Sin mucho trabajo ·Libre·

Estaba sentada en una de las camillas de la enfermería sin nada que hacer, bastante aburrida, la verdad es que estaba siendo un día sin mucho trabajo, algo raro la verdad, pues siempre llegaban un montón de alumnos quejándose sin parar, algunos incluso hasta fingían para poder librarse de alguna que otra clase, la verdad es que a veces les entendía, puesto que cuando yo era alumna de Hogwarts suiempre me inventaba cualquier escusa, por muy mala que fuera, para poder saltarme alguna que otra clase. Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al recordar mi estancia en Hogwarts. Sí, había cosas en ella que no eran para nada agradables, como aquel maldito año que perdí por culpa de aquel mal nacido, pero habia muchos otros momentos que sí que habían merecido la pena y que me gustaba recordar con nostalgia.
Ahora veía a mí hija disfrutar de su estancia en el castillo y me sentía verdaderamente orgullosa de ella. Lo cierto es que simplemente había aceptado este trabajo para poder estar cerca de ella y bueno, ahora que me estaba acostumbrando a la enfermería no se estaba tan mal del todo.
A veces me lo pasaba realmente bien con muchos de los alumnos que venían a que les curase e incluso había hecho unos cuantos amigos entre los alumnos, era raro, pues yo ya estaba bastante crecida para estar entablando amistad con gente de esas edades, pero muchos de ellos eran más maduros y maduras que algunas personas que tenían 30 años. Además tampoco era tan vieja, solo tenía 24 años y tenía que disfrutar de la vida, si no lo hacía con esta edad... ¿cuándo lo iba a hacer?
Seguí sentada en la camilla esperando a que alguien viniera

Era grande. Era horrible. Era asqueroso. Y lo tenía en la punta de la barbilla.

Al poco de verlo en el espejo, me vestí a toda prisa para bajar corriendo desde la torre de la Sala Común hasta la enfermería en el primer piso. Esperar que las escaleras se pusieran de acuerdo ese día me resultó exasperante. Cuando alguien se me acercaba o pasaba cerca de mí, adoptaba una pose de pensante solo para ocultar la prueba física de una enfermedad extraña que aterrorizaba a toda la población adolescente. ¿Por qué el acné se presentaba en mí a los once años? Era un barrito prematuro, maldita sea, que hacía ahí. Apenas era aún una mancha rojiza pero sabía que pronto nacería el pus y ¡puaj!.

En la enfermería estaba una joven que supuse, trabajaba allí.
- ¡Opéreme!- exclamé desesperado.

Subí a una camilla y me tumbé de cuerpo entero con los brazos extendidos a los costados. Solo levanté uno para señalar el grano en mi mentón.

- Por favor, sáquelo completo, no me importa el dolor- dije con los ojos fuertemente cerrados.

Seguía sentada en la camilla cuando de repente escuché un grito detrás de mí. Me levanté de un bote, pues sabía que en cualquier momento podría llegar alguien, pero no me esperaba que ese alguien irrumpiera en mitad de la enfermería pidiendo a gritos que le operase. Me di la vuelta lo más rápido que pude y antes de que pudiera articular palabra, vi a un joven muchacho tumbado en la camilla.
Me acerqué con paso lento hasta el niño y le miré con una ceja alzada, pues no parecía tener tan mal aspecto para necesitar una operación. Cuando estuve cerca de él, observé el lugar de si cuerpo que me señalaba con una de sus manos y no pude evitar soltar una risilla al escuchar lo que aquel chico me decía con los ojos cerrados ·¿Te da igual que tenga que rajarte la barbilla entera para sacártelo?· Le pregunté en tono divertido para después rodar los ojos, aunque el no pudiera verme, ya que tenía los ojos cerrados. Observé con detenimiento aquel granito y sonreí de lado al descubrir que era la picadura de un insecto ·Creo que no habrá que operar· Le dije manteniendo mi tono divertido ·Es solo una picadura· Añadí al mismo tiempo que me daba la vuelta para buscar algo para esa picadura

Tragué saliva.
- ¿Rajarlo…? ¿Me pondrá anestesia, verdad?- claro, las cosas no podían ser tan sencillas, o si no, no habría tantos adolescentes con acné en el mundo. Seguramente los barritos echaban raíces profundas y extirparlos dejaría una marca horrible. Como un león, nunca me sentí tan cobarde.

Abrí los ojos, y miré a la chica demasiado joven que era nuestra enfermera. Seguramente tenía muchos pacientes todos los días. Me incorporé de la camilla para sentarme en el borde, comenzando con vacilación:

- ¿Está segura?- pregunté- Seguro que lo mismo dijo el primer hombre que tuvo acné en el mundo.- puse los ojos en blanco- Si no puede operarme, entonces, ¿qué puedo hacer para ocultarlo?- insistí, convencido de que la enfermera se equivocaba. Dudé, y luego agregué:- ¿Trabaja usted aquí? Parece una estudiante…- me sonrojé.

Me llamaba la atención esto, pues mi hermana me había contado que en sus tiempos había una enfermera anciana, y no me imaginaba otro tipo, teniendo que tratar con tanta cantidad de niños y chicos. Los estudiantes mayores sufrirían accidentes a cada rato.

Sonreí de lado al ver que aquel chico se había asustado con lo primero que le había dicho, a veces me pasaba con mis bromas, la próxima vez tendría que medir un poco más mis palabras si no quería meterme en líos, ni asustar a mis pacientes, pues si seguía así dejarían de venir y me quedaría sin trabajo. Reí levemente ante mis pensamientos y seguí buscando en mi armario, la verdad es que era bastante grande, casi nunca encontraba lo que buscaba.
Sonreí al escuchar el siguiente comentario que hizo el chico y asentí con la cabeza ·Sí, estoy completamente segura. Tranquilo, sé lo que hago· Le dije intentando calmarle. Sonreí de lado cuando encontré lo que buscaba y me di la vuelta con un bote en la mano. Escuché la pregunta del muchacho y le señalé el bote con una de mis manos ·Si esperas cinco minutos después de aplicarte esta crema, el hinchazón desaparecerá· Le dije guiñándole un ojo, haciendo que se tumbara nuevamente para aplicarle el ungüento, era un poco viscosa, pero era realmente buena.
Reí ante lo último que dijo el chico y asentí con la cabeza ·Sí trabajo aquí. Sé que todos están acostumbrados a que la enfermera sea una vieja despreciable, pero... estudié bastante para conseguir este trabajo, así que supongo que me lo merezco tanto o más que una viejita· Contesté en tono divertido, mientras le aplicaba la crema

- Si usted lo dice…- acepté.
Dejé que la enfermera embadurnara mi mentón con esa pasta, mirándola con curiosidad indisimulada desde mi posición inferior. Esperé algo de ardor, pero solo sentía algo pegajoso, por lo que acerqué uno de mis dedos para comprobar esto. Si, esta pegajoso.

- Mi mamá es sanadora- le conté- Creí que el sueño de todo sanador es trabajar en San Mungo y llegar a ser Director del hospital. Mi mamá no lo dice, pero sé que es el suyo- me senté otra vez en la camilla- ¿Por qué alguien elegiría trabajar en la enfermería de un colegio?... a no ser, que esté enamorada de un profesor- bromeé.

Inconscientemente, volví a tocar mi barbilla.
- No quiero tener acné aún, me asusté mucho esta mañana.- confesé en voz alta.- Después de tantos años de llamar tarta de gragreas a los mayores, me preocupaba la venganza que puedo recibir.- sonreí, tranquilo de que por lo menos por un tiempo, seguía inmune a este mal.

Miré al muchacho y sonreí ·Listo· Le dije una vez que ya había terminado de aplicarle aquella crema tan pegajosa. Sonreí al ver como se tocaba la zona en la cual tenía la crema y rodé los ojos con diversión, todos los chiquillos hacían eso, no sabía el motivo, pero lo hacían, al menos Ainara, mi hija, siempre que se hacía una herida o algo por el estilo, llevaba sus manos donde le había aplicado la crema para curarle, suspiré dejando esos pensamientos a un lado, no podía ponerme ahora a pensar en Ainara, se suponía que estaba trabajando.
Escuché todo lo que el muchacho me contaba y sonreí de lado al escuchar lo que decía sobre estar enamorada de un profesor. Suspiré y negué con la cabeza, sentándome a su lado ·No estoy enamorada de nadie del castillo. Hay alguien importante que me ata a este lugar, pero no es ningún hombre· Le comenté mirándole, la verdad es que no sabía por qué le contaba esto a un crío que acababa de conocer, pero supongo que me inspiraba confianza y además, me recordaba a mi hija.
Solté una risilla al ver como volvía a tocarse la barbilla y al escuchar lo que el chico decía. Rodé los ojos con diversión y negué con la cabeza ·Tranquilo, aún eres demasiado joven para ello· Le dije mirándole sin borrar la sonrisa de mis labios ·Aún te quedan unos cuantos años para disfrutar de tu suave piel· Añadí divertida

Ella dijo algo sobre que todavía podía disfrutar de mi piel varios años, pero apenas si la escuche. ¿Algo importante que la retenía en Hogwarts? Entonces estudié otra vez a la enfermera, y caí en la cuenta del por qué estaba en el colegio. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Su cara, su apariencia, todo la delataba como… ¡una auror infiltrada! Ciertamente no era lo contrario porque había sido simpática. ¡Por las medias más rotas de Merlín! Estaba en compañía de una espía del Ministerio. Era como para agarrarse de la cabeza y gritar.

- ¡Estás de infaltrada!- dije con una amplia sonrisa que marcaba los hoyuelos de mis mejillas.- ¡Wooow!

No me lo podía creer. Me encontré sumergido en una historia de intrigas y misterio, con aurores, estudiantes sospechosos de terrorismo, y yo, pequeño pero sabedor del secreto.

- Yo también quiero ser espía. Bueno, no, en realidad, primero quiero ser mochilero, cuando egrese. Recorreré el mundo entero. Luego seré dragonolista, y adoptaré uno o dos dragones. Con ellos viajaré como rompedor de maldiciones. Después, me quedaré en Inglaterra como Auror. Y cuando me retire, me quedaré a vivir con Rompeviento.- bajé la voz, para aclarar:- mi Colacuerno.

Dirigí una mirada soñadora por la ventana de la enfermería, mirando el cielo con una sonrisa.

- Pobre y olvidado, como todo gran héroe- suspiré. Me volví hacía ella:- ¿Me dejará estar dentro de su brigada, verdad?

Le miré con los ojos abiertos como platos al escuchar lo primero que dijo y solté una leve risilla al mismo tiempo que negaba con la cabeza levemente. Antes de que pudiera abrir la boca y poder explicarle que lo que estaba diciendo no era cierto, él comenzó a hablar y a contarme de lo que quería ser en un futuro. Una amplia sonrisa se dibujó en mis labios sin ni si quiera darme cuenta. Aquel chico me recordaba mucho Ainara y me hacía pensar en si ella tendría los mismo sueños o algunos parecidos. Me quedé perdida en aquellos pensamientos unos instantes, más de los que yo pensaba, hasta que de repente reaccioné, dándome cuenta de que el muchacho había parado de hablar, no sabía cuando tiempo llevaría callado, solo sabía que debía de hablar con Ainara y decirle toda la verdad, aquel chico me había hecho ver la luz, no sabía el porqué, pero tras la pequeña charla que estaba teniendo con aquel muchacho sentía que debía de decirle toda la verdad a la pequeña.
Reí ante las dos últimas preguntas que me había hecho el niño y negué con la cabeza ·No, no te dejaré formar parte de mi brigada, porque no pertenezco a ninguna· Contesté con diversión ·Yo simplemente estoy aquí por mi hi... por mi hermana· Rectifiqué en el último momento, casi meto la pata ·Ella es chiquita y tengo que cuidar de ella y esta es la única forma de estar a su lado, cerca de ella· Le expliqué mirándole

Mi historia se fue por los suelos. Después de unos minutos de incómodo silencio en que la enfermera solo se quedó mirándome, me sacó de mi error. Un feliz y encantador error, pero equivocación al fin.

- Oh, bueno…- me prendí de lo último como una última esperanza-Proteger a tu hermana… ¿no serán hijas de algún ministro? Ya sé, un empresario importantísimo. Un famoso. Un político.- divagué unos segundos.

Luego toqué tierra otra vez. Me dijo que su hermana era pequeña, tanto que necesitaba cuidado. ¿Qué haría una bebé en el colegio? Me senté en la camilla opuesta a la que estaba sentada, para quedar de frente hablando con ella.

- Pues, no deberías dejar que venga siendo solo una bebé, no soy quien para aconsejar sobre la educación de los más pequeños- no, no lo era- pero quizás deberías dejar que se quede en casa, hasta que tenga edad de poder estar sola.- le sonreí comprensivamente- Entiendo lo que te pasa, mi hermana es como una mamá gallina.- entonces volví al punto inicial- Y si eres hija de un multimillonario, la verdad es que no deberían exponerse así.- le aconsejé.

Reí nuevamente al escuchar lo primero que decía el chico y una vez más, antes de que pudiera decirle una sola palabra, él comenzaba a hablar montándose su propia historia en la cabeza. La verdad es que me hacía mucha gracia, era un chico muy fantasioso y con mucha imaginación, la verdad es que a veces envidiaba esa capacidad que tenían los niños de imaginar cosas y pensar que todo iba a salir bien o que todo era color de rosas. Lo cierto es que me gustaría volver a la infancia, pero no a mi infancia, pues había sido la etapa más dura de todo mi vida, en realidad, la infancia para mí no había existido, había tenido que aprender a madurar muy pronto y había crecido de golpe. Sonreí de lado al escuchar lo del bebé y negué con la cabeza mirando al moreno ·No es ningún bebé. Ainara tiene 12 años y estudia aquí· Le expliqué sin borrar la sonrisa de mis labios, para después negar con la cabeza ·Tampoco soy.... somos hijas de ningún multimillonario. Es cierto que no nos falta el dinero, pero tampoco nos sobra· Contesté mirándole. Una vez más casi meto la para, pero casi siempre sabía rectificar a tiempo, o eso era lo que yo pensaba, esperaba que aquel muchacho no se hubiera dado cuenta de mis pequeños errores

-¿Doce?- repetí sorprendido. Negué con la cabeza:- Ustedes las hermanas mayores, todas gallinas madres. Yo tengo once años, y te digo: ¡Está en edad de crecer!- dije.

Si yo había considero que a veces Margaret era asfixiante sobreprotectora, no quería imaginar cómo se sentiría esa niña que tenía a su hermana a solo unos pasados. Por cierto que yo nunca permitiría que Molly viniera al colegio como enferma, era… bueno, vergonzoso. Todos los otros niños aprendiendo a vivir solos en un internado, relacionándose los unos con los otros, y uno, en cambio, todavía pegado a las faldas de un familiar.

- No debes preocuparte tanto, confío ciegamente en la seguridad del colegio. Tu hermana debe sentirse muy…- ¿cuál era la palabra?- Tenerte aquí puede impedir que se relacione abiertamente con sus compañeros.- le expliqué, mirándola fijo para que entendiera mis palabras y uniendo los puños frente a mi mentón. Asentí varias veces, para que se diera cuenta que hablaba en serio. Como tampoco quería que se sintiera criticada, agregué:- Aunque, supongo que a su manera, es un gesto tierno. Se nota que quieres mucho a… ¿Cómo me dijiste que se llamaba?... ¿Aitana?. Ah, por cierto, me llamo Ethan…

Otro estudiante entró en la enfermería, y como caía en la cuenta que estaba acaparando a la única enfermera, me puse de pie para retirarme.
- Bueno, creo que debo irme a buscar algo productivo que hacer… te veo luego- le sonreí. Me despedí agitando la mano, y me fui planeando alguna otra broma por hacer ese día. Quizás algo que incluyera grageas de moco… quizás en vasos de jugo de calabaza…

[OFF: Me voy de viaje, así que me voy para dar espacio a que venga otro en este mismo rol abierto. Pasaré a visitarte en la enfermería a mi vuelta ]