Un jour pas si bon que vous? » Libre.

En aquellos tiempos del año era cuando comenzaba a desesperarme por los trabajos multiples que enviaban los profesores a los alumnos. Era un poco vaga, lo admito, ya que solía atrasarme en los trabajos y así me ganaba un buen sermón de parte de los profesores, así que aquello era lo que más me complicaba ya que con el sermón iba apegado un trabajo para que aprendiera, el cual solía olvidar. Si, como veran era una persona muy particular pero así me habían traído al mundo ¿qué hacer? De cualquier modo entendía que el problema indudablemente era yo y de nadie más pero de una u otra manera me fastidiaba de cualquier modo, no lo podía evitar.

Aquella mañana cuando asistí a Transformaciones la profesora me dió todo un sermón acerca de mis responsabilidades y demás, ella sabía que quería ser domadora de dragones como mi hermano por lo que me recomendo que pusiera la cabeza en los estudios y nada más si era que quería un futuro bueno. Luego de salir de allí me encontraba muy sobresaltada, odiaba que me sermonearan, me lo merecía lo se, pero me molestaba demasiado. Ya en aquel momento mi respiración no estaba tan normal como siempre. Camine por los pasillos rumbo a la sala común, quería calmarme un poco por lo que tome el camino más largo. Ya en el sexto piso fue cuando se produjo el problema. Mientras caminaba por los pasillos una puerta se abrio rápidamente, ¡el susto que me lleve!, retrocedí lo más rápido que pude produciendo que mi bolso cayera al bolso y allí los bronqueos se me cerraron. Sufro de asma, y allí en pleno pasillo un ataque me dio. Levante como pude las cosas del suelo, deslizando mis manos por el suelo a toda velocidad y sin querer olvidarme nada, y me introduje en el primer baño que encontre. Jamás me había agradado tener asma y esa era la razón, la devilidad que te brindaba aquella enfermedad tan usual me molestaba ya que no era devil de ninguna perspectiva fisica. Rebusque desesperada el aereador y di una bocanada de aire la cual abrio mis bronqueos en un segundo, di otro para poder respirar nuevamente, el aire de aereador entraba con tal potencía que ayudaba poco a poco a mil pulmones a respirar como era debido. Respire lentamente, tratando de recuperar el color de mis mejillas. Una vez que controle mi respiración me acerque al lavado y abri la cañilla, el sonido del agua correr me tranquilizo. Estire la mano mojandola y la deslize por mi rostro, luego por mi cuello y un poco por mi cabello tambien.

- Diablos .. - maldije cerrando los ojos un momento, sintiendo la mano fria en mi nuca -

El curso seguía transcurriendo con normalidad, y a medida que el frío se hacía más intenso en el exterior, las fechas de entregas de trabajos, exámenes y pruebas se hacía más y más próxima. Se notaba, y mucho, pues ya se empezaban a ver grupos de estudiantes más sobresaltados y nerviosos yendo de la común a la biblioteca y viceversa. Y con eso, los que quizá lo tenían peor eran los de la antigua escuela fría del norte, Durmstrang, pues ellos tenían la común al largo, en los exteriores del castillo, a diferencia de los demás. Aquello implicaba una larga caminata, por lo que los hijos del norte se lo pensaban un par de veces antes de enfilarse por la subida rocosa hacia la entrada principal del castillo, para luego adentrarse entre las paredes de la escuela británica en busca de la biblioteca.
Petar aún no se había acostumbrado a ello, pero también era uno de los pocos que decidía ir a la biblioteca a estudiar en lugar de quedarse en la sala principal del barco, donde la gente disfrutaba del calor que les otorgaba la chimenea.

Así pues, tomando las horas de estudio diarias por costumbre, tras un largo entrenamiento de quidditch individual con su Snitch personal, decidió adentrarse a los muros del castillo en busca de la biblioteca. Sus ojos saltaban de cabeza en cabeza por todos los alumnos que se atrevían a girarse y soltar algún que otro ruidito. En especial, a las chicas, pues más de una siquiera podía contener un suspiro algo ahogado. Él ni siquiera les sonrió. Quizá solo dio un par de cabezeos a algunas, pero siguió presente su intención de la biblioteca hasta que la intención se desmoronó al ver a una morena con el uniforme de beauxbatons en el segundo piso, la cual parecía que le costaba respirar. Petar frunció el ceño y apresuró el paso, pero ella fue más rápida y se fue hasta el baño de las chicas ese mismo pasillo.
El búlgaro se acercó hasta la puerta de entrada, echando un vistazo rápido para comprobar que no hubiera nadie más y, finalmente, decidió entrar a preguntar.
Cuando él tuvo todo el baño al alcance de su vista, observó a la morena como se tiraba agua a la cara para refrescarse. Se acercó un poco más, pero manteniendo las distancias por precaución y ladeó ligeramente la cabeza.

- Perdona, ¿estás bien? - preguntó él con un ápice de preocupación en su voz.

Los ojos del búlgaro estaban clavados en los de ella, a través de aquel espejo. Escrutando en lo azul de estos si realmente estaba bien, o por lo menos, mejor. Vaciló antes de abrir la boca para comentar o protestar, y observó como ella se acomodaba la melena oscura para disimular su estado. Él soltó un bufido y se acercó algo más a ella.

- Antes me pareció que no podrías respirar. ¿Seguro que estás bien? ¿Quieres que te acompañe a la enfermería? - dijo él, amable y atento, con las palabras más firmes que se le deslizaban de entre los labios.
Las mejillas de la chica se volvían a teñir de un rosado, poco a poco, dejando atrás la palidez que le había causado aquel ataque. Sacó la única mano que tenía en el bolsillo y se la pasó por el enmarañado cabello, de forma casi automática, para apartarse algún mechón que se le escurría hacia los ojos.
Seguramente ella no tendría ni la menor intención de ir a la enfermería, pero él estaba seguro que el mínimo de preocupación que sentía no se desvanecería hasta estar totalmente seguro que la chica se encontraba perfectamente. En lo más profundo de él, los planes de la biblioteca se iban desvaneciendo.
El olor a humedad inundó los sentidos del joven, y sus ojos miraron unos segundos por todo el baño. Era frío y aunque el olor fuera meramente agradable, no le resultaba un sitio demasiado agradable. Había oído decir que en ese baño había el fantasma de una niña de unos doce años que no paraba de llorar. Pero ni siquiera prestó atención para saber si aquel fantasma se encontraba presente en el lugar.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó él con curiosidad a la morena, teniendo en cuenta de que ella no parecía conocerle a él, a diferencia de tantos otros. Aquello le reconfortó un poco, y vio que, por el momento, el apellido Krum estaba distante de la conversación que se pudiera formar de ahí.

Él se quedó observándola un largo rato antes de que ella hablara. Era realmente muy bonita. Y tenía un no se qué que... Él ladeó la cabeza levemente, casi imperceptible. ¿Tendría algo que ver con las veelas? En Durmstrang había unas cuantas descendientes, pero quizá era más famoso Beauxbatons en cuanto a eso.
Cuando ella negó lo de la enfermería, él también se lo vio proyectado en los ojos. Estaba absolutamente segura de que no quería ir, o, según ella, no sería necesario, así que el moreno no se molestó en insistirle más. Simplemente se quedó ahí, de pie, escuchando el ruido del agua que resonaba desde algún lugar de aquellos baños.
Ella se incorporó respirando con tranquilidad, recuperando el ritmo normal mientras que él se encogía de hombros.
Él sonrió de forma educada a su presentación. Roma, bonito nombre. Poco usual en el mundo mágico. Ladeó la cabeza y le alargó el brazo para encajar el apretón mientras asentía su comentario, con un exquisito toque francés tan típico en Beauxbatons. Era muy diferente al acento duro de todos los hijos del norte.

- Petar Krum - comentó él, con tranquilidad, sin saber demasiado bien la reacción de ella. Esperaba que no fuera una fanática del quidditch mundial, o que por lo menos no cayera en el apellido. Aunque eso ahora ya daba igual.
Cuando el apretón de presentación finalizó, dejó caer su mano al costado, no sin antes rozar la suave piel de las manos de aquella chica. El apretón fue firme y reconfortante, sintiéndose a gusto con ello.
El búlgaro se quedó unos segundos en silencio, sin saber muy bien que decir. Nunca había sido muy hablador, y más encontrándose con otro superviviente del colegio ajeno; el francés. Los temas que los implicaran a ambos eran demasiado pesimistas, y siempre concluían con algún comentario respecto al tenebroso, o alguna discusión de lo mismo.

- Tienes un acento muy bonito, Roma. Suave y delicado - comentó él con una sonrisa algo juguetona.

Parecía que de la misma forma en la que los segundos y los minutos pasaban, la joven alumna francesa, Roma, iba cogiendo de nuevo su color de piel y manteniendo un ritmo respiratorio más normal. Como si nunca hubiera pasado tal ataque. El búlgaro se reconfortó cuando volvió a notar la normalidad emanar de ella, y ladeó la cabeza para observarla mejor bajo las luces del baño.
Él se limitó a asentir con una sonrisilla cuando el apretón finalizó, y luego se quedó observando a la francesa con sumo cuidado, la cual enrojeció de forma leve ante el comentario que él le ofreció. No era simple cortesía, realmente a él le gustaban aquellos acentos tan suaves que había en algunos países menos hostiles y más cálidos. Lo que, a simple vista, le gustó más de la joven fueron sus ojos. Dos perfectas perlas de un tono iridescente entre gris, verde y azul. Le recordaba la tonalidad que cogía el cielo en Bulgaria durante los largos inviernos.

- ¿Italiana, eh? - comentó él en voz baja - Supongo que si - respondió él al comentario que había hecho ella. Tras eso, Petar le dedicó una sonrisa y ladeó la cabeza apartándola y mirando alrededor antes de volver a centrarse de nuevo en ella. - ¿Tienes alguna clase ahora? ¿O tienes que ir a algún sitio? - preguntó sin querer ser una molestia para la joven. Quizá tenía algo mejor que hacer y se veía retenida al baño por él y la preocupación de su ataque, la cual ya casi se había esfumado. - Supongo que si ya estás bien será mejor que me vaya -

Cuando el búlgaro mencionó el país europeo italiano, vio leves destellos de cierto anhelo. Como si echara de menos su país natal, y no era de menos. Él mismo echaba de menos Bulgaria y cualquier país del norte. Aunque ya de por si, echaba de menos el típico frío de la europa del norte, que raras veces lograba a ser comparable con el frío que podría llegar a hacer en la Gran Bretaña.
Él vio como ella echaba un vistazo rápido al bolso que llevaba antes de volverse hacia él, volviendo a pasar la mano por el cabello, antes de decirle que tenía que ir a la biblioteca, aunque aquello no fuera de su agrado.
Él sonrió levemente. Era obvio que era por algún trabajo de alguna clase, y estuvo a punto de preguntarla si quería que le ayudara a hacer el trabajo, por así acortar el tiempo, pero acababa de recordarse que había quedado con Rose dentro de poco tiempo, en el barco.

- Que no sea nada - comentó, refiriéndose al trabajo, justo antes de darle las gracias por la atención - Espero volver a verte pronto por el castillo, Roma - dijo mientras inclinaba ligeramente la cabeza como despedida y le dedicaba una sonrisa algo dulce.