y desconecté el teléfono fijo desde el cable, para acto seguido apagar mi teléfono celular. Me puse de pie con una amplia sonrisa y me aproximé a mi amada esposa que seguía junto a la puerta de mi oficina. - ¿Quedarme aquí y perderme de el espectáculo? – pregunté deslizando uno de mis dedos por la textura de su vestido, recorriendo su perfecta silueta terminando por posarse en su cintura. Mi mano la atrapó nuevamente y la otra se deslizó hasta su mejilla. Un beso en su frente luego de atraerla fue el comienzo de lo que sería una noche perfecta. – Te ves hermosa, Ginny – murmuré mientras ahora ambas manos rodeaban su rostro con sutileza y ternura. Mi rostro se aproximó al suyo y mi nariz rosó sus mejillas a ojos cerrados, disfrutando de su cercanía, como hacía días no tenía la oportunidad de hacerlo, con cariño y calidez. - ¿Tienes hambre? – pregunté sin esperar respuesta. – Porque yo sí – sonreí suponiendo que se decepcionaría al saber que le tocaría cocinar – PERO seré yo quien cocine ésta vez – mí sonrisa se amplió aún más y rodeé su cintura para conducirla fuera de esas cuatro paredes que tanto tiempo nos habían robado a nuestra vida matrimonial. La conduje haciéndole cosquillas hasta la cocina y una vez dentro mordisqueé el lóbulo de su oreja divertido. – Argh, Rawr – me separé de ella y comencé a sacar los ingredientes de lo que prepararía esa noche. – Veamos… - musité llevando uno de mis dedos a mis labios, mientras revisaba en la alacena. – Voilà… - sonreí al encontrar la harina y la salsa, las cuales saqué para dejar sobre la mesa, mientras Ginny me observaba como si fuera un completo extraño, o esa era la impresión que me daba. - ¿Me calientas un poco de agua, cariño? – señalé mientras comenzaba a sacar unos cuantos huevos de la nevera y buscaba un par de fuentes para dejar sobre la mesa junto a la harina y la salsa. El trabajo “difícil” comenzaba ahora. Traté de recordar cómo prepararla, pues hacía años que no preparaba masas. Según Dobby lo primero era separar la yema de clara de los huevos en ambas fuentes y comenzar a revolverlas. Me relamí el labio y remangué mis manos mientras comenzaba con el trabajo.
Ni el caso más difícil de Azkaban requería tanta paciencia como el de separar la yema de la clara. Aunque al parecer no había perdido la práctica, aún. – Si quedan algunas cascaras… te las tragas – bromeé mientras separa el último huevo y Ginny volvía con el agua tibia. Saqué mi varita y apunté a la bolsa harina. Una hilera de ésta se trasladó desde la bolsa hasta la mesa formando una especie de bulto sobre ésta. Lo siguiente fue la yema que se trasladó en forma de cascada sobre la harina esparcida. – Lo haremos a lo muggle – musité acercándome hasta Ginny para remangar su vestido. Sería mejor no ensuciar su vestido nuevo o hasta aquí llegaría su velada. De seguro estaría pensando en que pedir algo para comer o usar magia sería mucho más sencillo si lo que pretendía era cenar, pero la idea era pasar el tiempo con ella y no se me ocurrió ninguna forma más “humana” que no fuera la cocina muggle. Después de todo los muggles eran mucho más sencillos, y de pequeños detalles podían apreciar grandes cosas.
Rodeé la cintura de Ginny por la espada y la arrastré literalmente hasta la mesa para que comenzáramos a amasar juntos posando mis manos sobre las suyas y ambas sobre la masa. La textura de sus dedos era tan delicada que hasta parecían fundirse en la harina. El huevo se mescló no solo con la masa, sino también con nuestros dedos, adhiriéndolos y haciéndome sentir cada vez más parte de ella. Mordí el lóbulo de su oreja nuevamente y nuestras miradas se cruzaron cuando ella ladeó su rostro, y no pude resistirlo más, mis labios se posaron en los suyos suavemente, ejerciendo la presión necesario para que los suyos cedieron dándola la libertad completa a mi lengua para que hurgara cada rincón de su boca. Ginny giró completamente rodeando mi cuello con sus brazos, pero manteniendo sus manos entrelazadas y apartadas de mi cabello, seguramente para no ensuciarlos, mientras mis manos seguían con el trabajo de mesclar y amasar lo que quedaba del huevo y la harina.
Noches como éstas, en las que podía disfrutar de forma sencilla y tranquila con mi esposa, eran las que más valoraba. Nunca me había percatado de que la rutina quizás estaba deteriorando nuestra relación, estacando nuestro amor y logrando que un muero se interpusiera entre ambos, pero ésta noche la rutina había quedado de lado, aquel muro que nos separaba se había derrumbado por completo con un simple pero aturdidor beso, y nuestro amor volvía a florecer con cada latido que mi corazón sincronizaba con el suyo. Un amor sincero, un amor verdadero, un amor que no se había marchitado con el tiempo, sino que simplemente había olvidado regar, pero desde ésta noche procuraría abonar y cuidar con esmero cada día del resto de nuestras vidas.
Harry Potter- Líder de los Aurores
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Re: Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
No se sorprendió al encontrarlo trabajando en aquel lugar, no obstante, la reacción que su esposo profesó al verla la hizo sentir muy bien, volvía a sentir que era una mujer atractiva, su mujer. Notó con claridad como los colores se depositaban en su rostro dándole un toque bastante inocente ante la reacción del hombre que le había robado el corazón, aun aquella característica infantil que jamás había perdido por más que los años habían pasado seguía con ese aire angelical. Su deslumbrante sonrisa se expandió por todo su rostro, siguió cada uno de sus movimientos con su mirada y soltó una divertida risita suave al verlo desconectar los teléfonos con tanta rapidez. Comenzaba a sentir aquella sensación de nerviosismo y ansiedad que poseía desde que eran unos niños, aquellas mariposas revolotearon bajo su piel al verlo acercarse con aquella mirada tan intensa, tan llena de sentimientos que aun a la distancia podía recibir. Ella continuaba con una mano firme en el marco de puerta con actitud segura que se debilitaba a medida que sus caricias comenzaban a acelerar los latidos de su corazón, Harry claramente era su propia criptonita, la debilitaba con solo una mirada, una caricia o una sonrisa encantadora.
Ginny... Ginny... hace semanas que no me llamaba de aquella manera, hace semanas que no se dirigía a mí con aquella intención tan acogedora. Cerré los ojos al sentir los roces suaves de su piel en mi mejilla, sonreía disfrutando de la calidez que me otorgaba su cercanía y de su aroma, aquel aroma masculino que se mezclaba con el ph de su piel transformándose en mi amortentia personal. - Me veo como siempre, amor... - Comenté con un toque de nostalgia, recordando los días en que simplemente pasaba de mi como si fuese un mueble más de la sala de estar pero en ese momento, teniéndolo tan cerca, podía sentir que aquel pasado gris comenzaba a tener color. Pasé por un fugaz estado de decepción cuando habló de comida, no podía creer que ya estuviese pensando en cenar y tuviese que ir a la cocina a preparar algo, porque Harry y Alimentos no estaban relacionados, a menos de que estuviesen en un plato y él debiese alimentarse de ellos. Bajé la mirada de aquellos hermosos ojos esmeralda que habían paralizado todo sentimiento lleno de amor que estuviese en mi corazón... comida, que poco romántico. No obstante mi corazón dio un salto cuando inmediatamente después de mi silencio agregó que él sería el chef de esta noche, reí. Reí porque las cosquillas eran mi debilidad y una vez dentro de la cocina lo observé como buena espectadora antes de una función, me quedé de pie cerca de la puerta mientras él buscaba en los cajones elementos que tal vez, nunca había utilizado en su vida, volví a reír.
Sin borrar la sonrisa de su rostro asintió con un sutil movimiento de su cabeza, tomó agua y un frasco para verter el contenido mientras lo observaba de reojo, sonreía al ver las expresiones curiosas de su rostro e inmediatamente, solo en un par de segundos ya estaba a un lado de su esposo con el agua que él le había pedido. -No te preocupes, yo podría arreglarlo – Mencionó con respecto a los huevos entre risas mientras sacaba la varita de su bolsillo, mas se quedó petrificada una fracción de segundo y volvió a guardar su varita en su bolsillo. - ¿Estás seguro que podremos comerlo después... ? - Susurró divertida mientras su vestido era doblado para impedir cualquier accidente que arruinase la velada. Su pregunta no obtuvo una clara respuesta ya que ninguno de los dos podría responder algo como aquello, guardó silencio y disfrutó de la ocasión tan sencilla pero que comenzaba a tornarse tan interesante. No opuso resistencia y se acercó al mesón de la cocina conducida por el hombre de su vida el cual la empujaba con delicadeza desde su espalda, sonrió, simplemente no podía dejar de hacerlo. Se dejó llevar por el momento y por lo que esa cabecita tenía en su mente. Juntos fundieron sus dedos en la harina, el huevo y se introdujeron a una dimensión donde algo tan muggle, tan común y tan sin importancia, poseía tanto valor. Abrió y cerró sus puños sintiendo la respiración de Harry en su espalda, pequeño detalle que la hacía estremecer mientras sus manos jugaban a mezclarse. Una divertida risita se escapó de sus labios cuando sintió una calidez depositándose en el lóbulo de su oreja, un mordisco y su risa se elevó, sus pupilas se interceptaron con un brillo de deseo en sus miradas. No era posible asegurar quién fue el que dio el primer paso pero sus labios se fusionaron en un beso lleno de ternura y pasión. La señora Potter giró su cuerpo y respondió aquel beso con la intensidad que el tiempo sin sentirse tan próximos había provocado.
Con cuidado deposité mis brazos alrededor de su cuello, no quería ensuciarlo pero quería sentirlo cerca de mí. El beso se prolongó el tiempo necesario, mordí su labio inferior y luego alejé mis labios ligeramente de los suyos, tenía algo que decir – No estamos concentrados en la masa, cariño – Susurré sobre sus labios con un tono inocentón que evidentemente no lo era, no obstante Harry se alejó de mi y con el rostro serio me observó, sonrió con autoridad mientras un brillo travieso destellaba en su mirada, al parecer él también tenía algo que decir – Tu eres la que no está concentrada mi cielo, yo estoy trabajando con la harina aun – Amplió su sonrisa con satisfacción al decir aquello mientras mi rostro se fruncía sutilmente, observé sus manos de reojo y sí, en efecto él tenía razón. Lo observé alzando una ceja desafiante y giré totalmente mi cuerpo dándole la espalda otra vez, no sería tan sencillo ahora. – Tienes razón, pero ahora me concentraré en lo que estamos haciendo – Capturé mi labio inferior con mis dientes y ahogué mi sonrisa, manteniendo la seriedad que cocinar ameritaba. – Creo que nos falta un poco de agua – Comenté observándolo de reojo con total coquetería aunque la seriedad se mantenía en mi rostro. Había llegado la hora de jugar.
Bajo su cabellera pelirroja orbitaron cientos de ideas para hacer esa noche un poco más interesante pero no daría el primer paso, no señores. Había leído en la última edición de Corazón de bruja, si, aunque tuviese cuatro décadas aun leía esa revista de chismes, que los hombres poseían un método de acción. Por lo general ellos acortaban el 90% de la distancia y esperaban que ellas se encargaran del 10, si aquello no se cumplía muchas veces ellos no se arriesgaban por completo. Se sentía una adolescente haciéndole caso a una revista tan poco creíble pero quería jugar a ser una adolescente otra vez, cuando con Harry solo eran miradas coquetas, besos fugaces y caricias a escondidas. Si lo que CDB era cierto, aquel diez por cierto se tardaría en llegar, simplemente le fascinaba tener el poder de volver loco a su esposo, sentirse lo suficientemente seductora y dominante para tener el control de la situación. Esa faceta no era una de las habituales de Ginny pero a veces era interesante cambiar. . Giró sobre su eje y nuevamente se posicionó frente a él, esta vez la expresión de su rostro había cambiado, había un destello inhabitual en su mirada y una sonrisa de medio lado atrevida pero prudente. Sus pupilas se depositaron en las suyas sin decir una palabra, un silencio expectante se alojó en la habitación mientras ella lo observaba mordiendo su labio inferior. Sacudió su cabello y con un ágil movimiento se escapó de sus brazos, se movilizó por la habitación aun cuando no era necesario y acercó al mesón un poco más de agua. Sacudió su cabello despeinándolo y le sonrió seductora mas se mantuvo distante. - Tus dotes cocineros dejan mucho que de desear - Comentó con un tono retador mientras paso a paso, lentamente volvió a estar a su lado aunque esta vez ella se posicionó tras él. Depositó su mentón en el hombro de Harry analizando lo que sus manos inquietas hacían. Suspiró sobre su piel impactando su aliento cálido en su cuello guardando silencio y sin tener más contacto con su cuerpo que su mentón sobre su hombro.
Ginny... Ginny... hace semanas que no me llamaba de aquella manera, hace semanas que no se dirigía a mí con aquella intención tan acogedora. Cerré los ojos al sentir los roces suaves de su piel en mi mejilla, sonreía disfrutando de la calidez que me otorgaba su cercanía y de su aroma, aquel aroma masculino que se mezclaba con el ph de su piel transformándose en mi amortentia personal. - Me veo como siempre, amor... - Comenté con un toque de nostalgia, recordando los días en que simplemente pasaba de mi como si fuese un mueble más de la sala de estar pero en ese momento, teniéndolo tan cerca, podía sentir que aquel pasado gris comenzaba a tener color. Pasé por un fugaz estado de decepción cuando habló de comida, no podía creer que ya estuviese pensando en cenar y tuviese que ir a la cocina a preparar algo, porque Harry y Alimentos no estaban relacionados, a menos de que estuviesen en un plato y él debiese alimentarse de ellos. Bajé la mirada de aquellos hermosos ojos esmeralda que habían paralizado todo sentimiento lleno de amor que estuviese en mi corazón... comida, que poco romántico. No obstante mi corazón dio un salto cuando inmediatamente después de mi silencio agregó que él sería el chef de esta noche, reí. Reí porque las cosquillas eran mi debilidad y una vez dentro de la cocina lo observé como buena espectadora antes de una función, me quedé de pie cerca de la puerta mientras él buscaba en los cajones elementos que tal vez, nunca había utilizado en su vida, volví a reír.
Sin borrar la sonrisa de su rostro asintió con un sutil movimiento de su cabeza, tomó agua y un frasco para verter el contenido mientras lo observaba de reojo, sonreía al ver las expresiones curiosas de su rostro e inmediatamente, solo en un par de segundos ya estaba a un lado de su esposo con el agua que él le había pedido. -No te preocupes, yo podría arreglarlo – Mencionó con respecto a los huevos entre risas mientras sacaba la varita de su bolsillo, mas se quedó petrificada una fracción de segundo y volvió a guardar su varita en su bolsillo. - ¿Estás seguro que podremos comerlo después... ? - Susurró divertida mientras su vestido era doblado para impedir cualquier accidente que arruinase la velada. Su pregunta no obtuvo una clara respuesta ya que ninguno de los dos podría responder algo como aquello, guardó silencio y disfrutó de la ocasión tan sencilla pero que comenzaba a tornarse tan interesante. No opuso resistencia y se acercó al mesón de la cocina conducida por el hombre de su vida el cual la empujaba con delicadeza desde su espalda, sonrió, simplemente no podía dejar de hacerlo. Se dejó llevar por el momento y por lo que esa cabecita tenía en su mente. Juntos fundieron sus dedos en la harina, el huevo y se introdujeron a una dimensión donde algo tan muggle, tan común y tan sin importancia, poseía tanto valor. Abrió y cerró sus puños sintiendo la respiración de Harry en su espalda, pequeño detalle que la hacía estremecer mientras sus manos jugaban a mezclarse. Una divertida risita se escapó de sus labios cuando sintió una calidez depositándose en el lóbulo de su oreja, un mordisco y su risa se elevó, sus pupilas se interceptaron con un brillo de deseo en sus miradas. No era posible asegurar quién fue el que dio el primer paso pero sus labios se fusionaron en un beso lleno de ternura y pasión. La señora Potter giró su cuerpo y respondió aquel beso con la intensidad que el tiempo sin sentirse tan próximos había provocado.
Con cuidado deposité mis brazos alrededor de su cuello, no quería ensuciarlo pero quería sentirlo cerca de mí. El beso se prolongó el tiempo necesario, mordí su labio inferior y luego alejé mis labios ligeramente de los suyos, tenía algo que decir – No estamos concentrados en la masa, cariño – Susurré sobre sus labios con un tono inocentón que evidentemente no lo era, no obstante Harry se alejó de mi y con el rostro serio me observó, sonrió con autoridad mientras un brillo travieso destellaba en su mirada, al parecer él también tenía algo que decir – Tu eres la que no está concentrada mi cielo, yo estoy trabajando con la harina aun – Amplió su sonrisa con satisfacción al decir aquello mientras mi rostro se fruncía sutilmente, observé sus manos de reojo y sí, en efecto él tenía razón. Lo observé alzando una ceja desafiante y giré totalmente mi cuerpo dándole la espalda otra vez, no sería tan sencillo ahora. – Tienes razón, pero ahora me concentraré en lo que estamos haciendo – Capturé mi labio inferior con mis dientes y ahogué mi sonrisa, manteniendo la seriedad que cocinar ameritaba. – Creo que nos falta un poco de agua – Comenté observándolo de reojo con total coquetería aunque la seriedad se mantenía en mi rostro. Había llegado la hora de jugar.
Bajo su cabellera pelirroja orbitaron cientos de ideas para hacer esa noche un poco más interesante pero no daría el primer paso, no señores. Había leído en la última edición de Corazón de bruja, si, aunque tuviese cuatro décadas aun leía esa revista de chismes, que los hombres poseían un método de acción. Por lo general ellos acortaban el 90% de la distancia y esperaban que ellas se encargaran del 10, si aquello no se cumplía muchas veces ellos no se arriesgaban por completo. Se sentía una adolescente haciéndole caso a una revista tan poco creíble pero quería jugar a ser una adolescente otra vez, cuando con Harry solo eran miradas coquetas, besos fugaces y caricias a escondidas. Si lo que CDB era cierto, aquel diez por cierto se tardaría en llegar, simplemente le fascinaba tener el poder de volver loco a su esposo, sentirse lo suficientemente seductora y dominante para tener el control de la situación. Esa faceta no era una de las habituales de Ginny pero a veces era interesante cambiar. . Giró sobre su eje y nuevamente se posicionó frente a él, esta vez la expresión de su rostro había cambiado, había un destello inhabitual en su mirada y una sonrisa de medio lado atrevida pero prudente. Sus pupilas se depositaron en las suyas sin decir una palabra, un silencio expectante se alojó en la habitación mientras ella lo observaba mordiendo su labio inferior. Sacudió su cabello y con un ágil movimiento se escapó de sus brazos, se movilizó por la habitación aun cuando no era necesario y acercó al mesón un poco más de agua. Sacudió su cabello despeinándolo y le sonrió seductora mas se mantuvo distante. - Tus dotes cocineros dejan mucho que de desear - Comentó con un tono retador mientras paso a paso, lentamente volvió a estar a su lado aunque esta vez ella se posicionó tras él. Depositó su mentón en el hombro de Harry analizando lo que sus manos inquietas hacían. Suspiró sobre su piel impactando su aliento cálido en su cuello guardando silencio y sin tener más contacto con su cuerpo que su mentón sobre su hombro.
Ginevra M. Potter- Profesor/a de Aparición
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Re: Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
Si había algo que podía hacerme sonreír, volar, vivir, sentir y desear todas las sensaciones ya nombradas, era la sonrisa de Ginny. Su sola sonrisa me indicaba que todo estaba bien, que no habían magos tenebrosos de qué preocuparse, que no habían problemas con mis amigos y familiares, y que nada es tan malo como para no tener solución. Su sonrisa me inspiraba vida, me inspirada paz, calma, me inspiraba ése eterno amor que sentía como jamás se extinguiría, jamás se apagaba y cada día se regeneraba. Una sonrisa suya podía descontrolar mi tiempo y mi espacio, en éste y todos los universos paralelos, su aroma y su sonrisa lograban que mi amor rejuveneciera como si del primer día se tratara, como si fuera un primerizo que rogaba todas las noches por simplemente verla pasar al día siguiente, como si los años que nos habían afectado y caído encima, para bien o para mal, no hubieran pasado, pues ni el tiempo pasaba cuando nuestras miradas se cruzaban o mis labios rosaban los suyos. No había nada que no pudiera entregarle cuando su respiración se sincronizaba con la mía, no había nada más que ella, yo, y su encantadora sonrisa.
Mis manos siguieron extendiéndose y aferrándose a la masa, la cual ya comenzaba a tomar forma, mientras los labios de Ginny se fundían con los míos, con esa complicidad que años de matrimonio habíamos ganado. Muchos le llamaban “experiencia”, yo prefería llamarlo Amor. Su aliento golpeó mis labios e interrumpió el beso, viéndome obligado a apartar mi rostro al escuchar su comentario. A decir verdad no era del todo mentira, era difícil mantener la concentración con una mujer tan hermosa en frente, capturando no solo tus labios, sino también tu atención completa. Sin embargo yo tenía una base, y me aferraría a ella por muy mínima y mal empleada que fuera; seguía con mis manos sobre la masa, quizás no amasándola, pero al momento de escuchar sus palabras, sonreí con altanería y acentué el trabajo para que se diera cuenta de que había estado amasándola durante todo el beso, o al menos eso le haría creer. Correspondí a la expresión incrédula de su rostro con una sonrisa aún más amplia y alcé mi rostro al sentir su cabellos impactar sobre él. Ginny me dio la espalda nuevamente y arrugué mi mejilla y nariz mientras me hablaba sacando la chef que llevaba dentro. Fruncí mi labio algo frustrado por la sensación agridulce que dejó impregnada en mis hormonas. Roseé un poco de agua sobre la masa, tal como mi mujer lo indicaba, pues se había aglomerado demasiado. Seguí con mi trabajo y una sonrisa divertida se dibujó en mi rostro por todas las maldades que pasaban por mi cabeza. Trataría de provocarla nuevamente y comenzaría por morder su hombro y cuello. Desde esa posición se me haría muy fácil y tenía muy claro que aquello era uno de sus puntos débiles. Abrí mis labios con la intención de clavar mis dientes en su hombro, pero Ginny volteó nuevamente logrando que mis intensiones de morderla se disiparan. Fingí no prestar atención. Si quería jugar a la indiferencia yo también podía hacerlo, pero no pude resistir mucho al sentir su mirada sobre mi. Terminé cediendo e incrustando mis ojos en los suyos.
Así como su simple sonrisa lograba hacerme sonreí y encantarme de forma instantánea, su mirada pura y cristalina siempre había logrado excitarme y elevar mi libido de forma inconsciente. Sus caricias con la yema de sus dedos sobre mi torso desnudo eran tan excitantes como sentir su mirada con aquel destello tan peculiar y coqueto, en sus pupilas, sobre mí. Sus besos sobre mi hombro o cuello lograban estremecer mi cuerpo de la misma manera en que un gesto de su rostro o movimiento sutil y coqueto de su cuerpo lograban prender aquella llama de deseo incontrolable en mi interior. Cuando las yemas de sus dedos dejaban de acariciar mi abdomen sentía el mismo descontrol que sentía cuando su mirada divertida y seductora me esquivaba, y cuando sus labios se apartaban de mi cuello sentía la misma desesperación que siento cuando su cuerpo se aleja de mi. Era increíble como un simple gesto podía desordenar tanto mi subconsciente, cegándome a veces por completo. El deseo que sentía por mi esposa afloraba con tanta facilidad, y por los detalles más mínimos, que se podría decir que en ése ámbito Ginny siempre había tenido la ventaja y el control. Un control que podía basarse en una simple sonrisa.
Sus cabellos volvieron a impactar en mi rostro mientras, con un movimiento ágil pero sutil, se escapaba de mis brazos. Le dediqué una fingida y fugaz sonrisa cuando dijo su insinuación, y seguí frotando la masa con una expresión sería. Cuando se posicionó en mi espalda pude sonreír y quité el sudor de mi frente con mi antebrazo derecho, procurando no manchar mis cabellos con la harina impregnada en mis dedos, pero al sentir su respiración y aliento colapsar contra mi cuello un estremecimiento recorrió mi cuerpo apagando la poca voluntad por seguir fingiendo que me quedaba. ¿A quien quería engañar? Lo único que deseaba era volver a tener el control de la situación o terminaría volviéndome loco. Cogí un mantel y comencé a limpiar mis manos con calma. – Bien, bien… señorita Chef Profesional… – murmuré dejando caer el mantel sobre la mesa al ver que no quedaba un solo residuo de masa en mis manos. – Si quiere jugar, jugaremos… - Para ése entonces ya estaba lo suficientemente sacado de quicio como para voltear, con brusquedad, y sostener su nuca con fuerza. Mi rostro se acercó al de ella con la intensión de capturar sus labios con los míos, sin embargo ella puso resistencia, la cual reduje acorralándola contra la pared de la cocina. El deseo, por probar sus labios una vez más me había cegado completamente. La atraje con fuerza desde la nuca, pero ésta vez con ambas manos, hasta que sus labios, siempre esquivos, fueron atrapados con los míos. Con pasión y desenfreno hurgué cada milímetro de su cavidad bucal, procurando buscar con mi lengua la constante batalla contra la suya. La hiel de su boca se fundió con la mía de forma de forma instantánea, convirtiéndose en una sola. A medida que la intensidad del beso aumentaba, una de mis manos descendía por su silueta para luego ascender nuevamente pero por el frente, recorriendo con una intensa caricia su vientre y sus firmes senos. Mi entrepierna se aproximó a la de ella adhiriéndose a su cuerpo, obligándola a incorporarse hasta sentarse sobre el mesón. Sus piernas se abrieron y mi pecho buscó el cobijo del suyo con insistencia. Mis labios se apartaron levemente, dejando una fina línea de su hiel mezclada con la mía en el aire que se desintegró rápidamente. Alcé mi rostro y en mi mirada se denotaba aquel brillo que iluminaba mi verdes ojos y expandía mis pupilas en todo su esplendor; pura excitación. No cuando quise volver a capturar sus labios mi frente chocó con el mueble de la cocina que estaba sobre la cabeza de Ginny. - ¡Ouch! – me aparté completamente de ella sobando mi frente, hasta detener mis pasos debido al borde de la mesa donde yacía la masa. Sobé mi frente con insistencia y posé mi mano sobre la mesa. – Argh… - gruñí molesto por lo ocurrido. Noté como Ginny se aproximaba hasta mi divertida, pero no le di tiempo ni de preocuparse ni mucho menos de burlarse, pues me aproximé hasta ella nuevamente, dejando de lado el dolor punzante de mi frente y acorralándola con mis brazos, en los cuales la tomé desde la espalda y por debajo de sus pierna, viéndose obligada a sostenerse con sus brazos alrededor de mi cuello. –Tu tienes la culpa, ya verás – murmuré mordisqueando su oído de forma divertida. – Se me quitó el apetito, o mejor dicho… se me antojó otra cosa – señalé divertido mientras la sacaba de la cocina entre mis brazos con una sonrisa cómplice y seductora.
Hacía mucho tiempo que no tenía el ligero cuerpo de Ginny entre mis brazos. Sus sonrisa, su mirada y su aroma me inundaron en ése abrazo. Las tres cosas que por muy simple que parecieran lograban enamorarme cada día. Subí las escaleras hasta nuestra alcoba saltando cada dos escalones con ella entre mis brazos, si hubiéramos caído hubiera sido feo, pero salimos ilesos del trayecto y llegamos al segundo piso. - ¿Nos abres, por favor? – le pregunté a Ginny una vez estuvimos fuera de nuestra habitación. Ésta giró la perilla de la puerta aún abrazada con uno de sus brazos a mi cuello y la puerta de abrió completamente dándonos paso a nuestros aposentos. Aquel lugar matrimonial que había presenciado los momentos más felices de mi vida, todos y cada uno de ellos junto a la persona con quien entraba en ése momento. – Ya verás – repetí dejándola caer sobre nuestra cama para luego lanzarme sobre ella. Dimos un bote sobre el colchón y mi jadeé con una amplia sonrisa, algo cansado por el trayecto. Mi respiración trató de recuperar su ritmo normal sonriéndole y recorriendo con la mirada su rostro y su hermosa figura. Poco a poco mi sonrisa se fue serenando, y a medida que indagaba con mi mirada su silueta recordaba por qué es que me había enamorado de ella, era sencillamente hermosa. Mi sonrisa se desvaneció con el transcurrir de los segundos y mi voz se alzó susurrante mientras sentía sus caricias sobre mis brazos que la acorralaban bajo de mi. – Te amo…
Mis manos siguieron extendiéndose y aferrándose a la masa, la cual ya comenzaba a tomar forma, mientras los labios de Ginny se fundían con los míos, con esa complicidad que años de matrimonio habíamos ganado. Muchos le llamaban “experiencia”, yo prefería llamarlo Amor. Su aliento golpeó mis labios e interrumpió el beso, viéndome obligado a apartar mi rostro al escuchar su comentario. A decir verdad no era del todo mentira, era difícil mantener la concentración con una mujer tan hermosa en frente, capturando no solo tus labios, sino también tu atención completa. Sin embargo yo tenía una base, y me aferraría a ella por muy mínima y mal empleada que fuera; seguía con mis manos sobre la masa, quizás no amasándola, pero al momento de escuchar sus palabras, sonreí con altanería y acentué el trabajo para que se diera cuenta de que había estado amasándola durante todo el beso, o al menos eso le haría creer. Correspondí a la expresión incrédula de su rostro con una sonrisa aún más amplia y alcé mi rostro al sentir su cabellos impactar sobre él. Ginny me dio la espalda nuevamente y arrugué mi mejilla y nariz mientras me hablaba sacando la chef que llevaba dentro. Fruncí mi labio algo frustrado por la sensación agridulce que dejó impregnada en mis hormonas. Roseé un poco de agua sobre la masa, tal como mi mujer lo indicaba, pues se había aglomerado demasiado. Seguí con mi trabajo y una sonrisa divertida se dibujó en mi rostro por todas las maldades que pasaban por mi cabeza. Trataría de provocarla nuevamente y comenzaría por morder su hombro y cuello. Desde esa posición se me haría muy fácil y tenía muy claro que aquello era uno de sus puntos débiles. Abrí mis labios con la intención de clavar mis dientes en su hombro, pero Ginny volteó nuevamente logrando que mis intensiones de morderla se disiparan. Fingí no prestar atención. Si quería jugar a la indiferencia yo también podía hacerlo, pero no pude resistir mucho al sentir su mirada sobre mi. Terminé cediendo e incrustando mis ojos en los suyos.
Así como su simple sonrisa lograba hacerme sonreí y encantarme de forma instantánea, su mirada pura y cristalina siempre había logrado excitarme y elevar mi libido de forma inconsciente. Sus caricias con la yema de sus dedos sobre mi torso desnudo eran tan excitantes como sentir su mirada con aquel destello tan peculiar y coqueto, en sus pupilas, sobre mí. Sus besos sobre mi hombro o cuello lograban estremecer mi cuerpo de la misma manera en que un gesto de su rostro o movimiento sutil y coqueto de su cuerpo lograban prender aquella llama de deseo incontrolable en mi interior. Cuando las yemas de sus dedos dejaban de acariciar mi abdomen sentía el mismo descontrol que sentía cuando su mirada divertida y seductora me esquivaba, y cuando sus labios se apartaban de mi cuello sentía la misma desesperación que siento cuando su cuerpo se aleja de mi. Era increíble como un simple gesto podía desordenar tanto mi subconsciente, cegándome a veces por completo. El deseo que sentía por mi esposa afloraba con tanta facilidad, y por los detalles más mínimos, que se podría decir que en ése ámbito Ginny siempre había tenido la ventaja y el control. Un control que podía basarse en una simple sonrisa.
Sus cabellos volvieron a impactar en mi rostro mientras, con un movimiento ágil pero sutil, se escapaba de mis brazos. Le dediqué una fingida y fugaz sonrisa cuando dijo su insinuación, y seguí frotando la masa con una expresión sería. Cuando se posicionó en mi espalda pude sonreír y quité el sudor de mi frente con mi antebrazo derecho, procurando no manchar mis cabellos con la harina impregnada en mis dedos, pero al sentir su respiración y aliento colapsar contra mi cuello un estremecimiento recorrió mi cuerpo apagando la poca voluntad por seguir fingiendo que me quedaba. ¿A quien quería engañar? Lo único que deseaba era volver a tener el control de la situación o terminaría volviéndome loco. Cogí un mantel y comencé a limpiar mis manos con calma. – Bien, bien… señorita Chef Profesional… – murmuré dejando caer el mantel sobre la mesa al ver que no quedaba un solo residuo de masa en mis manos. – Si quiere jugar, jugaremos… - Para ése entonces ya estaba lo suficientemente sacado de quicio como para voltear, con brusquedad, y sostener su nuca con fuerza. Mi rostro se acercó al de ella con la intensión de capturar sus labios con los míos, sin embargo ella puso resistencia, la cual reduje acorralándola contra la pared de la cocina. El deseo, por probar sus labios una vez más me había cegado completamente. La atraje con fuerza desde la nuca, pero ésta vez con ambas manos, hasta que sus labios, siempre esquivos, fueron atrapados con los míos. Con pasión y desenfreno hurgué cada milímetro de su cavidad bucal, procurando buscar con mi lengua la constante batalla contra la suya. La hiel de su boca se fundió con la mía de forma de forma instantánea, convirtiéndose en una sola. A medida que la intensidad del beso aumentaba, una de mis manos descendía por su silueta para luego ascender nuevamente pero por el frente, recorriendo con una intensa caricia su vientre y sus firmes senos. Mi entrepierna se aproximó a la de ella adhiriéndose a su cuerpo, obligándola a incorporarse hasta sentarse sobre el mesón. Sus piernas se abrieron y mi pecho buscó el cobijo del suyo con insistencia. Mis labios se apartaron levemente, dejando una fina línea de su hiel mezclada con la mía en el aire que se desintegró rápidamente. Alcé mi rostro y en mi mirada se denotaba aquel brillo que iluminaba mi verdes ojos y expandía mis pupilas en todo su esplendor; pura excitación. No cuando quise volver a capturar sus labios mi frente chocó con el mueble de la cocina que estaba sobre la cabeza de Ginny. - ¡Ouch! – me aparté completamente de ella sobando mi frente, hasta detener mis pasos debido al borde de la mesa donde yacía la masa. Sobé mi frente con insistencia y posé mi mano sobre la mesa. – Argh… - gruñí molesto por lo ocurrido. Noté como Ginny se aproximaba hasta mi divertida, pero no le di tiempo ni de preocuparse ni mucho menos de burlarse, pues me aproximé hasta ella nuevamente, dejando de lado el dolor punzante de mi frente y acorralándola con mis brazos, en los cuales la tomé desde la espalda y por debajo de sus pierna, viéndose obligada a sostenerse con sus brazos alrededor de mi cuello. –Tu tienes la culpa, ya verás – murmuré mordisqueando su oído de forma divertida. – Se me quitó el apetito, o mejor dicho… se me antojó otra cosa – señalé divertido mientras la sacaba de la cocina entre mis brazos con una sonrisa cómplice y seductora.
Hacía mucho tiempo que no tenía el ligero cuerpo de Ginny entre mis brazos. Sus sonrisa, su mirada y su aroma me inundaron en ése abrazo. Las tres cosas que por muy simple que parecieran lograban enamorarme cada día. Subí las escaleras hasta nuestra alcoba saltando cada dos escalones con ella entre mis brazos, si hubiéramos caído hubiera sido feo, pero salimos ilesos del trayecto y llegamos al segundo piso. - ¿Nos abres, por favor? – le pregunté a Ginny una vez estuvimos fuera de nuestra habitación. Ésta giró la perilla de la puerta aún abrazada con uno de sus brazos a mi cuello y la puerta de abrió completamente dándonos paso a nuestros aposentos. Aquel lugar matrimonial que había presenciado los momentos más felices de mi vida, todos y cada uno de ellos junto a la persona con quien entraba en ése momento. – Ya verás – repetí dejándola caer sobre nuestra cama para luego lanzarme sobre ella. Dimos un bote sobre el colchón y mi jadeé con una amplia sonrisa, algo cansado por el trayecto. Mi respiración trató de recuperar su ritmo normal sonriéndole y recorriendo con la mirada su rostro y su hermosa figura. Poco a poco mi sonrisa se fue serenando, y a medida que indagaba con mi mirada su silueta recordaba por qué es que me había enamorado de ella, era sencillamente hermosa. Mi sonrisa se desvaneció con el transcurrir de los segundos y mi voz se alzó susurrante mientras sentía sus caricias sobre mis brazos que la acorralaban bajo de mi. – Te amo…
Harry Potter- Líder de los Aurores
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Re: Noche de Bohemia e Ilusión. [Ginevra Potter]
Se mantuvo oculta tras su esposo mientras observaba cada movimiento con especial cautela, contando en silencio los segundos exactos que necesitaba para hacerlo perder la cabeza. Una mínima fracción de segundo y ya tenía aquellos destellos deseos sobre ella, sonrió de medio lado al obtener lo que ella estaba planeando. Lamentablemente para Ginny y su pequeño juego, su resistencia no era nada comparado con el deseo que corría por las venas de Harry, se opuso todo lo que pudo pero viéndose acorralada contra la pared de la cocina, no era mucho lo que podía hacer. Se dejó querer sin darle la batalla ganada, esquivó con travesura todo lo que pudo mientras podía sentir como el deseo aumentaba en el destello esmeralda que la observaba con lujuria. Sus labios se fundieron con inexplicable pasión, un beso lleno de efusividad, fogosidad y exaltación con un toque de agresividad que simplemente la hacía perder la cabeza. Ella ya no podía recordar que se encontraban dentro de la cocina o que esa misma mañana habían ido a dejar a sus hijos a King Cross, mucho menos podría recordar que esa tarde al volver a casa todo había sido un completo desastre y que su corazón se había sentido opacado por la frialdad de su esposo que simplemente la ignoraba como si no existiese. En aquel momento era todo distinto, estaban ambos bajo un mismo latido, inmersos bajo un mismo sentimiento, dentro de una atmosfera única propia para ellos dos. No se podía decir si había sido obra del destino o un plan macabro de Harry pero su esposa se encontraba en su máximo Venus, es decir, su estrógeno se encontraba en su nivel máximo logrando que cada caricia, cada mínimo roce sobre su piel fuese sentido con más intensidad generando un aumento descontrolado de su libido. Quería sentirlo aun más, probar sus labios hasta poder recordar cada detalle de su boca, disfrutarlo en cada centímetro de su piel y deshacerse de aquel genero que estorbaba para poder sentirlo completamente. Sonrió contemplando esos rasgos de locura pura y excitación que deslumbraban en aquellas pupilas que tanto conocía, le fascinaba volverlo loco, ser ella la dueña de su libídine y ser únicamente ella la que lograse brotar aquellos sentimientos en él. Comenzaba a sentir como su temperatura corporal comenzaba a elevarse cuando un movimiento descuidado de él la hizo capturar su labio inferior para ahogar la estruendosa carcajada que quería escapar de sus labios ¿Cómo Harry podía ser tan torpe? Sabía que no había sido nada grave aun así sintió ternura por su esposo, a veces creía que nunca había dejado de ser un niño.
Me aproximé hasta él con esa mirada curiosa y llena de dulzura que mis hijos siempre lograban generar, esa mirada que Harry se había ganado por actuar atarantadamente. No pude acariciar su frente herida, a veces pensaba que él siempre estaba un paso delante de mí y comenzaba a exasperarme aquella idea. ¿Por qué siempre tenía un plan B? Debía comenzar a actuar de aquella manera, si, debía hacerlo. Me aferre con firmeza a su cuello sin mucho convencimiento, alcé una ceja arrugando el ceño – ¿Yo tengo la culpa? – Exclamé fingidamente molesta pero sus labios en mi oído me hicieron sonreír y mi actuación harta se esfumó en el acto. Sus siguientes palabras lograron que mi se sonrisa se expandiese aun más, aunque mi libido ya había disminuido el hecho de que se le antojaran otras cosas, tuviese algo en mente me parecía estimulantemente interesante. Mientras nos alejábamos de la cocina mis labios se depositaron en varias ocasiones sobre su cuello, subimos la escalera con mis labios jugueteando en su oído hasta que por fin llegamos a nuestra habitación. Abrí la puerta girando la perilla e ingresamos inmediatamente, volteé mi rostro hacia mis costados observando el lugar como si nunca hubiese estado dentro o hubiese olvidado su interior, es que simplemente a su lado todo era de distinto color. Coloqué mi rostro delante del suyo y sonriéndole separé mis labios para comentar algo, idea que se esfumó en un abrir y cerrar de ojos – ¡Harry! – Gruñí mientras mi cuerpo descendía por el aire e impactaba la suavidad de nuestra cama, él sonrió observándome y solo eso basto parra volver a sonreír. Su cuerpo se depositó sobre el mío aprisionándome bajo él, acaricié con delicadeza sus brazos y luego lo atrapé con mis brazos enredándolos alrededor de su cuello sin desviar mi mirada de la suya. No podía evitarlo pero la sonrisa no quería desaparecer de mi rostro, aquella sonrisa que nadie conocía, aquella sonrisa secreta que uso solo para él. De sus labios susurrantes se profesó la veracidad más pura, más eterna y más abstracta, ese sentimiento que llenaba mi corazón de una forma imposible de explicar, él lo sabía y aunque no era mujer de demasiadas palabras, siempre que podía se lo recordaba y oírlo confesar su amor lograba llenarme de ternura. – Te amo también amor, más de lo que imaginas…- Susurré con un brillo especial en mi mirada, con un acelerado ritmo en mi corazón y aquella expresión en mi rostro que se negaba a no presenciar ese momento. Una de mis manos descendió por su cuello y lentamente se depositó en su mejilla, el silencio comenzaba a inundarnos pero nada dejaba de ser perfecto cuando estaba a su lado.
Volvió a colocar ambas manos detrás de su cuello y usando un poco de agilidad y fuerza logró que rodaran por la cama para ser ella quien pudiese observar todo desde arriba, volver a tener el control, sabía que Harry no soportaría perderlo por demasiado tiempo. Se sujetó con las palmas firmes sobre el cubrecama mientras sus cabellos anaranjados caían como cascadas de fuego sobre el rostro de su esposo que la observaba con una expresión indiscreta. ¿Para qué ocultar lo que era tan evidente? Él era capaz de encender cada hormona de su cuerpo, una mirada nada pudorosa y ella iba a demostrarle lo que él sin hacer nada era capaz de hacer. Se encontraba con sus piernas a cada lado del cuerpo de su esposo que yacía sobre la cama matrimonial envuelta en colores pasteles, damascos y rosas pálidos que Ginny había elegido para decorar su dormitorio de una forma bastante colonial con esa mezcla muggle mágica que a la señora Potter le encantaba. - ¿Qué era lo que se te había antojado, amor? - Preguntó acercando lentamente sus labios a su oído, capturó el lóbulo de su oído con delicadeza para luego mantener sus labios cerca del rostro de Harry – Debió ser bastante interesante como para que el apetito desapareciese – Susurró de forma coqueta golpeando traviesamente su cálido aliento sobre su oído mientras sus cuerpos se fundían en un solo ser, su pecho buscó refugio en el de su esposo mientras sus cabellos caían hacia un costado. Quedó firme con una mano mientras que la otra sutilmente se trasladó hasta su cuello, acarició su piel haciendo figuritas como si sus dedos fuesen suaves pinceles y haciendo líneas se llegó hasta su pecho. Había mucha seriedad y eso había que cambiarlo inmediatamente, desabotonó los dos primeros botones de aquella camisa que sinceramente, solo estorbaba. - ¿No se te ocurre nada, Gin? – Respondió a su esposa con una sonrisa traviesa y un destello pícaro en su mirada – A decir verdad no… - Mintió alzando su rostro para poder mirarlo completamente y con expresión angelical le otorgó una de sus más inocentes sonrisas. No dio más vueltas al asunto, sin explicaciones ni más palabras acerco sus labios al cuello del amor de su vida y besó con sensual suavidad la extensión de su piel que tenía a la vista, desde el costado de su cuello hasta el pecho que había encontrado por ella misma. – Aunque tal vez podría ser algo como esto… - Musitó manteniendo el papel angelical que le acomodaba mucho, rozó sus labios una vez más para luego incorporarse hasta posicionar su rostro a escasos centímetros del rostro de Harry. Buscó sus labios con travesura, se acercó a ellos hasta casi rozarlos mas se alejaba sonriendo cada vez que su esposo trataba de capturarlos y responder el beso, esquivó los besos que ella misma provocaba un par de veces hasta que una carcajada armoniosa y divertida se escapó de sus labios. - Tal vez estoy pensando erradamente - Comentó elevando su espalda hasta estar apoyada solo en sus rodillas, desde ahí le sonrió y con un rápido movimiento estuvo sentada a su lado.
Sabía lo que en él había provocado, sentí con claridad como su ritmo cardíaco se aceleró al tenerme tan cerca, lo conocía tan bien que casi podía adivinar lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo y las ideas que pasaban en aquel momento por su cabeza, no obstante ese era un día especial, distinto a todos los demás por lo que sentía que de algún momento a otro podría sorprenderme. Le sonreí desde donde me encontraba y deposité una pierna sobre la otra cruzándolas ligeramente sin importar el hecho de que estaba usando un no muy extenso vestido, aquel detalle se había quedado en la cocina. Con Harry no existía pudor alguno, él me conocía perfectamente, conocía cada detalle de mi mente, cada centímetro de mi cuerpo como yo el de él, era por eso que existía esa complicidad entre los dos que hacía nuestra relación tan especial – Amor ¿Qué estás pensando? – Pregunté como si no hubiese sucedido nada, suspiré con tranquilidad arreglando mi desordenado cabello y observándolo de reojo esperé su respuesta.
Me aproximé hasta él con esa mirada curiosa y llena de dulzura que mis hijos siempre lograban generar, esa mirada que Harry se había ganado por actuar atarantadamente. No pude acariciar su frente herida, a veces pensaba que él siempre estaba un paso delante de mí y comenzaba a exasperarme aquella idea. ¿Por qué siempre tenía un plan B? Debía comenzar a actuar de aquella manera, si, debía hacerlo. Me aferre con firmeza a su cuello sin mucho convencimiento, alcé una ceja arrugando el ceño – ¿Yo tengo la culpa? – Exclamé fingidamente molesta pero sus labios en mi oído me hicieron sonreír y mi actuación harta se esfumó en el acto. Sus siguientes palabras lograron que mi se sonrisa se expandiese aun más, aunque mi libido ya había disminuido el hecho de que se le antojaran otras cosas, tuviese algo en mente me parecía estimulantemente interesante. Mientras nos alejábamos de la cocina mis labios se depositaron en varias ocasiones sobre su cuello, subimos la escalera con mis labios jugueteando en su oído hasta que por fin llegamos a nuestra habitación. Abrí la puerta girando la perilla e ingresamos inmediatamente, volteé mi rostro hacia mis costados observando el lugar como si nunca hubiese estado dentro o hubiese olvidado su interior, es que simplemente a su lado todo era de distinto color. Coloqué mi rostro delante del suyo y sonriéndole separé mis labios para comentar algo, idea que se esfumó en un abrir y cerrar de ojos – ¡Harry! – Gruñí mientras mi cuerpo descendía por el aire e impactaba la suavidad de nuestra cama, él sonrió observándome y solo eso basto parra volver a sonreír. Su cuerpo se depositó sobre el mío aprisionándome bajo él, acaricié con delicadeza sus brazos y luego lo atrapé con mis brazos enredándolos alrededor de su cuello sin desviar mi mirada de la suya. No podía evitarlo pero la sonrisa no quería desaparecer de mi rostro, aquella sonrisa que nadie conocía, aquella sonrisa secreta que uso solo para él. De sus labios susurrantes se profesó la veracidad más pura, más eterna y más abstracta, ese sentimiento que llenaba mi corazón de una forma imposible de explicar, él lo sabía y aunque no era mujer de demasiadas palabras, siempre que podía se lo recordaba y oírlo confesar su amor lograba llenarme de ternura. – Te amo también amor, más de lo que imaginas…- Susurré con un brillo especial en mi mirada, con un acelerado ritmo en mi corazón y aquella expresión en mi rostro que se negaba a no presenciar ese momento. Una de mis manos descendió por su cuello y lentamente se depositó en su mejilla, el silencio comenzaba a inundarnos pero nada dejaba de ser perfecto cuando estaba a su lado.
Volvió a colocar ambas manos detrás de su cuello y usando un poco de agilidad y fuerza logró que rodaran por la cama para ser ella quien pudiese observar todo desde arriba, volver a tener el control, sabía que Harry no soportaría perderlo por demasiado tiempo. Se sujetó con las palmas firmes sobre el cubrecama mientras sus cabellos anaranjados caían como cascadas de fuego sobre el rostro de su esposo que la observaba con una expresión indiscreta. ¿Para qué ocultar lo que era tan evidente? Él era capaz de encender cada hormona de su cuerpo, una mirada nada pudorosa y ella iba a demostrarle lo que él sin hacer nada era capaz de hacer. Se encontraba con sus piernas a cada lado del cuerpo de su esposo que yacía sobre la cama matrimonial envuelta en colores pasteles, damascos y rosas pálidos que Ginny había elegido para decorar su dormitorio de una forma bastante colonial con esa mezcla muggle mágica que a la señora Potter le encantaba. - ¿Qué era lo que se te había antojado, amor? - Preguntó acercando lentamente sus labios a su oído, capturó el lóbulo de su oído con delicadeza para luego mantener sus labios cerca del rostro de Harry – Debió ser bastante interesante como para que el apetito desapareciese – Susurró de forma coqueta golpeando traviesamente su cálido aliento sobre su oído mientras sus cuerpos se fundían en un solo ser, su pecho buscó refugio en el de su esposo mientras sus cabellos caían hacia un costado. Quedó firme con una mano mientras que la otra sutilmente se trasladó hasta su cuello, acarició su piel haciendo figuritas como si sus dedos fuesen suaves pinceles y haciendo líneas se llegó hasta su pecho. Había mucha seriedad y eso había que cambiarlo inmediatamente, desabotonó los dos primeros botones de aquella camisa que sinceramente, solo estorbaba. - ¿No se te ocurre nada, Gin? – Respondió a su esposa con una sonrisa traviesa y un destello pícaro en su mirada – A decir verdad no… - Mintió alzando su rostro para poder mirarlo completamente y con expresión angelical le otorgó una de sus más inocentes sonrisas. No dio más vueltas al asunto, sin explicaciones ni más palabras acerco sus labios al cuello del amor de su vida y besó con sensual suavidad la extensión de su piel que tenía a la vista, desde el costado de su cuello hasta el pecho que había encontrado por ella misma. – Aunque tal vez podría ser algo como esto… - Musitó manteniendo el papel angelical que le acomodaba mucho, rozó sus labios una vez más para luego incorporarse hasta posicionar su rostro a escasos centímetros del rostro de Harry. Buscó sus labios con travesura, se acercó a ellos hasta casi rozarlos mas se alejaba sonriendo cada vez que su esposo trataba de capturarlos y responder el beso, esquivó los besos que ella misma provocaba un par de veces hasta que una carcajada armoniosa y divertida se escapó de sus labios. - Tal vez estoy pensando erradamente - Comentó elevando su espalda hasta estar apoyada solo en sus rodillas, desde ahí le sonrió y con un rápido movimiento estuvo sentada a su lado.
Sabía lo que en él había provocado, sentí con claridad como su ritmo cardíaco se aceleró al tenerme tan cerca, lo conocía tan bien que casi podía adivinar lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo y las ideas que pasaban en aquel momento por su cabeza, no obstante ese era un día especial, distinto a todos los demás por lo que sentía que de algún momento a otro podría sorprenderme. Le sonreí desde donde me encontraba y deposité una pierna sobre la otra cruzándolas ligeramente sin importar el hecho de que estaba usando un no muy extenso vestido, aquel detalle se había quedado en la cocina. Con Harry no existía pudor alguno, él me conocía perfectamente, conocía cada detalle de mi mente, cada centímetro de mi cuerpo como yo el de él, era por eso que existía esa complicidad entre los dos que hacía nuestra relación tan especial – Amor ¿Qué estás pensando? – Pregunté como si no hubiese sucedido nada, suspiré con tranquilidad arreglando mi desordenado cabello y observándolo de reojo esperé su respuesta.
Ginevra M. Potter- Profesor/a de Aparición
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