Entre cervezas y polvo (Scorpius)

Cerveza. Ese exquisito brebaje, ese delicioso líquido dorado que solía acariciar mis labios y solía verter por mi boca para quemar ligeramente mi garganta. Eso es lo que necesitaba. Adoraba esa bebida y en los últimos meses se había convertido en mi favorita ¿por qué? eso era algo que no sabía, pero que poco o nada me importaba puesto que era un detalle que me parecía poco importante. ¿Qué más daba el tiempo que había pasado desde que esa bebida se había convertido en mi favorita? Lo importante era que lo había hecho, simple y llanamente. Sonreí ligeramente y entré en el recinto. Me quité la bufanda que llevaba alrededor del cuello, mi abrigo y mis guantes y me senté en la barra. Saludé a los que allí estaban con un ligero hola y una pequeña sonrisa y pedí lo de siempre, una cerveza.

Cabeza de puerco, un lugar indeseable, un lugar poco recomendable para cualquier persona o mejor dicho para una joven estudiante inocente. Miré a mi alrededor y no vi ninguna de esas así que opté por entrar ya que no era la primera ni la última vez que cruzaría esa puerta, entraría y me sentaría en la barra a esperar a que el camarero o la camarera, según, me preguntara qué era lo que quería. Dejé mi abrigo sobre una silla y miré a mis lados. El lugar no era precisamente el más limpio del mundo, de hecho era famoso por la suciedad que tenía y quizás eso era algo que me atraía porque la sucidad del recinto distaba mucho del concepto que mis padres querían de mí, distaba mucho de la chica delicada y refinada, de la damisela en apuros que querían que fuera.

Esperé a que viniera la camarera a preguntarme qué quería. Entonces yo respondería algo así como una cerveza y esperaría subida a uno de esos taburetes, jugando con una servilleta o quizás mirando a mi alrededor como metódo para acabar con el aburrimiento y la eternidad de la espera. Y luego, después de unos minutos o puede que más me servirían mi bebida. Monotomía, aburrimiento, todo demasiado previsible quizás, pero como es bien sabido nada ocurre dos veces y una previsible y aburrida noche podía llegar a ser incluso interesante.

Era la primera salida a Hogsmeade del año y de seguro la que más prometía. Si seguro. No tenía idea de a donde se habían metido Albus y Cassandra, mucho menos Rose. Se había ido sin él porque debía cumplir de guía para los pequeños antes de poder disfrutar de un verdadero paseo. Eso se ganaba por ser prefecto. Scorpius había llevado a los de tercero a conocer Zonko, luego Honeydukes donde todos habían salido con grandes bolsas de golosinas y por último las Tres Escobas donde los había dejado tomando algo, a cargo de nadie, ya eran grandes y prefería que conocieran solos lo demás. El rubio dejó sus responsabilidades y preocupaciones afuera y caminó hasta el final del pequeño pueblo, dobló en el callejón donde se encontraba Cabeza de Puerco con las manos en los bolsillos y entró allí como quien vá todos los días al mismo sitio. Sin titubeos y con esa seguridad y arrogancia tan notoria.

Los de siempre clientes de Alphard, el viejo añejo que atendía desde siempre, lo miraron con gestos hoscos, murmurando entre ellos en voz alta. Pudo escuchar su apellido entre varios de allí pero no les prestó atención, había encontrado algo mejor que hacer. Se acercó a la barra donde una rubia conocida esperaba ser atendida y se paró a su lado apoyandose en la mesada alta. - Valla valla, mira lo que nos encontramos aqui.. - murmuró sonriendo de manera divertida mientras escondía su endlema de prefecto en el bolsillo de su túnica. - No te hacía por aquí Gen, de veras.. - siguió el rubión cuando el viejo se acercó para que pidieran lo que iban a tomar. - Un wisky de fuego doble para mi y una cerveza para la señorita.. - pidió por ella sin dirigirse al hombre, éste torció el gesto y se fue murmurando por lo bajo acerca de los malos modales que tenían los alumnos y de que deberían pegarles con varas en lugar de dejarlos libres y esas cosas. Antes de que este desapareciera por la puerta Scorpius lo detuvo y sacó de su bolso una taza grande, estaba preparado. - El wisky aquí, todo lo que tienes está sucio.. - murmuró dejando su taza en la mesa. Alphard la tomó y salió de allí. Miró a su amiga sonriendo.

Estaba a a punto de pensar que realmente era invisible, y lo habría hecho si no fuera por algún que otro comentario del borracho de turno. No les presté ni la más mínima atención, porque no merecía la pena. En absoluto. Miré a mi alrededor y dejé que un suspiro se escapara de mis labios. Estaba aburrida, es más muy aburrida. Y eso era algo que odiaba. No sabía qué hacer. Seguía esperando a que me atendiera alguien, quien fuera. Pero al parecer tenían mejor cosas que hacer que prestar atención a una muchacha como yo. Observé el lugar con algo de curiosidad. Polvo, gritos, olor a alcohol, humo y cigarros. Un lugar claramente sucio. Eso era algo que no se podía negar. Y no pensaba negarlo. Estaba lo suficientemente cuerda como para asentir ante esa obviedad. Pasé mis dedos por la barra y dejé que mi rostro mostrara una mueca entre asco y diversión. Asco por motivos más que obvios, y diversión porque acababa de imaginarme la cara de mi madre cuando llegara a sus oídos que su pequeña se había dejado ver en un lugar como ese.

En un sitio tan decadente, en el que se juntaba la escoria del mundo mágico.
Elevé ligeramente la mirada cuando una voz conocida me habló a mi lado. Esbocé una ligera sonrisa y miré a Scorpius. Uno de los miembros de la familia Malfoy, el primo de Cassandra, un buen amigo. Alguien con el que beber un par de copas y divertirse. -Pues ya ves. Tus ojos no te engañan. Yo por aquí-le dije esbozando una sonrisa mientras jugaba con unos mechones de mi cabello.-¿Y tú? ¿Has venido a beber un poco? ¿O has venido a entretenerme?-le dije riendo ligeramente mientras miraba al hombre que había venido a ver lo que queríamos. La verdad es que el hombre necesitaba una ducha, puedo que dos o tres, pero no dije nada. No al menos de momento. Miré de nuevo a mi amigo y sacudí la cabeza.-No, una cerveza no. Mejor lo mismo que él. Un whisky estará bien. No, no me había vuelto loca ni nada por el estilo. Sabía lo fuerte que era esa bebida alcoholica pero no por eso iba a pararme. Estaba acostumbrada a sentir como me quemaba la garganta, por lo que ¿por qué no pedirla?
Reí ligeramente cuando sacó una taza de su túnica. Vaya Malfoy, tú siempre tan preparado-comenté mientras mis dedos tocaban ligeramente la barra, como si fuera las teclas de un piano. Uno sucio y seguramente desafinado, pero un piano al fin y al cabo.