How wrong it's being here? [Melanie McKing]

Era el primer viernes de octubre y el sol se ponía en el horizonte lleno de montañas cuando salí por la puerta principal del castillo, dispuesto a deambular un rato en el bosque prohibido. Recordé que en primero me resultaba todo un reto. Una escapada en el bosque prohibido... Si le llamaban prohibido era por algo ¿no? Con el paso de los años vi que si tenías buen sentido de la orientación, era fácil escapar de las criaturas que vivían allí, y sobre todo, evitabas perderte. Lo que muchas veces te podía costar unos cuantos puntos menos para la casa.
Las sombras que creaban esos rayos solares, de tonalidades naranjas y rojizas, se movían lentamente a causa del suave viento que soplaba del norte. A diferencia de otros días, parecía que las nubes no se posarían en el cielo con la intención de dejar caer una buena tormenta, si no que nos dejarían una bonita y estrellada noche. Daba gusto poder salir por fin en el exterior sin pensar en cuánto tiempo tardaría en volver mojado por la lluvia. Pero eso no retraía el hecho de que parecía que hubiéramos entrado en invierno antes de hora, ya que hacía bastante frío, y más entrada la noche.
Todo el mundo estaba expectante porque mañana teníamos una de esas salidas a Hogsmeade. La gente aprovechaba esas salidas para pasarlo bien con los amigos y quitarse las preocupaciones de clase. Todo un gusto. Sobre todo cuando un servidor tenía una cita con una de las macizas de Beauxbatons. Nada con mucha importancia y que no pudiera pasar con mis encantos personales.

Me acomodé la bufanda azul y gris en el cuello y penetré en el bosque sin tener una localización exacta en mente. Simplemente me dejé llevar por mis pasos, los que terminaron trayéndome hasta un pequeño claro situado al norte del bosque. Allí los oscuros árboles se agrupaban en un enorme círculo, como si se hubieran puesto de acuerdo para dejarte ver el cielo.
La luna, no llena aún, seguía abriéndose paso ahora ya en una oscuridad inmediata. No había rastro del sol o de esa tonalidad rojiza en el cielo. En esos veinte minutos que había tardado en llegar allí, el cielo había cambiado.
Acostumbraba a ir al claro a leer un poco. Con la tranquilidad de saber que no había nadie más. Pero esta vez ni siquiera me había acordado de traer un libro. Me limité a sacar la varita, y a formular un "lumos" de forma mental, el cual ilumino con una chispa la punta de mi varita. Las flores del suelo se habían cerrado y las estrellas no eran del todo visible. Por lo demás, solo se oía el ruido de algunas criaturas en la lejanía.

Ensimismado en la extraña vegetación que me rodeaba, ni siquiera me di cuenta de que otra lucecilla se había abierto en la oscuridad. Cuando me percaté de ella, levanté la cabeza automáticamente, alumbrando hacia la la luz mientras escuchaba una voz femenina que raramente se me hacía familiar.
No podía ver más que una silueta entre los árboles, pero fue suficiente como para percatarme que era Melanie, al igual que yo, de Ravenclaw.
Arqueé una ceja y sonreí algo despreocupado mientras me acercaba lentamente hacia ella. ¿Qué hacía esas horas en el bosque? ¿Pretendía que un grupo de arañas gigantes la secuestrara para que fuera su banquete de media noche?

- Creo que la pregunta más indicada es: ¿Qué haces TU aquí? Enana - comenté divertido mientras paraba de andar, quedándome aún a algunos metros de ella.

Despeiné más aún mi cabello con la mano libre en son de despreocupación y luego la llevé al bolsillo central de la chaqueta-sudadera negra que llevaba puesta. No era nueva a pesar de que lo pareciera y olía a ello. Lo que pasaba es que en Hogwarts era obligado llevar el uniforme hasta la última clase del viernes. Algo horrible a mi parecer, pero que, francamente, era una alegría hablando de las francesas nuevas en el recinto escolar.

- ¿Te has perdido? - reí levemente y aparté mi luz de ella para no volverla ciega. - Las niñas tendrían que estar en el dormitorio ahora mismo. Haciendo... lo que sea que hagáis por la noche -

Sabía que no le gustaba que le llamara así; enana, pequeña, niña... Pero a mi si que me gustaba. Sus reacciones acostumbraban a ser divertidas.

Escuché las palabras de la quinceañera y la observé divertido mientras se cruzaba de brazos. Reí a su comentario con una pequeña carcajada y apagué el "lumos" de mi varita, dejando que lo único que iluminara la zona fuera la luz de la luna y la de la varita de Mel, lo que causaba ciertas sombras tétricas en mi rostro.

- Hay muchas otras cosas más por hacer por la noche, pequeñita. Ya lo entenderás cuando crezcas - solté de golpe, solo para hacerla enfadar, aún con esa risilla traviesa en los labios. - De todas formas, veo que eres una traviesa. ¿Has pensado en tu excusa si te pillan? - Pregunté arqueando una ceja mientras me alejaba de ella y me sentaba a una roca que sobresalía de entre los hierbajos. Tras apartar los ojos de ella unos pocos segundos, me senté ya la volvía a mirar, negando con la cabeza.

- No. Esta vez estoy solo. - respondí a su pregunta - Prefería tener una noche de paz antes del fin de semana - aclaré. Dejando que mi sonrisilla aterciopelada de ligoteo, la cual se desvaneció después de la aclaración. Y eso, quisiera o no, era verdad. Oh la lá las francesas...

Me quedé observando su postura, apoyada en una pierna y marcando la cadera hacia la dirección contraria. Suspiré y con la mano derecha golpeé a mi lado, encima de la roca, para que viniera a sentarse. Si había venido a dar una vuelta por el bosque, supongo que no le hará nada quedarse un rato. ¿Qué más había por hacer ahí? Nada. Nada, a no ser que la intención de alguien fuera ser la comida de los centauros. Hacía algunos días que no había hablado con ella, desde el inicio de clases y todo eso. Ya echaba de menos llamarla "enana". Al fin y al cabo, la cría se hacía querer. Y demasiado.

- ¿Qué tal tu con los novietes? - pregunté divertido mientras me acomodaba ambas manos en los bolsillos de los tejanos justo antes de guardar la varita en el bolsillo de la chaqueta.

Mis ojos seguían clavados en ella, siguiendo cada movimiento de sus labios al pronunciar. Arqueé una ceja divertido cuando atacó directa y sin creerme cuando le dije que tan solo pasaba una noche tranquila. ¿Tan extraño sonaba eso? Vale, si. Quizá un poquito.
No tiré del hilo para responder con un contraataque, si no que me limité a seguir escuchándola. Lo que vino luego me hizo soltar una carcajada que no pude reprimir. Era verdad que las de Hufflepuff eran fáciles y no estaban mal, pero acostumbraba a tirar hacia los retos. Quizá una Slytherin sería lo suyo. Y a pesar de que aquello lo dijera medio en broma medio en serio ladeé la cabeza, pensativo, mientras mostraba una mueca de concentración.

- Quizá una Slytherin. Acostumbran a ser más sexys y más activas en... bueno -corté a media frase, divertido -el "quidditch" - sonreí de nuevo y observé como, finalmente, accedía a mi propuesta de sentarse a mi lado.
Sus labios pronunciaron una agradable sonrisa que, se quisiera o no, acababa resultando incluso reconfortable para cualquiera.
Con ambas manos en los bolsillos de los tejanos, me incliné muy ligeramente hacia adelante y volteé la cabeza hacia ella para observar su perfil. Algo ruda pero sin quitar su sonrisa, puso reparos a mi pregunta, ahuyentando. Fruncí el ceño y reí por debajo de la nariz mientras apartaba la vista de ella y la llevaba al suelo donde no había más que esa tonalidad verde oscura de los rayos sobre la maleza.

- Bueno, si no estás con nadie ahora mismo será porque nadie te merece - volví mis ojos de nuevo hacia ella y arqueé una ceja, burlón - Y, que sepas, tengo razón al avisarte de que todos en los que podrías fijarte son sucios depredadores nocturnos. Nadie que no te agarre y termine rompiéndote el corazón - expliqué, semi dramático. Pero que hipócrita podía llegar a ser. Pero bueno, ¿era verdad o no? - Te lo dice la voz sabia. - seguí - A demás, tu no sales con nadie hasta que yo te le el visto bueno. - concluí fingiendo tal seriedad que parecía surrealista en mi. A pesar de que no era mentira, pues mi espíritu sobre protector rondaba sobre Mel 25 de las 24 horas del día. Ya fuera por la experiencia desde el otro lado, preferiría no terminar consolando a una Melanie McKing llorica porque le hayan roto el corazón. A pesar de que, si nunca se diera el caso, el pobre desgraciado se llevaría una buena.

Bajé la mirada hacia sus manos, las cuales jugueteaban con la varita y, finalmente la volví hacia el frente; hacia todos aquellos árboles que se juntaban para no dejar ver más allá del claro.

Sonreí en tono de burla cuando ella me tomó la palabra al decir que no era ningún sabio. Tenía razón. ¿Quien era yo para hablar de todo aquello? A pesar de todos los corazones que pudiera haber roto desde que puse un pie en ese castillo británico nunca me habían roto el mio. ¿Una chica rompiéndome el corazón? Já. Eso sonaba tan, o incluso más surrealista que un esquimal viviendo en el desierto.
Asentí de forma leve y algo juguetona cuando admitió que no se podía hacer a la idea de porqué había caído en Ravenclaw. ¿No era obvio?

- Estoy en Ravenclaw, Mel, querida, porque ninguna serpiente me pisa los talones por lo que a mi cociente intelectual respeta - comenté, orgulloso y egocéntrico como yo solo, mientras entonaba una voz aterciopelada, sin llegar a la seducción, en cada palabra. - Y por lo que respeta a tus amores, ya veremos - corté divertido.

Me resultaban divertidas aquellas conversaciones con la pequeña, sobre todo cuando se alteraba intentado reprocharme su derecho a la intimidad, pero a pesar de que todo aquello pudiera sonar a burla o a intento de desconectar de cualquier tema relativamente importante, iba en serio. Y ella lo sabía. Ambos lo sabíamos.

Cuando dejé perdidos mis ojos entre la oscuridad azulada que nos brindaba la luz de la luna, mi cabeza se levanto y mi torso se tiró un tanto hacia atrás. Expectante, pero sin sobre saltar de manera exagerada para llamar la atención de Melanie. Ella se giró, cosa inevitable por el repentino silencio, preguntando qué sucedía.
Humedecí mi labios y volteé la cabeza hacia ella, frunciendo el ceño de forma leve.

- Nada. Se acerca el baile de Halloween y estaba pensando a zorra invitaría esta vez - arqueé una ceja mientras dibujaba una sonrisa burlona de medio lado. Dichas facciones se vieron abrumadas por un repentino cambio al voltear mis ojos, dejándolos en blanco escasos milésimas de segundo, lo que avecindaba un repentino cambio de tema y la aclaración de "eso no venía a cuento".

- Y aparte de esa negativa a cederme la oportunidad de protegerte en tu vida amorosa, ¿qué más hay de nuevo en tu vida? ¿Cómo va el quinto curso? - pregunté con ese interés cordial tan impropio de mi.