No todo lo que brilla es Oro [Familia Knnox]

30 de Agosto // Último fin de semana antes de entrar a clases // Mansión Knnox

Mi habitación se veía radiante, tan reluciente que me daba nostalgia dejarla así, con los roperos tan llenos de ropa que no podría llevar a Hogwarts porque decían los rumores que guardaropa se remitían a baules ¡Ni Un Solo Ropero! No digamos un closet como el de mi habitación en Durmstrang... maldita sea, mala hora en la que se atrevieron a dejarla en no más que un escombro... Mi baúl estaba lleno, pulcramente acomodado y con un hechizo que mi madre le puso para que me cupieran más cosas pero aún así la docena de zapatos que quería llevar se había reducido a solo 8 pares, sabía y estaba segura que me harían falta muchos pero ya me las ingeniaría para ir consiguiendo más espacio para antes de la primera salida al Hogsmeade.

Como era costumbre desde que mi hermano Jerome había entrado al Colegio, mi padre siempre cenaba con nosotros la última noche que pasabamos en casa y nos daba su sermón anual, dándonos las noticias importantes que teníamos que tener en consideración para todo el año y sus habituales amenazas, que por lo regulara eran siempre para Jero. Y esa noche no sería la excepción. Mi madre había organizado una espectacular cena y todos estaríamos compartiendo, inclusive rezaba porque mi tío Patrick, o patito, como me gustaba llamarlo, vendría.

Me puse un vestido ceñido al cuerpo en un tono rojo cereza y me pinté las uñas a juego con ella, mis ojos destellaban emoción y mi cabello peinado en un medio moño brillaba dorado, siempre que me sentía feliz mi cabello brillaba, mi sangre veela me delataba. Después de tantos años seguía preguntándome porque no conocí a la abuela, madre de mi madre que era veela, no tenía recuerdos de ella y en casa no tenían ni una foto... mi naturaleza siempre me había sorprendida pero me aprovechaba de ello para destacar en medio de las chicas promedio y de las sobresalientes. Lucía radiante.

Me senté en el alfeizar de la ventana de mi recámara que daba hacia el jardín, estaba tan emocionada por ver al Tío Patt que esperé en aquella posición con los dedos cruzados. Mi varita estaba reposando sobre mi buró, no teníamos permitido hacer magia fuera del coelgio, excepto Jerome quien cada mañana la usaba solo para molestarme pero debía de reconocer que cuando me ponía pequeñas flores tejiadas en el pelo era bastante agradable.

El Alfeizar de mi ventana tenía un acolchado cojín de color esmeralda en el que me encontraba sentada mirando el jardín delantero cuando una magestuosa criatura mágica descendio de las alturas y aterrizó justo delante de mis ojos y el tío Patt estaba en casa ahora!!! Que felicidad me embriagó al verlo bajar de la criatura y caminar magestuoso hacia la entrada de la casa aunque su mirada lucía distinta.

Salí corriendo en dirección a la puerta y justo cuando la abrí, me golpeé de frente con Jerome que estaba parado como tonto en la entrada - Vamos ha llegado el tío Patito! - lo tomé por la mano y lo arrastré escaleras abajo bajando los escalones de dos en dos y a mitad de la escalera, cuando mi cuerpo ya podía verse en la planta de abajo dejé de correr repentinamente y escuché las palabras del tío. Bajé velozmente pero mis pasos lucían como los de una princesa que se acercaba al rey, lucía como una modelo en pasarela bajando las escaleras - Tío Patt- llegué al vestíbulo y me arrojé a su cuello, rodeándolo con mis finos brazos y le dí un beso en casa mejilla mirándolo embelezada. - Me alegra tanto verte de nuevo - sonreí radiante, olvidé a mi hermano, no supe si lo dejé a mitad del pasillo, en las escaleras o si ya estaba conmigo en le vestíbulo, mis ojos solo veían al tío Patrick.

La mansión olía delicioso, me encantaba cuando Meredith se empeñaba en hacer bien las cosas para la familia, ese era uno de los detalles que ella tenía por los que me había empesinado en mantenerla a mi lado y no la dejaría escapar.

Estaba en mi habitación, disfrutando uno de los últimos fines de semana libre que tendría puesto que muy pronto, con mi susesión en el poder, no me quedaría mucho tiempo de disfrutar de una tarde fresca en compañía de mi familia, vistiendo pantalones de lino blancos y una camisa roja. Bajé al rellano principal justo para ver una "tierna" escena entre mi hija y mi hermano, ella lo abrazaba como nunca me abrazaba a mí y Jerome estaba a un costado de ellos. - Hermano que felicidad que hayas llegado - saludé y me acerqué estirando la palma de mi mano. Uno de los últimos ataques masivos de los neomartífagos fué destruir Durmsntrang y ahora mi querido hermano tenía que sufrir las consecuencias de ese inverosimil acto, por supuesto yo había estado enterado de eso pero lo negaría hasta el final de mis días, no íba a reconocerselo a mi hermano o pensaría que era traición, pero el precio que se tenía que pagar era alto para todos, yo mismo había expuesto a mis hijos.

Radiante, así me sentía siempre que estaba cerca de mi tío y sonreí más ampliamente ante su respuesta. - Aunque no se puede decir lo mismo de... - iba a mencionar al colegio pero no quería hundirme de nuevo en esa eterna melancolía que me ebriagaba desde hacía semanas y que no me abandonaba, el recuerdo de mi colegio y de mis amigos fallecidos me causaba un nudo en el estómago y la tristeza provocaba arrugas, y las arrugas no se iban a ver lindas en mi rostro, así que recompuse la sonrisa y me dí vuelta cuando mi padre y los dem´´as aparecieron. "Siempre por detrás de mí, ni mi papi me puede superar, soy la más velóz de todos " sonreí para mi misma.

Arreglé la parte inferior de mi vestido para que no luciera ninguna arruga y me paré firme detrás del tío Patito mientras saludaba a los demás, me balancee con las puntas de los pies y junté mis manos dentrás del cuerpo. Le saqué la lengua a Gabriel que estaba a la distancia como si temiera que le pegaran y ni siquiera noté la nota de malicia en las palabras de mi tío cuando mencionó eso de mi madre.

Tomé el brazo de Jerome y caminamos hacia dentro del comedor - ¿Qué crees que nos haya traido? Siempre me sorprende con sus regalos - le susurré a Jerome mientras llegábamos al comedor y tomaba asiento en la silla que me ponía mi hermano mayor.

El ambiente olía delicioso, la comida de mi madre siempre era excelente,. la extrañaría ahora que nos ibamos a Hogwarts, seguro que esos malditos ingleses solo comían sandwiches de pepino frío. Como odiaba toda la situación pero evidentemente no lo demostraría mucho. Miré a mi padre sentarse en el extremo de la mesa, en la cabecera, y esperé a los demás. - Huele delicioso madre, me alegra compartir esta última cena en compañía de todos - dije formalmente meintras acomodaba una servilleta de tela sobre mis piernas.

Era la última noche de mis hijos en casa ahoa tenían que irse a Hogwarts a proseguir sus estudios, en caso de Jerome, a terminarlos, era su último año y era impresindíble que obtuviera TODOS sus ËXTASIS pero era por puro orgullo, aunque no lo hiciera iba a terminar administrando algunos de los negocios de la familia en lo que se iba haciendo de los suyos propios, él no necesitaba ser empleado de nadie, sería su propio jefe y estaba a muy poco tiempo de llegar a ese fin.

Nos sentamos todos y mis dos hijos mayores comenzaron a cuchichear. - No les ha enseñado bien su madre? O se les olvidó que no se deben de decir secretos delante de las personas? Tal vez quieran compartirnos el comentario ustedes dos - miré con desdén a mis dos hijos y entrecerré los ojos molesto pero tomé asiento en mi lugar, sabía que no abrirían más la boca en cuchicheos.

- Espero que disfruten la cena porque tengo noticias que darles, pero esperaré al final de la cena- les informé aquello para no arruinar la cena, estaba seguro que de darle la noticia a mi primogénito dejaría su plato servido y se iría en medio de un berrinche a su habitación y no había hecho que Meredith cocinara para que su comida se quedara en el plato. Comencé a comer para que todos pudieran comenzar.

Casi pude gruñir cuando escuché que mi hermano y Meredith solapaban el comportamiento inapropiado de esos niños, los había criado durante tantos años y casi estaban listos para salir del caparazón y ahora era justo cuando comenzaban a portarse más desobedientes. Era intolerable, no había querido llegar hasta esta situación pero lo había hecho, gracias a ese par de jovencitos me ví orillado a tomar medidas al respecto, no iba a tolerar que Jerome se descarriara justo en este momento e iba a tomar las mismas medidas que mi padre había tomado conmigo cuando tenía su edad, ser el primogénito no era ningún privilegio, era un maldito sacrificio y ahora mi propio promogénito tendría que pagar por haber nacido primero, ya vendría el momento de Rose y de Gabriel pronto. Ni siquiera me inmuté cuando Rose pidió una disculpa.

Terminé mi cena mientras daba algunos comentarios superfluos sobre el trabajo y le preguntaba a mi hermano que tantas cosas necesitaria para su neuva estancia en Hogwarts, le ofrecí mi ayuda y no pude evitar mirarlo como un cachorro huérfano y sin hogar. Ni siquiera me dí cuenta cuando Rose, Jerome y Gabriel terminaron sus cenas y estuve satisfecho de que lo hubiesen hecho. Chasqué los dedos y un elfo llegó hasta mi lado, le pedí tres muffins y me los trajo al acto en ters pequeños platos y le ordené que les sirviera un vaso de leche a cada uno de mis hijos. Corté uno de los muffins le puse una pastilla dentro y luego lo topé. Cuando las dos piezas de pan se tocaron la pastilla se derritió dentro de él y le indiqué al elfo que le diera el muffin a Jerome. Había hecho eso a la vista de todos y no me importó, ya otras veces le había dado a mi hijo aquella poción pero estaba cerca de darle la última dósis que haría que cuando se le diera la órden de casarse con una persona no pudiera resistirse a ello y a mantener su palabra cuando lo comprometiera, no quería que mi supuesto mayor orgullo me hiciera quedar como un imbécil frente a los Nott y a la sociedad mágica.

Los otros dos muffins se los entregó a mis otros dos hijos y a los mayores nos trajo el postre que Meredith había preparado. Miré a Jerome con dureza - Cómetelo - miré a Meredith, estaba seguro de que iba a replicar alguna cosa pero mi mirada era de advertencia, no iba a poder ir en contra de mis deseos esa noche y estaba implícito.

Patrick sabía a que venía todo eso ahora porque él mismo había observado ese ritual anteriormente cuando yo tenía 17 años. Ahora mi hijo se había convertido en un hombre y tenía que aprender a respetar su palabra y a honrrar el apellido de la familia más que nunca.

Mi padre había alcanzado a darse cuenta del cuchicheo entre Jerome y yo y me encogí de hombros avergonzada por tal comportamiento, no era concebible que una señorita como yo se comportara tan nefastamente y luego de enderezar mi espalda pero manteniendo la cabeza un poco baja miré a mi padre con un tono de ligera verguenza que solo podía mostrar frente a mi familia, nadie más jamás vería esa parte de Rose Knnox. - Lo siento padre - dije con la voz clara y baja mientras tomaba mi tenedor y degustaba las delicias que mi madre se había preocupado en preparar. Me alegraba que mi madre no dejara todas esas labores culinarias a los elfos domésticos cuando nosotros estabamos en casa, podía decir que era de las pocas afotunadas personas de mi círculo social que alguna vez habían comido las cosas que su madre preparaba y no solamente una vez, era muy seguido cuando me encontraba en casa.

Lo último que debían hacer mi madre y mi tío era defendernos, estaba segura que eso solo lo irritaría más y con el nivel de coraje que tenía ya era más que suficiente.

La comida casi se me atora en el cojote cuando escuché a mi padre decir que tenía noticias para nosotros y el apetito voló de mi plato a algún lugar recóndito en mi habitación, se coló luego por el baño, se introdujo en el retrete y jaló la cadena solo. Tragué saliva en seco y sonreí glamorosamente fingiendo ansias alegres por saber de que se trataba pero no volví a dar un solo bocado, tenía miedo. Mi madre pudo notar que no quise comer más y le hice una ligera negación con la cabeza para que no mencionara nada y esperé a que un elfo pasara para que retirara mi plato antes de que papá se diera cuenta. Mis ojos demostraban lo que estaba sintiendo y con cada minuto que pasaba me sentía con más miedo. Ahora estaba aterrorizada.

No mencioné nada más en el resto de la cena, esperé con las manos sudorosas y sintiendo el latir de mi corazón justo en mi garganta a que los demás terminaran con la cena, lo último que esperaba esa especial noche era que a mi padre se le ocurriera una desaforada idea para hacerme infeliz lo que restaba del año.

Cuando vi que Jerome no tenía ya su plato delante pasé una de mis manos por debajo del mantel y sujeté su pierna y luego su mano con mucha fuerza, estaba a punto de desmayarme por las ascuas.

Miré a mi padre aterrada cuando al fin se decidió a proceder con su extraño ritual y ví como le daba un muffin a mi hermano con algo extraño untado en él, era necesario que se lo comiera por propia voluntad o estaba seguro que se lo metería a la fuerza, apreté más fuerte la mano de mi hermano bajo la mesa mientras el elfo me daba mi propio postre