Casting of Ronald Weasley
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Casting of Ronald Weasley
Esa reunión sería una de las más importantes para la Nueva Orden. McGonagall – que por más años que pasaran, jamás dejaría de ser llamada así y vista en su mente como su profesora de Transformaciones – lo había citado aquel día para discutir un asunto: los alumnos de Hogwarts que podrían llegar a participar en la relevante cnofradía. Había estado averiguando mucho los últimos días, había leído cuantiosos expedientes e informaciones. Conocía los límites y los riesgos, y estaba decidido en su opinión; recordaba la iniciación del Ejército de Dumbledore, a cada uno de los jóvenes que habían querido tomar cartas en el asunto. Y muchos de ellos estaban actualmente muertos. No quería involucrar demasiados jóvenes, temía por los mismos, sin dejar de lado el hecho de que una epqueña parte de los internos actuales del castillo eran familiares suyos más que cercanos. Había meditado mucho con Hermione al respecto, y la conclusión producida era que, si bien la edad no era lo que determinaba la habilidad del mago, los alumnos que se involucraran no podrían tener menos de dieciseis años. Tenía ciertos nombres perdidos, la mayoría de Gryffindor, haciendo inconsciente alusión a su casa prediecta, sin olvidarse claro está, de su sobrino mayor, James Sirius, quien ya se sentía dentro de la Orden por más que la misma no tuviese mucho tiempo de creación.
Agradecía la compañía que Hermione estaba teniendo hacia con él, constante y fiel ante todo. Si bien no opinaban lo mismo en lo que refería a mantener en secreto la Orden, y que particularmente Harry no lo supiera, el mejor de los hijos hombres de Molly y Arthur Weasley estaba seguro en su posición. La terquedad era su peor defecto, y jamás dejaría de serlo. No era la primera vez que Ronald desconfiaba de su mejor amigo, en las anteriores situaciones siempre había sabido que el problema era suyo, producido por su inseguridad y sus celos; esta vez era diferente, esta vez algo estaba mal en Harry y tanto él como Mione lo notaban fácilmente. No sabía qué mierda le ocurría, pero temía por él y por todo el mundo mágico vigente. Los neo-mortífagos estaban rondando, preparando sus ataques paulatina y astutamente. Sabían dónde tocar, con quién joderla. Si fuera por él rompería cada hueso de sus cuerpos hasta dejarlos m… Otra vez esos ataques de furia impulsivos, ese enojo particular que lo hacía tan único.
La directora estaba lista para atenderlo. Las escaleras custodiadas por la gárgola que llevaban donde el despacho del directivo se abrían paso ante él. Ron seguía siendo el mismo muchacho de siempre, per o maduro y decidido, se había convertido en un líder sin querer serlo. Sus años junto a Hermione lo habían cambiado para bien, lo habían transformado en lo que siempre quiso y sólo ella había logrado convertir. Un hombre hecho y derecho, sin vacilaciones, que no depende de nadie y que se siente orgulloso – dentro de su innata humildad – de sí mismo. Dejó atrás el último peldaño de las añejas y aceradas escaleras y se dirigió donde la puerta de roble oscuro, cuyo llamador estaba formado por una argolla de cobre puro, antiguo. Más no lo necesitó, la puerta se entreabrió por voluntad propia y Ron se hizo paso a través de la misma, inspeccionando la sala con la mirada azul clara. Había visitado ya el despacho de McGonagall en esos últimos años, pero pocas diferencias existían desde que él cursaba en Hogwarts. Minerva no había cambiado casi nada de lo que Dumbledore había dejado; una decisión extremadamente sentimental y comprensible.
- Buenos días, McGonagall – musitó con sarcasmo sano, ese que lo caracterizaba desde siempre. Ambos dos allí sabían que esos, no eran buenos días, y habría un lapso de tiempo hasta que se asegurar que así sería. Se sentó en la silla de madera frente al escritorio y, con un solo brazo recargado en la superficie de nogal, la perorata fluyó perfectamente. Como dos viejos conocidos que se encuentran a hablar después de mucho, aunque no de cosas banales. Es imposible conversar simples habladurías con los ojos claros de Ronald brillando ante su preocupación global y la fina línea que forman los labios arrugados y perturbados de la directora que demuestra nervios e intranquilidad crítica. Ambos dos, buscando las mejores soluciones, aprendiendo a no ser débiles. Porque Ron, siempre había seguido a Harry, y Minerva, siempre encontraba las respuestas en Dumbledore. Se encontraban imposibilitados de esto , uno hacía mucho más tiempo que el otro, pero debían actuar, junto a Hermione, Neville, y todos aquellos que debían encargarse de lo que se les venía ahora, costara lo que costara. A cualquier precio.
Agradecía la compañía que Hermione estaba teniendo hacia con él, constante y fiel ante todo. Si bien no opinaban lo mismo en lo que refería a mantener en secreto la Orden, y que particularmente Harry no lo supiera, el mejor de los hijos hombres de Molly y Arthur Weasley estaba seguro en su posición. La terquedad era su peor defecto, y jamás dejaría de serlo. No era la primera vez que Ronald desconfiaba de su mejor amigo, en las anteriores situaciones siempre había sabido que el problema era suyo, producido por su inseguridad y sus celos; esta vez era diferente, esta vez algo estaba mal en Harry y tanto él como Mione lo notaban fácilmente. No sabía qué mierda le ocurría, pero temía por él y por todo el mundo mágico vigente. Los neo-mortífagos estaban rondando, preparando sus ataques paulatina y astutamente. Sabían dónde tocar, con quién joderla. Si fuera por él rompería cada hueso de sus cuerpos hasta dejarlos m… Otra vez esos ataques de furia impulsivos, ese enojo particular que lo hacía tan único.
La directora estaba lista para atenderlo. Las escaleras custodiadas por la gárgola que llevaban donde el despacho del directivo se abrían paso ante él. Ron seguía siendo el mismo muchacho de siempre, per o maduro y decidido, se había convertido en un líder sin querer serlo. Sus años junto a Hermione lo habían cambiado para bien, lo habían transformado en lo que siempre quiso y sólo ella había logrado convertir. Un hombre hecho y derecho, sin vacilaciones, que no depende de nadie y que se siente orgulloso – dentro de su innata humildad – de sí mismo. Dejó atrás el último peldaño de las añejas y aceradas escaleras y se dirigió donde la puerta de roble oscuro, cuyo llamador estaba formado por una argolla de cobre puro, antiguo. Más no lo necesitó, la puerta se entreabrió por voluntad propia y Ron se hizo paso a través de la misma, inspeccionando la sala con la mirada azul clara. Había visitado ya el despacho de McGonagall en esos últimos años, pero pocas diferencias existían desde que él cursaba en Hogwarts. Minerva no había cambiado casi nada de lo que Dumbledore había dejado; una decisión extremadamente sentimental y comprensible.
- Buenos días, McGonagall – musitó con sarcasmo sano, ese que lo caracterizaba desde siempre. Ambos dos allí sabían que esos, no eran buenos días, y habría un lapso de tiempo hasta que se asegurar que así sería. Se sentó en la silla de madera frente al escritorio y, con un solo brazo recargado en la superficie de nogal, la perorata fluyó perfectamente. Como dos viejos conocidos que se encuentran a hablar después de mucho, aunque no de cosas banales. Es imposible conversar simples habladurías con los ojos claros de Ronald brillando ante su preocupación global y la fina línea que forman los labios arrugados y perturbados de la directora que demuestra nervios e intranquilidad crítica. Ambos dos, buscando las mejores soluciones, aprendiendo a no ser débiles. Porque Ron, siempre había seguido a Harry, y Minerva, siempre encontraba las respuestas en Dumbledore. Se encontraban imposibilitados de esto , uno hacía mucho más tiempo que el otro, pero debían actuar, junto a Hermione, Neville, y todos aquellos que debían encargarse de lo que se les venía ahora, costara lo que costara. A cualquier precio.
- Editado gracias a la advertencia de Pipe Piposo -
Ron B. Weasley- Dueño de Sortilegios Weasley
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Re: Casting of Ronald Weasley
Casting aprobado n.n
Dominique WeasleyPREFECTO/A DE BEAUXBATONS - Mensajes : 200
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