Luna llena Acecha {Dimitry Grey}

23 de Octubre-casa de los gritos,22.00hs-Luna Llena

Aquél era el día tan temido en el calendario, sus espasmos musculares y las muecas de dolor se expandian por el cuerpo de Alice como una plaga.
Su cuerpo comenzaba a asimilar la próxima transformación y su mente codiciosa y sedienta de sangre se escapaba de la retención de la urna de cristal.
"Siento mis cadenas comenzar a ceder LIBERAME" la voz de su alterego retumbaban en sus oidos peor que bocina muggle y sentía sus espasmos con mayor intensidad, allí en la casa de los gritos los pequeños atisbos de gemidos lastimeros escapaban de sus labios y se perdían entre los murmullos que la propia casa propinaba.

Allí en el suelo, con sus cabellos desordenados conservando aún su pijama de Huffepuff, con la insignia sobre su pecho Alice gemía lastimosamente, mientras su cuerpo agarrotado de viejas sensaciones ya sentidas se retorcía en una posición fetal algo desorbitada.
Sus ojos grises se encontraban abiertos de par en par, con su mirar perdido en alguna parte del techo, lágrimas corrían libremente sobre sus mejillas, mientras sus labios apenas asumian gritos mayores a susurros.
Su cuerpo pedía ser liberado, sus sentidos comenzaban a agudizarse más de la cuenta y su cuerpo ardía como si tuviera alguna clase de brasa interior que la consumía.


Una mochila descansaba sobre la destartalada mesa de noche que se encontraba en el recinto, una botella de poción vacía donde antes ella había consumido su habitual poción matalobos, la cuál lograba apaciguar algo su cruda transformación; algunas mudas de ropas se encontraban en la mochila junto con su varita.

Pero eran las gruesas cadenas en sus tobillos lo que llamaban la atención, aquellas que se movían y arrastraban pesadamente en el suelo lo que destacaba del pequeño y delgado cuerpo que de vez en cuando lanzaba un gemido más audible a medida que el tiempor trascurría, podía sentir la diferencia en su cuerpo cuando la luz de la luna que se filtraba por el marco de la ventana rota tocaba sobre su piel, incendiando todo a su paso.

Había oido de esto, por algun otro alumno del colegio. La casa de los espiritus era un lugar perfecto para traer a una victima de los juegos de ligues que me gustaba hacer. Por ningun momento me pare a pensar que estuviera encantada, y si asi estaba ¿que habria? ¿un poltergeist como ese idiota de peeves? Daba muy igual, porque al menos si podría asustar a mi hermosa acompañante y lograr tener un momento de intimidad en este lugar.

Acudí con una compañera de Durmstrang, contandola la historia del lugar, a lo cual ella se encontraba algo emocionada al respecto. Lo que yo queria no era venir a investigar una estupida casa embrujada, sino encontrar privacidad con esta chica, y cosa que no tenia dudas ocurriria, porque ella no estaba tampoco interesada.

Comenzaron los besos, pero el crujir de la madera asusto a mi acompañante -¿que sucede ahora?- pregunté de mala forma porque esta chica parecia tener millones de problemas para hacer algo que no era la gran cosa. Finalmente se excuso diciendo que le daba demasiado miedo estar aqui, y antes de salir escuché los sonidos por dentro de la casa.

-Vamonos Dimi- me rogó, pero negué completamente.

-Vuelve al barco, yo vere quien esta y luego voy donde estás tu-. Espere que se fuera rezongando y me adentré en la casa sigilosamente y con mi varita por delante. En situaciones como esta, me gustaba llevar la sorpresa, si había algunos alumnos aquí y yo podría aprovecharme de aquello para atacarlos sin motivo, lo haría. Encontré una habitación y una figura extraña que atada con cadenas se veía algo deforme con la luz de la luna. Solo me mantuve en el marco de la puerta, con mi varita en alto esperando ver quien estaba ahi y si es que yo podía atacar o no. No me gustaria atacar a uno de los mios y luego recibir una reprimenda de mi padre.

Las convulsiones no abandonaban el cuerpo de Alice, estas hacian que su cuerpo de vez en cuando bajara abruptamente hasta el suelo luego de elevarse unos centímetros debido a el dolor de su espalda.
Un grito desaforado logró salir de aquellos labios rosados agrietados, con la mirada desenfocada y perdida en el marco de la ventana, quién dejaba entrar el aire del exterior.

Sus sentidos se encontraban agudizados, aquello ya estaba cambiando, su mente estaba en un limbo, mitad en lo terrenal, mitad entre las nubes; solo quería que todo terminara cuando ates para volver a ser ella misma antes de que el galló cantar al amanecer.
Sus oidos captaron la presencia de alguien más en aquél lugar, un aroma sumamente dulce comenzaba a invadir y aturdir sus sentidos, primero su boca comenzó a tener vida propia, además de sus gritos debía soportar la carga de saliva excesiva en esta que lograba decirle algo que su mente no quería procesar, no estaba sola en aquél lugar, con algo de repugnacina hacía ella misma por sus pensamientos mundanos trató de no hacer ruido lo cuál era algo totalmente irremediable para alguien a quién tan solo le faltaba poco para dejar salir su instinto animal.

Sus ojos que comenzaban a adaptarse a la oscuridad cambiaron de forma drástica, donde antes la pupila redonda daba la bienvenida una pequeña linea había aparecido y su reflejo era más hostil que cualquier cosa que se halla visto.
Sus dientes comenzaban a cambiar, sus caninos crecian, al igual que el resto de ellos tomando la forma particular de la boca de un lobo, con las puntas afiladas y las encias retraídas.
Con algo último de cordura antes de abandonar el mundo terrenal y quedar encerrada su cordura y vieja Aliece en una urna de cristal, como acto de buena samarita gritó con todas sus fuerzas-Idiota VETE!-Y con ese último grito lastimero se abandono a el animal que era y comenzaba a tironear de las cadenas.

La figura convulsionaba enfrente mio, moviendose de forma ilogica entre espasmos sin sentido, alumbrada tenuemente por una luna llena que no se apreciaba desde la ventana. Era increiblemente una figura femenina, deformada por cambios que se marcaban aun más conforme mi visión se adecuaba a la oscuridad inicial. El chillido me puso en guardia, no había estado seguro de que estuviera conciente de mi presencia, pero con ese grito maleducado me puso en alerta. Levanté mi varita y la apunte a la chica que estaba encadenada.

-Bestia- dije en un tono de voz normal y sin exaltaciones. Era emocionante el encuentro con un licántropo, ya no tenía duda que eso estaba viendo. El hocico, los ojos, los dientes y las orejas, la asemejaban demasiado a uno. Una sonrisa maliciosa se formó en mi rostro, confiaba lo suficiente en mi como para atreverme a luchar con bestias y por lo general lo que se pusiera en medio. Y si llevaba la cabeza de un licántropo, mi padre sin duda estaría orgulloso de mi osadía y victoria.

-Que orejas tan grandes tienes- dije riendo, algo infantil. Estaba exitado por esto y sin duda me costaría caro, porque no sabía en lo que me metia. No debí entrar, no debí quedarme, y no debería hacer lo que planeaba hacer ahora, atacar y someter a esta bestia con mis hechizos y llevarla a mi casa como trofeo.

Su conciencia la abandonaba completamente dejandola a merced de la luna, con un último grito desgarrador Alice Longbottom perecío ante su inminente naturaleza, sus ojos grandes eran de color gris frío, sus pupilas apenas una linea destacando su naturaleza.
Sus delgados brazos adquirieron musculatura y de hicieron más pequeños adaptandose a la forma particular de Moon, la loba blanca que habitaba en ella.
Su cuerpo comenzó a quemar, la piel a estirarse y en tiras comenzó a mudar aquella piel para dar paso a una pelambrera de color blanco, su ropa hecha jirones estaba en tiras sobre el suelo su cuerpo desnudo ahora no era el de siempre solo era la extraña criatura que ahora yacía sobre el suelo inerte, con la pelambrera erizada, con los ojos mirando las grietas de la ventana.

Su rostro no era hostil o guardaba algún rastro humano, simplemente era un hocico de color negro, mostrando sus dientes afilados y gruñendo ante la idea de la intromición de alguien allí.

La última convulsión llegó a su fin y ante los ojos del chico solo quedaba una loba blanca que era hostil, como si en realidad entendiera las palabras que el chico había pronunciado hace tan solo unos momentos.
Se puso de pie en sus cuatro patas, el olor de la sangre lograba volverla loca, aquél ser tenía el suficiente jugo como para morderlo y sentir la sangre deslizarse por sus mandíbulas, la saliva ante la idea comenzó a surcar su boca dejando un resto de baba sobre esta y con un pequeño hilo descendiendo hasta el suelo, donde sus garras repiqueteaban el suelo como si se estuviera preparando para embestirlo, sus ojos analíticos trataban de buscar una estrategia para lograr morder y deleitarse con aquél hombre alto y fornido que estaba frente a ella.

Intentó saltar pero las cadenas en parte de sus patas, por encima de la cuyuntura de su tendón tiro con fuerzas haciendola retroceder y quedar tirada sobre el suelo nuevamente.
Un ahullido lastimero salío de entre sus dientes logrando erizar la piel de quien estuviera a varios metros a la redonda, algo enojada por la intromición de aquella extraña cadena sobre su cuerpo siguío jaloneando con fuerza para luego mordisquear los pequeños estribos mancillados por la cadena.

Otro aullido y gruñído salío de sus labios, tributo a la luna y luego su vista penetrante se concentro en el sujeto frente a ella.

La bestia solo gritaba y se movía constantemente en espasmos que la hacían llegar hasta el suelo. Este era el problema con luchar contra animales, no podían responderte para primero tener una victoria de palabras y luego de un duelo. Pero bueno, lo que quedaba me conformaba. Aun tenía en mi mente llevar la cabeza de un licántropo a casa, para orgullo de mi padre.

Un último espasmo y la criatura toco suelo, ya completamente peluda. Con interés observé esta transsformación, con interés y asombro. Jamas había estado cerca de alguien transformandome, claramente, no era algo normal en las familias con dinero. Era un poder que era increible, aunque incontrolable, y sin control, no sirve. -Que dientes tan asquerosos- comenté más para mi cuando vi su dentadura. Pensar que podía destruirme con tan solo morderme. Pero ya había visto las cadenas que lo ataban y con eso me sentía confiado.

Cuando se fue contra mi, di un paso atrás solo por una protección innata de mi seguridad. Pero al ver que las cadenas seguian atandolo sin miramientos apunte mi varita contra su pecho -depulso- murmuré. Un hechizo que por mi estaba tan bien dominado que era extremandamente fuerte. Podía facilmente lanzar a un hombre a travez de toda una habitación y hacerlo azotar contra la pared.