Conocer personas siempre es bueno - Jean -

El francés se encontraba en el Gran Comedor, sentado justo a la mitad de su mesa. Sus manos iban y venían de las charolas doradas repletas de comida. El plato que tenía delante de él estaba lleno ya de costillas, faisán y salsa de arándanos. A un lado de su plato estaba un vaso de cristal con acabados en dorado que estaba casi hasta el tope de jugo de calabaza. Jean se había tenido que acostumbrar a la comida inglesa, lo que había sido algo difícil al principio, tanto que tenía que bajar hasta las cocinas para pedirle a los elfos que le hicieran algo de comida francesa. Hubiera seguido con ello, pero los elfos ingleses no preparaban de igual manera la comida, tenían ese sazón de Inglaterra, por lo que al final terminó por comer lo mismo que todos los demás.

Pasó quizás media hora cuando terminó por fin lo que se havía servido, se limpió los labios con la servilleta blanca y terminando todo su jugo se levantó de ahí. Cuando caminaba hacia la salida del comedor, metió su mano derecha en uno de los bolsillos de sut túnica, sacando goma de mascar sabor menta; le quitó la envoltura y antes de metérsela en la boca, la olió, sintiendo la potencia del sabor. Le gustaba comprar en Honeydukes ese tipo de gomar de mascar, pues el sabor duraba por horas, además de que el sabor de la menta después de comer era relajante para él.

Llegó al Hall del colegio que se encontraba vacío, se detuvo unos intantes y se agachó para amarrar los cordones de su zapato izquierdo. Mientras lo hacía escuchaba como unos pasos venían bajando desde las escaleras, no le interesaba en saber quien era por lo que no levantó la cabeza para ver. Terminó de anudar los cordones y después limpió una pequeña mancha grís que tenía por la punta, aunque de nada servía pues simpre se ensuciaban cuando se metía en problemas.

Cuando se puso de pie apenas avanzó un par de pasos cuando chocó contra alguien de cabello rojo. –Fíjate– le dijo Jean a la chica. Jean por el golpe había escupido su goma de mascar y que ahora estaba en el suelo. Frunció un poco el ceño y estuvo a punto de levantarla para echársela de nuevo en la boca pero, no lo hizo. Miró a la chica a los ojos y se dio cuenta de que era demasiado atractiva, así que cambió su actitud por una más galante. –Descuida– dijo –En realidad fue mi culpa por estar distraído– le guiñó un ojo a ella que ya no tenía la mirada en el suelo.