Si es que me odian [Libre]

Hoy no era mi día de suerte. Hacía días que no daba pie con bola, días que la pasaba más de mal humor y con ganas de darle a alguien un golpe por ser tan subnormal... ¿el problema? que la reputación Potter se iría al garete. Maldita sea el apellido, maldita sea que te encasillen por ello. De todos modos quería dejar todo este asunto lo antes posible, como siguiese calentandome la cabeza, alguien iba a salir mal parado...

¿Iba a salir? No, no que ya ha salido. ¿No sabéis porqué? Entonces esperad, y os cuento que ha pasado, porque en estos momentos me encuentro castigada en las cocinas. Esta mañana estaba de mal humor, y un chico mayor que yo, junto con su grupo se ha dedicado a tocarme las narices, he pasado de ellos todo lo que he podido. Pero, chicos, una no es de piedra. Y al final el "pobre" chico que me estaba tocando la moral hacía un rato, se encontraba solo en el pasillo, y para no variar, se quiso hacer el valiente conmigo. Yo, no se lo permití, y le lancé un conjuro, en el que... bueno, está en la enfermería por un pequeño aturdimiento y una caída por las escaleras abajo.

En fin, el buen profesor de pociones y jefe de la casa de Slytherin se le ha ocurrido castigarme todo el día en este antro apestoso y sucio, con la esperanza de hacer un trabajo forzoso al modo muggle. Ni loca me iba a poner a limpiar. No por hacerlo al modo muggle, a mí eso me daba igual, si no por hacerlo en aquel lugar, donde la mierda era una compañera más. Sí, me encontraba en las cocinas del colegio. Me habían mandado que limpiase todos y cada uno de los fogones, hornos y utensilios de cocina que hubiese en aquel lugar.

Estaba sentada en una silla, contando los ladrillos amarillentos y algo grasientos que había en la gran pared en frente de mí, hasta que el sonido de varios pares de personas hicieron que pegase un pequeño brinco en la silla, lo suficiente como para que me levantase de la silla y quisiese asomarme apra ver quién era el invitado que tenía el placer de ver en aquella ocasión.

- Camina, Potter... - era lo único que el vejete de Filch me decía mientras me empujaba por la espalda metiendome en las cocinas. - Ts... que ya estoy dentro ¿vale? - murmuré acicalándome el cabello e incorporándome junto a él. Era alto, pero no tanto como yo cuando erguía mi cuerpo, quizás debido a ésa protuberancia en su espalda que día a día lo hacía jorobarse más. Pobre viejo... Aún así no me explicaba como es que seguía atrapándome cada vez que alguna travesura me salía mal, por suerte -o desgracia- las ratas de Fred y Frank cogieron el mapa del merodeador a tiempo para salir corriendo, mientras yo me quedaba aún con la sonrisa triunfal y mi varita apuntando a los tres Slytherins que salían corriendo en pleno pasillo del colegio. ¿No sabían que con la nueva generación de Marauder's nadie se metía?.

Limpié con desdén mi corbata, la cual hace unos instantes Filch había sostenido para jalarme hasta las cocinas donde según él cumpliría mi castigo. Ya estaba ahí y apoyé mi mano sobre una pared mientras lo veía analizar el lugar como si olisqueara cada centímetro de la cocina en busca de algo. - ¿Y bien, dónde está ésa hermosa chica a la que tengo que ayudar a limpiar? - mi sonrisa patán se asomó insofacta mientras el ceño fruncido del Celador se posaba en mi. Rodé lo ojos ante su mirada fría e indiferente. Que aburrido y poco sentido del humor tenía ése anciano. Fue entonces cuando mi mirada se topó en una chica del otro lado de las cocinas, nos observaba, de pie, a mi y al celador. La conocía, claro que la conocía, como toda buen cerebrito fue el blanco perfecto para una de nuestras bromas, pero en ésa ocasión nos salió el tiro por la culata, de hecho prefiero no recordar como terminó ésa situación, además el dejadito de White parecía tener interés en la chica, y no lo culpaba pues lo que tenía de pesada lo tenía también de atractiva. - Vaya, vaya, ¿qué hiciste tu, Zia? ¿Dejaste caer un libro en la biblioteca? - rodé los ojos y me aproximé hasta ella deteniendo mis pasos justo frente suyo. Bajé mi rostro, pues ella era notoriamente más baja que yo y alcé una mano hasta su mejilla con total confianza y deposité un beso en la libre a modo de saludo mientras afirmaba su rostro procurando que no lo corriese. - Siempre es un placer verte - susurré a su oído antes de incorporarme nuevamente y comenzar a retirar mi mano de su mejilla.

Sí, era inevitable que el respingo que dí fuese bastante veloz, mi corazón palpitaba muy rápido, que susto me llevé. Pero mis constantes volvieron a su estado normal, cuando divisé a un chico algo más alto que yo, moreno, entrar. Dejé el trapo de nuevo sobre una de los fogones y me senté, esperando su llegada.

Conforme se iba acercando, iba viendo más rasgos suyos. Con la poca luz que había en aquel lugar tardé en saber quien era. Pero al final lo conseguí: James Sirius Potter. Bueno, al menos no me aburriría teniéndolo él para tocarme "la corbata". Le miro con una sonrisa, aguantando las ganas de saber porque estaba aquí y decirle que no quería decirle el motivo de mi visita a este apestoso lugar.

Escuché lo que dijo, le di un suave golpe en el hombro a modo de rabia y me puse a contar hipogrifos. - No, tiré por las escaleras a un chico parecido a ti. Creo que me equivoqué de persona, porque por lo que veo la cara, la tienes igual que siempre . - le digo alzando una ceja y mirando de nuevo al frente. De todos modos, no me quité ni en un instante ante su gesto. Ante el hecho de agarrarme de la mejilla. Más bien porque no sabía su propósito y, no era tan maleducada como para hacerle un mal gesto.

Me sorprendió el beso en la mejilla que me dió. Vale, James y yo no éramos super amigos, pero tampoco éramos enemigos. Yo creo que nuestra relación era bastante neutra, un trato cordial u hostil según procediese, y poco más. Creo que le aguantaba porque era amigo de Caleb. Porque si no, la cara y el egocentrismo que tenía se lo iba a quitar yo a base de guantazos. Sonrío de soslayo, y me apoyo en una encimera a pocos pasos de él. - Que mal se te da mentir. No me extraña que siempre te acaben pillando. - le digo alzando ambas cejas y con una sonrisa un tanto de superioridad.

Uno trata de ser amable con las chicas y ¿qué recibo a cambio?. Insultos, palabrotas, golpes, o en éste caso comentarios sarcásticos. Curiosamente eran los que más me afectarían, si algo me afectara, claro.

Sonreí con patanería a cada una de sus palabras. Comenzaba el Round Potter v/s Watson, en una esquina la pequeña rubia de ojos claros con un peso que sería fácil de acorralar contra una pared y verla aferrada a tu cintura con sus piernas, y la otra el alto, esbelto, sexy y perfecto moreno de ojos café intensos que basta con su sonrisa para cautivar a cualquiera. ¿Egocentrismo? Si uno no se quiere a si mismo nadie lo hará por ti. - Mira, rubia... - mi primer gancho al higado fue detenido por Filch que interrumpia la "pelea" con su voz áspera y arrastrada. - Aquí tienen sus cepillos, quiero todos los calderos libres de manchas - ordenó el Squib mientras posaba mi vista en los cepillos que utilizaríamos para limpiar ése desastre. - ¿No sería mejor una espátula? - pregunté llevando mis manos a las carteras e incorporandome nuevamente, pero Filch solo se limitó a observarme. - Potter... - se aproximó hasta mi pero las risas de los pequeños de primer año corriendo por los pasillos fuera de las cocinas llamaron su atención interrumpiendo lo que de seguro sería un nuevo y aburrido discurso de mi comportamiento altanero y despreciable y bla bla bla. - ¡Hagan su trabajo, ya vuelvo! - señaló antes de arrebatarnos nuestras varitas para asegurarse de que lo hariamos bien.

Al fin quedé solo con Zia, y a decir verdad ésta era una de las pocas ocasiones en que no sabía si estar comodo por la compañía de una linda chica o asustado por la compañía de una loca sadomasoquista. Alcé mi mentón y contemplé como observaba el cepillo con asco. Tomé el mío y luego cogí una de las hoyas para comenzar a limpiar. - ¿Qué pasa? ¿Papito no te enseñó a usar un cepillo? - pregunté arqueando una ceja y observándola de soslayo con una burlona sonrisa. - ¿O eres de esas chicas que creen que solo por no usar la varita es un trabajo denigrante? - pregunté ésta vez sin un apice en mi rostro. No conocía a Zia lo suficiente como para hacerme un juicio de ella. Era atractiva, y resaltaba de las demás chicas por eso, por eso y por ser algo arisca. No sabía si era la clasica sangre pura que detestaba a los muggles y sus costumbres, aunque con White se llevaba bien, y ése chico de limpio y puro no tenía nada.

Vale, quizás la relación entre James y yo, no era muy buena. ¡Pero no era culpa mía! No sé si es que me infravaloraban y se creían que era mucho menos de lo que realmente era. Las apariencias sin duda engañaban. Y es que, no me gustaba como James hacía sus bromas. No sabré si algún día yo fui el blanco de alguna de ellas, pero, me parece que nunca lo sabré.

ME crucé de brazos esperando a que me dijese algo respecto a lo que yo le dije, pero, como siempre, Filch andaba interrumpiéndonos. Escuché, el intento de discusión entre James y ese viejo. Pero, como siempre, el mal humor de Filch ganaba a pesar de que James parecía no acabar con aquellos intentos por sacarlo más de sus casillas. Negué con la cabeza ante su pequeña conversación y agarré el cepillo.

Lo miré con mala cara, primero a Filch, y después al cepillo. Seguramente con una cara de asco bastante notable pues no dejé indiferente a Potter. Gruñí sin cortarme ni un pelo, y le miré, agarrando el cepillo de una manera un tanto posesiva. - La verdad es que no. Mi padre sólo se preocupa por mí cuando a él le interesa. - le digo encogiéndome de hombros. En mi voz no se notaba ni un ápice de pena. ¿Pena? Hace tiempo que dejé de sentir pena porque mi padre no me hiciese caso. Aunque, a lo siguiente que dice, hace que me ría sarcásticamente - Yo nunca he dicho tal cosa. Aunque, por lo que veo, así es como ves... - le digo encogiéndome de hombros, con un apice de pasotismo, intenté dejar de lado, aquellas conversaciones.

Si íbamos a estar castigados todo el día, mejor divertirse y no estar los dos peleándonos constantemente. Dejé el cepillo en uno de los fogones, y me acerqué a James que andaba a unos metros de mí. Estaba de espaldas a mi cuerpo y de cara a los fogones. No lo dudé ni un momento, sonreí de forma pícara, y acerqué mi cuerpo al suyo, mis manos se pasaron por sus caderas hasta tocar la encimera, quedando así corralado de una forma un tanto seductora. Me acerqué a su oído humedeciéndome los labios. - Y dígame, señor Potter... - le dige en un tono también seductor, para continuar hablando en leves susurros. - ...¿hice algo mal para que seas tan arisco conmigo? - le dije apretando un poco más mi cuerpo al suyo.

Estúpidas ollas con comida pegada. ¿Qué les daban de comer esos Elfos a nuestros alumnos? Por más y más que frotaba se me hacía imposible desprender rastro de mugre de aquellas placas de grasas pegadas a los calderos. Aún mentido en mi trabajo pude escuchar a Zia y sus risotadas. Sonreí solo al escucharla reír, a pesar de que no era una sonrisa sincera era algo contagiosa. No aparté mi mirada de la hoya, pero detuve mi trabajo al escucharla hablar de su padre. No era yo el más indicado para decir algo en ése momento, a menos que quisiera dar lastima. Harry estaba cada días más cambiado y prepotente, incluso me preocupaba la salud de mi madre que debía pasar todo el año con ella. Esperaba que el próximo fin de semana libre pudiera verla y pasar un rato con ella.

Cuando uno empieza a creer que con las mujeres se puede hablar sin que sientan la necesidad de tocarte pasa lo menos esperado. Sentí las manos de Zia rodear mi cintura y posarse sobre la encimera en la que yo estaba trabajando. Su voz se alzó susurrante colapsando contra el lóbulo de mi oído, y no lo negaré; tragué saliva tratando de contener el notorio estremecimiento de mi cuerpo. El suyo se adeherió al mío y una sonrisa divertida se posó en mi rostro. Cerré mis ojos y volteé entre sus brazos apoyando mis manos a mis costados. Mi pecho, mientras giraba rosó el suyo y ladeé mi rostro levemente notando su clara mirada posarse en la mía.

- ¿Aparte de querer tirarme por una escalera cada vez que me vez? - respondí a su pregunta con otra mientras una de mis cejas se enarcaba perfectamente al compás de mi seductora sonrisa. Desvié mi mirada de la suya y fingí tranquilidad y frescura ante la situación, pues quieras o no, cuando una chica tan atractiva te acorrala de ésa forma estando comprometido los nervios llegan de un u otro modo.

- No es que no me agrades, pero ambos sabemos que... - mi mirada volvió lentamente hasta la de ella mientras hablaba y mi mano se alzó hasta posar mis dedos pulgar e indice su mentón. - ...tu no tienes la paciencia suficiente ni yo tu basto sentido del humor - señalé de forma patán mientras meneaba su rostro desde su mentón lentamente. Aquello era jugar con fuego, pues con una chica como Zia todo podía pasar, desde el hecho de querer convencerme de lo contrario hasta simplemente hartarse y voltearme el rostro de una bofetada.

- ¿Qué dices, Zia, crees estar a la altura? - pregunté separando mi mano de su pera y alzándola por sobre de ella. La volteé y estiré para observarla como si me hubiera limado recién las uñas, solo con intensión de no sentir su mirada tan próxima.

¿Es que las ollas no se limpiaban cada día? Aquí había mucha mas suciedad incrustada de la que yo he podido ver en toda mi vida. Y porque aún no he visto el interior de los hornos. Pero, sólo viendo los instrumentos de cocina, y los fogones, miedo me da de meter la mano en el horno, por si tuviese vida propia y me come o algo... Seguro que ésto no podía ser bueno para la sanidad ni para la salud de los jóvenes.

Quizás ante mis gestos o mis palabras, a James le molestaría... Pero, para ser sincero, no creía que aquello ocurriese. Aunque sabía de que pie cojeaba James, me gustaba siempre tentar a los chicos, con mi cuerpo, o simplemente pasármelo bien un poco. Aunque él tuviese novia o rollo... a mi eso me daba bastante igual puesto que él podría jugar o no jugar. ¿No? La decisión siempre era de ellos, y normalmente elegían la equivocada. Aunque, entre tú y yo, eso es algo que nunca diré en voz alta, pues entonces James se lo tendría muy creído - más -

Mi cuerpo se pegó mucho más al suyo en un sólo instante. Y, por un momento noté como las fuerzas de James iban disminuyendo permitiéndome a mí, poder entrar y divertirme aún más. Aunque claro, eso fue sólo un momento, porque al siguiente, parecía tener una placa de hielo entre él y yo. Cuando me pregunta eso, me hago la dolida y la indignada por unas décimas de segundo, aunque al otro, estaba perfectamente. Sí, yo parecía algo bipolar... y me encantaba.

Aún andaba él dándome la espalda, y todo lo que le había dicho un momento, se había extendido por el ambiente, por su cuello, por su oído, y por su pelo. Incluso podía notar su olor cerca de mi nariz, o su ropa por mi cuerpo de lo cerca que estábamos. Aquella situación me estaba gustando demasiado y al final acabaríamos quemándonos... los dos. Una parte de mi rostro, se pegó a su oído, su cuello o su pelo. Sintiendo por mi mejilla, su pelo, o el roce de mi nariz en su oído. ¿Alejarme? Para nada. Me separé un poco de él para que tuviese más libertad a la hora de poder darse la vuelta. En un instante, lo tenía frente a mí, le sonreí de una manera de niña buena, de juguetona, de seductora... que incluso me sorprendí a mí misma de mis distintos matices con una sóla sonrisa que le estaba dando a James. Niego con la cabeza ante sus palabras, me humedezco los labios y sonrío socarronamente. - Eso no es verdad, querido... - le digo mientras le toco un botón de su camisa como si tuviese toda la confianza del mundo con él. - Aunque, en cierto modo, el que sí es así, eres tú conmigo... con lo buena que yo soy... - le digo con un punto en mi voz sexy y juguetona.

Su mirada dejó de clavarse en mí, hasta posarse indiferente en algún punto de esa cocina. No sabía hacia dónde miraba, pero, no tardó en volver a poner sus ojos frente a los míos, y yo sonreí sin poderlo remediar. Entonces, escuchando sus palabras, asiento varias veces de un modo lento, para que mi nariz rozase algo más de tiempo, el lóbulo de su oreja o que, incluso, al respirar, mi respiración se escapase por mi boca y rozase su piel. - Ambos sabemos que en el fondo, somos demasiados parecidos. - le digo con una sonrisa en mis labios con demasiados matices que él no podía ver porque estaba de espaldas. Notando su mano en mi rostro, alzandome un poco, para poder ponerme algo más a su altura y mirarle a los ojos directamente. Escucho su pregunta, y una sonrisa se me dibujaba en el rostro de una manera ladeada y pícara. - Todo depende de para qué lo digas... - le digo humedeciéndome de nuevo los labios, y en leves susurros como si se pudiesen escapar más palabras de mi boca o simplemente, las palabras se las llevase el viento.

Luego de dar su veredicto y dejar de observar sus manos con aparente desinterés, James volvió a su trabajo de tallar las ollas, pero como era de esperarse Zia no se quedaría con las manos cruzadas. Se aproximó hasta él, y siguió con las frases insinuantes a su oído, estremeciendo cada vez más al Gryffindor, quien parecía cada vez menos incomodo con la situación, pues fue entonces cuando volvió a sonreír, satisfecho, quizás.

Dejé la espatula de lado y ésta vez con desición me volteé hasta Zia, quedando nuevamente frente a ella. Me crucé de brazos, tratando de generar más espacio, no me gustaba que me acosaran, yo era el acosador de Hogwarts y no al revés. - ¿A donde quieres llegar, Zia? - pregunté arqueando una ceja, generando un momento tenso para que sus hormonas bajaran un poco. O al menos eso es lo que parecía, que quería alejarla de mi. Pronto le demostraría lo contrario.

Luego de sus palabras, cortantes, sonrió, y un brillo bastante peculiar se posó en los ojo de James, y sin esperar respuesta alguna a su pregunta llevó sus manos a la cintura de Zia, atrayendola consigo hasta una esquina de las cocina. Sus dientes se aferraron al cuello de Ravenclaw que lo había provocado de aquella manera. Lo que esperaba con todo ésto era confundirla, hacerle creer que no estaba dispuesto a jugar para luego tratar de sacar el libido de la muchacha él mismo nuevamente. Apartó sus dientes de su cuello humedecido por la hiel de su boca y la observó de forma penetrante y seductora. - No juegues con fuego, Zia - musitó rosando sus labios con los de ella mientras hablaba y atrapó éstos mismos con sus dientes, de forma suave, tirando de su labio inferior con ellos y deslizando la punta de su lengua por aquel carnoso labio atrapado en su boca.