Time to Forget [Lysbeth A. Grey]
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Time to Forget [Lysbeth A. Grey]
- Dos pizarrones... El libro de Numerología y Gramática, la Nueva Teoría de la Numerología, juegos de ábacos... sistemas planetarios pitagóricos... - uno a uno iba enumerando la lista de materiales necesario para mi primera clase de Aritmancia en Hogwarts. La profesora Vector había sido muy amable al aportarme aquel detalle, pues al parecer McGonagall estaba demasiado ocupada como para atenderme. Suspiré y alcé mi mirada del pergamino junto con mi amigable sonrisa. Saludé a un par de alumnos asintiendo con la cabeza, a quienes por cierto no conocía, en mi trayectoria del séptimo al sexto piso. Era un problema el hecho de que mi Aula de clase y despacho estuvieran tan lejos de la sala de profesores, pero, a pesar de que las Torres se encontraban próximas, eran los pisos menos concurridos del colegio, y por ende en los que menos ruido había. Ideal para mis investigaciones. Aunque debía reconocer que aveces me aburría inmensidad sin socializar con más gente.
Cuando llegué al Almacén de Materiales donde de seguro encontraría los pizarrones, el juego de ábacos y los sistemas planetarios pitagóricos, giré la perilla de la puerta, pero ésta no se movió un solo milímetro. Enmarqué una ceja extrañado y alcé mi rostro hacia atrás. Miré a ambos lados del pasillo tratando de ver si había alguien que pudiera ayudarme, pero nada. Según la profesora Vector aquel Almacén siempre permanecía abierto, a menos que hubiera alguien dentro. Saqué mi varita y apunte a la perilla. - Alohomora - ... pero nada. No había un hechizo cuidando la puerta, por lo que debía estar cerrada por dentro. ¿Y Ahora qué?. Habría que actuar "a lo muggle". Acomodé mis lentes de descanzo y mi sombrero negro para luego sacar de mi terno un alfiler. ¿Qué hacía un alfiler en mi bolsillo? Larga historia, que de seguro a ustedes no les interesará. Introduje la patita del alfiler en el orificio de la perilla y bastó con un sutil movimiento para que la puerta cediera. Voilà, y mi madre decía que tenía malas juntas de pequeño. Si no fuera por esa panda de ladrones muggles a los que solía frecuentar en mi juventud no hubiera aprendido ésta clase de cosas. Ahora solo restaba entrar y sacar los materiales que necesitaba.
Cuando llegué al Almacén de Materiales donde de seguro encontraría los pizarrones, el juego de ábacos y los sistemas planetarios pitagóricos, giré la perilla de la puerta, pero ésta no se movió un solo milímetro. Enmarqué una ceja extrañado y alcé mi rostro hacia atrás. Miré a ambos lados del pasillo tratando de ver si había alguien que pudiera ayudarme, pero nada. Según la profesora Vector aquel Almacén siempre permanecía abierto, a menos que hubiera alguien dentro. Saqué mi varita y apunte a la perilla. - Alohomora - ... pero nada. No había un hechizo cuidando la puerta, por lo que debía estar cerrada por dentro. ¿Y Ahora qué?. Habría que actuar "a lo muggle". Acomodé mis lentes de descanzo y mi sombrero negro para luego sacar de mi terno un alfiler. ¿Qué hacía un alfiler en mi bolsillo? Larga historia, que de seguro a ustedes no les interesará. Introduje la patita del alfiler en el orificio de la perilla y bastó con un sutil movimiento para que la puerta cediera. Voilà, y mi madre decía que tenía malas juntas de pequeño. Si no fuera por esa panda de ladrones muggles a los que solía frecuentar en mi juventud no hubiera aprendido ésta clase de cosas. Ahora solo restaba entrar y sacar los materiales que necesitaba.
Demian J. SelwynAUROR - Mensajes : 22
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Fecha de inscripción : 25/03/2011
Re: Time to Forget [Lysbeth A. Grey]
La hora de descanso que tenían entre Transfiguración e Historia de la Magia era demasiada perfecta como para gastarla con cualquier ente mestizo de ese castillo británico, aunque, a pesar de que se había dirigido directamente a la biblioteca, sabía que ese día no encontraría a Matt en ella. No había visto el pelo a Dominique ni a cualquiera de las demás chicas "interesantes", por lo que sus ideas para la hora libre se habían desvanecido por completo. Quizá podría hacer una visita a los de Durmstrang, haber si su hermano y el mejor amigo de este, Joseph, tenían algunos planes. Si, quizá esa fuera la mejor opción, pero antes haría una repasada por el castillo, curioseando todo aquello que aún no había visto por el escaso tiempo que llevaba conviniendo en él.
Sus pasos elegantes y provocadoramente femeninos la llevaron dos pisos más arriba, a la séptima planta, donde se encontraba el aula de Runas Antiguas y un pequeño almacén que siempre estaba totalmente cerrado. Al doblar uno de los pasillos de dicho piso, visualizó a un hombre relativamente joven pero obviamente adulto, que llevaba un peculiar sombrero negro en la cabeza y parecía estar clavando un objeto fino a la cerradura del almacén.
La francesa frunció el ceño extrañada mientras se apartaba la melena rubia y ladeó ligeramente la cabeza. Le recordaba uno de esos ladrones muggles que, los pobres, necesitaban pasar mil y una situaciones para abrir una simple puerta. Jé. Muggles.
Sintió curiosidad por ese hombre, pues no recordaba haberlo visto durante la fiesta del uno de septiembre. ¿Sería un trabajador nuevo? ¿Un profesor quizás? Se aseguró de que su brazo izquierdo estuviera totalmente tapado por el uniforme celeste y se dirigió hacia él con paso lento, mientras ponía ambas manos en las espaldas con curiosidad. Le alcanzó cuando el hombre entro en el interior de la polvorienta habitación y la luz aún no estaba encendida cuando la rubia estornudó con fuerza por la cantidad de polvo que se abalanzó contra ella nada más ponerse en el marco de la puerta.
Se tapó la boca con la mano de forma educada y miró al hombre que había entrado. Profesor o no le resultaba interesante e incluso atractivo.
- Pardon... ¿Eres nuevo en el castillo? - preguntó fingiendo algo de timidez con ese delicado acento francés mientras arqueaba una ceja.
Sus pasos elegantes y provocadoramente femeninos la llevaron dos pisos más arriba, a la séptima planta, donde se encontraba el aula de Runas Antiguas y un pequeño almacén que siempre estaba totalmente cerrado. Al doblar uno de los pasillos de dicho piso, visualizó a un hombre relativamente joven pero obviamente adulto, que llevaba un peculiar sombrero negro en la cabeza y parecía estar clavando un objeto fino a la cerradura del almacén.
La francesa frunció el ceño extrañada mientras se apartaba la melena rubia y ladeó ligeramente la cabeza. Le recordaba uno de esos ladrones muggles que, los pobres, necesitaban pasar mil y una situaciones para abrir una simple puerta. Jé. Muggles.
Sintió curiosidad por ese hombre, pues no recordaba haberlo visto durante la fiesta del uno de septiembre. ¿Sería un trabajador nuevo? ¿Un profesor quizás? Se aseguró de que su brazo izquierdo estuviera totalmente tapado por el uniforme celeste y se dirigió hacia él con paso lento, mientras ponía ambas manos en las espaldas con curiosidad. Le alcanzó cuando el hombre entro en el interior de la polvorienta habitación y la luz aún no estaba encendida cuando la rubia estornudó con fuerza por la cantidad de polvo que se abalanzó contra ella nada más ponerse en el marco de la puerta.
Se tapó la boca con la mano de forma educada y miró al hombre que había entrado. Profesor o no le resultaba interesante e incluso atractivo.
- Pardon... ¿Eres nuevo en el castillo? - preguntó fingiendo algo de timidez con ese delicado acento francés mientras arqueaba una ceja.
Admin No activo- Mensajes : 253
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Fecha de inscripción : 16/03/2011
Re: Time to Forget [Lysbeth A. Grey]
Guardé mi alfiler en mi bolsillo nuevamente mientras me adentraba en el Almacén. El lugar estaba oscuro y polvoriento. Fruncí mi nariz nada más entrar ahí y comencé a tantear los muebles y la pared tratando de buscar el interruptor de la luz. Un lumus sería más sencillo, pero no me gustaba ser alguien que utilizara la varita las 24 horas al día para simplificarte la vida, de ser así, a mis treinta años ya sería un obeso en pésimo estado y salud física. El polvo comenzó a expandirse por toda la habitación hasta que un agudo estornudo a mis espaldas llamó mi atención. Volteé en la oscuridad y una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro ante la perfecta silueta de una mujer, seguramente francesa debido a su acento. Uh la lá. En vista a que Beauxbatons estaba en el colegio, supuse que sería una de las profesoras de aquella academia, ya que si fuera una alumna no se atrevería a tutear a alguien mayor, ¿o si?. Aún así me resultó cómico su comentario teniendo en cuenta que ellos también eran nuevos en el colegio. - ¿Acaso tu no lo eres? - "respondí" a su pregunta con otra, aún con mi amplia sonrisa que dejaba ver mi perfecta dentadura bajo la oscuridad. Justo en ese momento mi mano, que estaba apoyada en la pared, se deslizó y logré dar con el interruptor de la luz, la cual encendí curioso y deseoso por ver el rostro de aquella perfecta figura.
"La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento", dijo un reconocido escritor y poeta Italiano llamado Cesare Pavese. Sorpresa fue la expresión de mi rostro, al ver bajo la luz de foco, el rostro de la joven que me había sorprendido. Estudiante, claramente, de Beauxbatons según su uniforme azul pálido me indicaba. Pero lo que más me sorprendió fue su peculiar rostro que me trajo infinidad de recuerdos. - Gabrielle... - susurré por lo bajo dejando caer mi mano hasta las carteras y retirando mis lentes de descanso para que no me estorbaran la vista. Los dejé sobre el estante que estaban a mi lado y forcé una sonrisa a la joven. Era idéntica a Gabrielle du Leroy, una hermosa Veela que conocí hace ya casi 10 años y de la cual no volví a saber en mi vida. Sí, tenía al rededor de 25 años cuando Gabrielle apareció el Ministerio durante mi entrenamiento para convertirme en Auror. Ayudó al señor Potter durante una semana con sus proyectos, tiempo en que me tocó quedarme trabajando hasta tarde con ella y pude disfrutar de su grata compañía.
Me acerqué hasta ella y retiré mi sombrero, deteniéndome a una distancia prudente. Necesitaba al menos saber el nombre de esa niña. - Demian Selwyn, son nouveau professeur Arithmancie - me presenté cogiendo su mano, y llevando la otra, que sostenía mi sombrero, hasta mi espalda mientras inclinaba mi rostro para depositar un beso en sus finos dedos. Sus manos eran suaves y tenían ese aroma tan embriagante de una mujer francesa, a pesar de que seguía siendo una niña. ¿Cómo es que las niñas maduraban tan rápido hoy en día? Era cosa de mirarla y notar el núbil cuerpo de las niñas, sobre todo las de Beauxbatons. Me incorporé nuevamente y recordé su pregunta. - ¿Todas las jovencitas en Francia son tan curiosas como tu? - me aventuré a preguntar mientras acomodaba mi sombrero nuevamente, con presteza y elegancia, plasmando el acto una amplia y divertida sonrisa. ¡Por fin alguien con quien socializar en ese colegio!. Las sorpresas si daban pasos a grandes descubrimientos, tal como Pavese creía.
"La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento", dijo un reconocido escritor y poeta Italiano llamado Cesare Pavese. Sorpresa fue la expresión de mi rostro, al ver bajo la luz de foco, el rostro de la joven que me había sorprendido. Estudiante, claramente, de Beauxbatons según su uniforme azul pálido me indicaba. Pero lo que más me sorprendió fue su peculiar rostro que me trajo infinidad de recuerdos. - Gabrielle... - susurré por lo bajo dejando caer mi mano hasta las carteras y retirando mis lentes de descanso para que no me estorbaran la vista. Los dejé sobre el estante que estaban a mi lado y forcé una sonrisa a la joven. Era idéntica a Gabrielle du Leroy, una hermosa Veela que conocí hace ya casi 10 años y de la cual no volví a saber en mi vida. Sí, tenía al rededor de 25 años cuando Gabrielle apareció el Ministerio durante mi entrenamiento para convertirme en Auror. Ayudó al señor Potter durante una semana con sus proyectos, tiempo en que me tocó quedarme trabajando hasta tarde con ella y pude disfrutar de su grata compañía.
Me acerqué hasta ella y retiré mi sombrero, deteniéndome a una distancia prudente. Necesitaba al menos saber el nombre de esa niña. - Demian Selwyn, son nouveau professeur Arithmancie - me presenté cogiendo su mano, y llevando la otra, que sostenía mi sombrero, hasta mi espalda mientras inclinaba mi rostro para depositar un beso en sus finos dedos. Sus manos eran suaves y tenían ese aroma tan embriagante de una mujer francesa, a pesar de que seguía siendo una niña. ¿Cómo es que las niñas maduraban tan rápido hoy en día? Era cosa de mirarla y notar el núbil cuerpo de las niñas, sobre todo las de Beauxbatons. Me incorporé nuevamente y recordé su pregunta. - ¿Todas las jovencitas en Francia son tan curiosas como tu? - me aventuré a preguntar mientras acomodaba mi sombrero nuevamente, con presteza y elegancia, plasmando el acto una amplia y divertida sonrisa. ¡Por fin alguien con quien socializar en ese colegio!. Las sorpresas si daban pasos a grandes descubrimientos, tal como Pavese creía.
Demian J. SelwynAUROR - Mensajes : 22
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Fecha de inscripción : 25/03/2011
Re: Time to Forget [Lysbeth A. Grey]
El hombre se volteó hacia ella en la oscuridad y se la quedó mirando escasos segundos mientras le respondía con otra pregunta y mostraba una sonrisa perfecta entre las tinieblas del almacén polvoriento. Ella simplemente levantó los hombros y ladeó la cabeza con señal afirmativa para él. Era obvio que ambos lo eramos. Qu'est-ce une question stupide...
Él abrió las luces del lugar y tras varios parpadeos creando una serie de sombras extrañas y lúgubres, la luz permaneció encendida, descubriendo las dos identidades que descansaban de pié en ese almacén, mirándose mutuamente con parecida sorpresa.
Ella no pudo evitar enarcar ambas cejas sorprendida por el hombre. Si bien era mayor y seguramente profesor, la belleza masculina no era algo que escaseara en él. Se vio embobada momentáneamente por sus ojos cristalinos, pero apartó la mirada rápidamente de estos por no hacerlo notar, no le gustaba mostrar ese tipo de cosas. No iban con ella.
Él parecía incluso más sorprendido que ella misma, y en parte a ella no le extrañó. ¿A caso alguien no se quedaba embobado, aunque no fuera totalmente, ante alguien que había heredado ciertos rasgos de una veela? Pues claro. A ella le pareció que ese hombre susurraba algo por lo bajo, pues vio como sus finos labios se movieron muy levemente, pero no logró oír lo que decía. Simplemente observó como se quitaba esas gafas llevado por la sorpresa del momento.
Él acortó la distancia que los separaba y ella le ofreció su mano cuando decidió presentarse. ¿El nuevo profesor de Aritmáncia, eh? Eso sonaba interesante, e incluso divertido. Puede que a partir de ahora prestara más atención a ese tipo de clases.
Con total educación, él se inclinó para besar la mano de la francesa después de quitarse ese peculiar sombrero negro de la cabeza. Sus labios le parecieron cálidos cuando entraron en contacto con el dorso de su mano esos escasos segundos, y esa acción hizo sonreír levemente a la francesa, agradecida de dicho acto.
- Lysbeth. Lysbeth Grey, votre nouvelle élève du Arithmancie - se presentó ella con diversión mientras inclinaba ligeramente su torso con igual educación y dejando que su melena rubia ondulara alrededor de su torso.
Ambos se incorporaron y ella le miró algo descaradamente mientras escuchaba su pregunta, un tanto curiosa, haciendo notar la diversión en su sonrisa.
- No todas... Quizá yo sea la excepción que confirme la regla - le respondió con una sonrisa algo pícara mientras ladeaba ligeramente la cabeza con modosidad.
Echó una ojeada a su alrededor y comprobó el pésimo estado del almacén. Polvo por todas partes. ¡Par Merlín Eso, en Beauxbatons, sería algo inadmisible. ¿Qué hacían los elfos domésticos en ese colegio? ¿Pasar el día leyendo corazón de bruja?
Encorvó ambas cejas en señal de desaprobación, cosa que se desvaneció cuando volvió su atención al nuevo profesor, el señor Selwyn.
- Y... ¿Cuándo empezará a impartir las clases... profesor Selwyn? - preguntó curiosa.
Él abrió las luces del lugar y tras varios parpadeos creando una serie de sombras extrañas y lúgubres, la luz permaneció encendida, descubriendo las dos identidades que descansaban de pié en ese almacén, mirándose mutuamente con parecida sorpresa.
Ella no pudo evitar enarcar ambas cejas sorprendida por el hombre. Si bien era mayor y seguramente profesor, la belleza masculina no era algo que escaseara en él. Se vio embobada momentáneamente por sus ojos cristalinos, pero apartó la mirada rápidamente de estos por no hacerlo notar, no le gustaba mostrar ese tipo de cosas. No iban con ella.
Él parecía incluso más sorprendido que ella misma, y en parte a ella no le extrañó. ¿A caso alguien no se quedaba embobado, aunque no fuera totalmente, ante alguien que había heredado ciertos rasgos de una veela? Pues claro. A ella le pareció que ese hombre susurraba algo por lo bajo, pues vio como sus finos labios se movieron muy levemente, pero no logró oír lo que decía. Simplemente observó como se quitaba esas gafas llevado por la sorpresa del momento.
Él acortó la distancia que los separaba y ella le ofreció su mano cuando decidió presentarse. ¿El nuevo profesor de Aritmáncia, eh? Eso sonaba interesante, e incluso divertido. Puede que a partir de ahora prestara más atención a ese tipo de clases.
Con total educación, él se inclinó para besar la mano de la francesa después de quitarse ese peculiar sombrero negro de la cabeza. Sus labios le parecieron cálidos cuando entraron en contacto con el dorso de su mano esos escasos segundos, y esa acción hizo sonreír levemente a la francesa, agradecida de dicho acto.
- Lysbeth. Lysbeth Grey, votre nouvelle élève du Arithmancie - se presentó ella con diversión mientras inclinaba ligeramente su torso con igual educación y dejando que su melena rubia ondulara alrededor de su torso.
Ambos se incorporaron y ella le miró algo descaradamente mientras escuchaba su pregunta, un tanto curiosa, haciendo notar la diversión en su sonrisa.
- No todas... Quizá yo sea la excepción que confirme la regla - le respondió con una sonrisa algo pícara mientras ladeaba ligeramente la cabeza con modosidad.
Echó una ojeada a su alrededor y comprobó el pésimo estado del almacén. Polvo por todas partes. ¡Par Merlín Eso, en Beauxbatons, sería algo inadmisible. ¿Qué hacían los elfos domésticos en ese colegio? ¿Pasar el día leyendo corazón de bruja?
Encorvó ambas cejas en señal de desaprobación, cosa que se desvaneció cuando volvió su atención al nuevo profesor, el señor Selwyn.
- Y... ¿Cuándo empezará a impartir las clases... profesor Selwyn? - preguntó curiosa.
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