Cantar, bailar, embriagarse... ¿algo bueno tiene que salir, no? {Moll's}

No volvería a Hogwarts hasta que fuese bastante tarde, estaba decidido. No solía romper ese tipo de reglas, esas de no volver hasta cerca de la medianoche al castillo y recibir algún tipo de castigo por eso, en realidad tendía a ser sancionada por travesuras como bombas fétidas, los viejos turrones sangranarices, y otros tipos de chascos de sus queridos tíos. Pero no, esa noche sería diferente. No es que intentara hacerse la rebelde ni mucho menos - ella no era así -, era sólo que la noche era hermosa, aún con el frío que helaba hasta las pestañas, y sentía que debía disfrutarla. Allie ya habría vuelto a Hogwarts, al igual que la mayoría de sus compañeros, y si bien no le agradaba la idea de volver sola y aun más de noche, no se había puesto a pensar en eso a la hora de pasear por la calles del pueblo con una sonrisa de punta a punta dibujada en el rostro. Era tarde, sí. Había revisado muchísimos negocios pero sólo había sido de vista, no había comprado nada en particular; tenía una lista en su habitación del colegio con todas las cosas que debía comprarse: pergaminos, plumas, tinteros, entre muchas otras que no involucraban a lo académico; pero se había olvidado dicha lista, por lo que volvería a comprar por la mañana siguiente mientras que ese día se había regocijado en tiempo para ella misma y sus asuntos personales.

Caminaba por una calle apenas transitada, que al llegar a la esquina un par de personas se amontaban en la puerta. El cartel sobre la misma rezaba el nombre de un cantobar, y salía una música horrenda de adentro. Parecía que alguien estaba aullando, pero Molls no pudo evitar reírse en vez de burlarlos u otra cosa. Caminó serena hacia allí, dedicándose a observar la entrada y la gente que estaba dentro sentada, algunos comiendo, la mayoría bebiendo. Se distrajo con unos hombres de bastante masa corporal que se reían animadamente mientras bebían cerveza de mantequilla, y sonrió pues se le contagiaban las emociones fuertes y notorias de los demás. Una canción comenzó a sonar pero se repitió el inicio, como si se hubiesen equivocado. Una vez retomada, la voz masculina de un hombre la acompañó de forma melodiosa y grave, casi arrastrando las palabras al cantar pero sin desafinar ni mucho menos. Intentó ver quién era el dueño de esa voz, pero desde su lugar junto a la puerta no se podía debido que la vidriera estaba tapada con un cartel de costos y bebidas hacia el lugar donde suponía ella estaba el escenario. Se movió un poco y no lo consiguió, y decidió entrar porque la curiosidad le era embriagadora. Se acomodó su pañuelo negro en el cuello e hizo lo mismo con su chaqueta oscura - ese día se había arreglado quizás más de lo normal, inconcientemente claro - y entró.

Jealousy turning saints into the sea ... conocía esa canción, esa frase le hacía recordarla pero no podía visualizar la letra ni los acordes con claridad. Entró y una ráfaga de viento del exterior le sacudió el cabello y el mismo pañuelo, pero ella sólo se sonrió apenas por el gesto de la brisa. Observó al cantante justo en el segundo en que él intentaba quitar el micrófono de su soporte y se dijo a sí misma que se sentaría cerca para escuchar al joven que cantaba tan bien a su parecer. Se sentó en una mesa cuadrada para dos, cruzando sus piernas por debajo de la madera y recargando un codo en la misma mesa, mientras su mentón yacía sobre su puño cerrado. Sonrió al moreno cuando se bajó del escenario y cantó a la audiencia, que se basaba en un par de borrachos, aunque sólo cuando éste terminó su canción comprendió que toda esa audiencia había sido ella sola desde que se había sentado. Carraspeó y se quitó el pañuelo y la chaqueta, allí dentro el ambiente estaba más caldeado. Colocó su chaqueta sobre la silla y se dedicó a aplaudir, sin dejar de sonreír encandilada, al moreno que había cantado. Le era familiar, aunque no era de extrañarse de ello. Acomodó su flequillo recto - ya lo había dicho, ese día estaba extrañamente coqueta - y su camisa de mangas largas color blanca, con algunos volados en el escote con botones, cerrados hasta arriba del cuello. Podría estar algo así como coqueta, pero atrevida - sí, era tan ingenua que desprenderse un sólo botón de su camisa le sonaba así - jamás. Cruzó miradas con los ojos oscuros del cantante, y le sonrió, alegre.

Estaba en sus planes observar un poco el lugar antes de ir a pedir algo a la barra o mismo esperar que alguien le preguntara por su pedido; el problema era que rara vez entraba a un cantobar y mucho menos a esas horas donde lo único que los dependientes querían vender era alcohol. Molly no tomaba, ni siquiera en las fiestas de fin de año. No sabía hacerlo y ante el más mínimo vaso de la bebida menos intensa, ella ya se desinhibía y daba a conocer a una Wealey que no formaba parte de su sangre en lo absoluto. La música comenzó a ser más movida y algunas pocas personas se levantaron a bailar en la pequeña pista improvisada, era un grupo mixto pero de las mismas edades. Suspiró observando divertida esos bailes extraños y casi cómicos, cuando una voz que había escuchado diferente antes llegó a sus oídos.

Giró el rostro, abriendo un poco más los párpados por la sorpresa. El moreno que cantaba, preguntaba si su asiento estaba ocupado, aunque ella sabía que había otras mesas libres, pero por lo menos él rebosaba simpatía. - No, no lo está. Siéntate - aclaró y pidió educadamente, ahora la mataba la ansiedad de saber de ese chico. Vio sus dos tragos y frunció el ceño, o tomaría mucho, o se equivocaba con ella. - Veo que tienes sed... comotellames - bromeó con diversión observando sus bebidas y luego a él, no quería hacerlo sentir mal pero ella no tomaba y era un peligro si lo hacía; prefería dejar en claro eso y que devolviese la bebida o se la tomara él. - Me llamo Molly - se presentó con una sonrisa, extendiendo su mano por sobre la mesa con el cuello apenas ladeado y los ojos entrecerrados, dulce.

La música en el lugar era agradable y llena de júbilo, los dependientes trabajaban en la barra y con la sección de música, todo bastante prolijo y adecuado. No sabía cómo no había visitado ese lugar antes, si bien no estaba en la calle principal del pueblo, estaba a la vuelta de una esquina de la misma. Tenía suerte, era por recorrer que se encontraba con sitios así. Unos reflectores de luces diferentes colgaban de vigas elegantes en el techo; el cantobar no tenía un estilo rústico ni mucho menos, era bastante moderno y el color morado predominaba en las paredes y objetos, junto el negro y el blanco. ¿Cómo... Genial, ya ni recordaba el nombre del local.

Sonrió alegre, escuchando su presentación. Le agradaba su nombre, había tenido un amigo cuando era más pequeña que se llamaba así, era su vecino por un par de casas. Asintió, también a ella le gustaba conocer ese nuevo lugar que tan bonito y divertido le parecía, aunque fuese sólo la primera vez que lo visitaba y quizás las apariencias engañaban - ¿cuánto engaño podría haber en aquello? Que tontería... -. La forma en la que él se refería al pub como si fuese muy familiar le hizo cuestionarse si él trabajaba allí o si, quizás, fuese hijo de los dueños. O tal vez fuese sólo un cliente muy allegado. Uno nunca sabía, pero su curiosidad e impulsividad siempre ganaban.

- También es un placer conocerte, y conocer este lugar. - dijo observando a sus lados como, en una mesa, los mismos hombres que antes se reían desaforadamente ahora cantaban en su sitio, sin olvidar la risa que les dificultaba el canto. Se rió divertida, la escena daba mucha gracia y no de una forma burlesca. Volvió al moreno, ladeando apenas el cuello mientras lo miraba - Digamos que nunca había recorrido esta calle... y tú, ¿trabajas aquí, Jake? - le preguntó como dato, por mero fisgoneo sano.

Parpadeó dos o tres veces cuando su acompañante dejó aquella bebida frente a sus ojos y le comentó, tras un gesto muy amable, habérsela comprado. Demonios. - Eemh.. - carraspeó, moviendo un poco sus manos sobre su regazo, pero invisibles debido a que estaban bajo la superficie de la mesa. - A decir verdad yo no tomo, pero... - Él había sido muy gentil, no podía rechazarlo, se sentiría demasiado descortés de hacerlo. - Ya, muchísimas gracias Jake - le sonrió y estiró apenas su mano para tomar el vaso. Sólo rogaba que no fuera una bebida muy fuerte o estaba frita, además, aún debía volver a Hogwarts y en el pueblo la oscuridad ya había caído. Dio su primer sorbo, mojándose los labios primero y luego tragó un poco, cerrando los párpados mientras degustaba su sabor. Sintió calor en su garganta, acompañado del sabor delicioso de la naranja y el limón. Separó la bebida de sus labios, un poco atónita, y le sonrió al moreno. - Está deliciosa, que lindo eres - comentó entrecerrando apenas los párpados con dulzura y sinceridad, Molly apenas conocía de lo que era vergüenza y no solía guardarse comentarios. Menos lo haría en minutos próximos, cuando el tequila llegara a su sangre.

Ahora no sólo cantaban esos dos hombres corpulentos, sino que se les habían unido el grupo que por un momento había bailado en la pista, aquel de mixtos géneros pero no tanta diferencia de edades. Molly quería acompañar a Jake con sus movimientos más resueltos, pero le faltaba sólo un poquito más de frescura para soltarse en un lugar desconocido. Porque sí, la pelirroja podía ser bastante impulsiva y desvergonzada, pero tenía sus límites... a veces. Rió fresca, desinhibida a primer instancia, algunos hasta aplaudían desde sus asientos y cantaban la letra de la canción, que por desgracia ella no conocía. Negó con la cabeza, cesando sus leves carcajadas para escucharlo a él en medio de la música.

Enarcó sus cejas, sorprendida, pocas personas ayudaban en la administración de bares y pub's sin pedir dinero a cambio, le parecía sumamente benévolo. ¿Era su idea o estaba viendo todos los puntos buenos del moreno? Demonios, no estaba bien que hiciera eso con las personas, porque cuando pasaba algo jamás podía ver sus actos dudosos de bondad o sus intenciones indebidas, las buenas apariencias con las que juzgaba la cegaban a la hora de actuar. Pero ya, aquel joven no podía ser así, claro que no. Seguro estaba haciéndose la cabeza como siempre. Quiso comentarle su opinión al respecto, pero no pudo más que dedicarle una sonrisa de sorpresa y admiración porque él había comenzado a hablar de otro tema que le interesaba y fascinaba mucho más.

- ¿Tocas la guitarra? - le preguntó azorada, con la vista enajenada en la guitarra en una esquina del escenario. Cada oración que salía de los labios de Jake la asombraba y conmovía más. ¡Él era un ídolo! Claro que lo entendía, lo entendía como a nadie. Molls no trabajaba de su música, ella lo hacía porque amaba cantar y tocar la guitarra, amaba ser canta-autora desde sus trece años, y aún más amaba esa filosofía de su vida que tenía bien en clara para el futuro. Molly Weasley sería una conocida cantante mágica, desde siempre lo había sabido. - También yo canto y toco la guitarra, por pasión como tú dices. Es algo que me llena, desde que soy pequeña - le dijo con una sonrisa amplia y los ojos brillando. Hablar de música era sagrado.

Sintió curiosidad por ese amigo suyo que cantaba con él, le sonrió ante el comentario y lo dejó pasar, debido a que otro tema acataba la conversación. Dio otro trago a su bebida, esta vez más largo y con menos calor en su garganta. Aquella bebida azul era realmente deliciosa, no iba a hacerle ningún daño. O eso esperaba. Sonrió de lado, apenas, mientras llevaba una mano a su mejilla y se acariciaba apenas allí tras su comentario, con la vista fija en la mesa. Sentía el calor en su rostro, significado de que estaría ruborizada como una niña pequeña y tonta. ¿Cuándo crecería? Jake se equivocaba, más allá de sus familiares más cercanos, y de Allie, quien vivía para decirle que era hermosa y una dulzura de persona, los muchachos no le decían que era bonita. En el último tiempo algunos de sus amigos se habían revelado, pero no quería prestar atención a esa clase de pensamientos esa noche. - Mu... muchas gracias. Y estas equivocado, has sido muy dulce - Lo repetía, ¿cómo de la nada aparecía un muchacho tan agradable y atento? Le sonrió, el DJ estaba incitando a la gente a subir al escenario a cantar, pero todos parecían sentir un poco de timidez ante lo que algo tan exorbitante como un escenario, por más pequeño o grande que fuese, significaba. Observó la soledad del mismo, y luego a Jake, aún con las mejillas rosadas y medio vaso de blue margarita, que no comprendía cómo ya estaba así de vacío.