Casting de Molly P. Weasley.

Probablemente no debería estar haciendo eso. Bueno, probablemente no, definitivamente no debería estar haciendo eso. Esa semana había sido víctima del envío de cuantiosos trabajos y pergaminos que producir, ya sólo faltaban un par de días para el primero que le tocaba entregar, el de Estudios Muggles, y aun así ahí estaba ella, disfrutando del otoño en toda su plenitud. El día era hermoso, corría una ligera brisa vespertina y el sol intentaba filtrar sus rayos por entre las nubes, pero seguía pareciéndole un paisaje fascinante. Estaba sentada junto a un árbol, donde los haces de luz solar que se filtraban iluminaban su obra de arte, o más bien, el centro de su desastre.

Ella no era lo denominado ordenada ni mucho menos, y su estado actual lo demostraba. Sentada como indio, Molly tenía un lienzo de papel colocado sobre madera descansando sobre hojas secas, anaranjadas. Hacía una par de largos minutos que estaba pintando allí, con tonos marronos, rojizos, amarillentos y nacarados; reflejaba una imagen otoñal, era claro. Junto al lienzo había un par de libros cerrados - eso significaba que ni siquiera los había tocado -, su guitarra desenfundada junto a un cuaderno anillado abierto por si la inspiración llegaba instantáneamente, su varita y también el morral de lana color ocre tejido por su abuela paterna donde había llevado todos los elementos.

Suspiró, levantando el mentón observando el cielo ligeramente nublado por unos momentos. Sonrió, mientras cerraba los ojos y dejaba que el viento la rodeara. El emblema de Hufflepuff brillaba en su pecho con orgullo, mientras que su uniforme se dejaba ondear por la brisa también. No era de las que se vestían pulcra y detalladamente, ni tampoco de las que ajustaba su falda o su camisa para lucir sus curvas, eso era bastante idiota a su parecer. Más bien vestía rebelde. En aquel momento, por ejemplo, Molls llevaba su falda cubriendo hasta un poco menos de las rodillas debido a la posición en la que estaba, la camisa con los dos primeros botones desabrochados y el suéter de color gris bordado con hilos dorados cubriendo su torso del frío otoñal.

Se preguntó dónde estaría su hermana pequeña, o qué idioteces estarían haciendo James y Fred. No evitó reírse ante su propio pensamiento, imaginando saltar el jugo de calabaza de la directora McGonagall en su propio rostro; esos dos eran capaces de ello y mucho más, y quizás era por eso que los quería tanto y que tanta debilidad hacia ellos tenía. Recordó a su prima Dominique, quien se alojaba en Hogwarts desde hacía ya un año por el ataque que había dado lugar en Beuxbatons. Molly no estaba muy enterada de lo sucedido allí, tampoco creía que la directora fuese a contar todo con lujo de detalle. Aunque sí se sabía que había sido por culpa de neo-mortífagos, por más que quisiera negarlo y creer que había un error allí. Frunció el ceño, pobre todos los jóvenes del colegio francés y de Dumstrang, quienes también había sido atacado. Últimamente se corrían muchos rumores estúpidos por los pasillos de Hogwarts, aunque la pelirroja prefería no oírlos por miedo a escuchar algo que no quería. Movió la cabeza, quitando pensamientos feos de su mente, para luego bajar el mentón y volver donde su pintura. Sonrió, el sol se ponía en el horizonte y eso era exactamente lo que necesitaba expresar en aquella imagen. Tomó su pincel en mano y siguió, tarareando una melodía improvisada en sus labios.