1° Clase de Pociones

Caminaba con paso firme por el hall del castillo, moviendome con agilidad entre la oleada de estudiantes que salían del gran Comedor, después del almuerzo. Avanzaba con seguridad, como si supiera perfectamente a dónde iba, aunque solo tenía una ligera idea de dónde estaba el Aula de Pociones. Pero no tenía intención alguna de pasar la bochornosa verguenza de preguntar y parecer una turista.
Comencé a bajar las escaleras que, según creía, conducían a las mazmorras. Agarré con una mano mi bolsa, mientras con la otra rozaba la húmeda pared de piedra pulida, para que con el trote de mis pasos no se rompiera ninguno de los botecitos de cristal en los que guardaba la tinta y algunos ingredientes.

Una vez en las catacumbas del castillo, miré a mi alrededor. La tenue luz de las antorchas le otrorgaba al pasillo un cierto aire siniestro. A lo lejos se oían los rápidos pasos de álgun roedor, junto con el rítmico eco de una gotera. me recorrió un excalofrio, pues ahí abajo la temperatura caía en picado, y reanudé mi marcha. Ví a una alumna de, más o menos, mi edad atravesar una robusta puerta de madera, y me decidí a seguirla. Efectivamente, aquella era la clase de pociones, como indicaban los calderos encendidos y el intenso olor a hierbas.

-Buenas tardes.-saludé, educadamente, desde la puerta.

Satisfecha, me adentré en la sala y ocupé un pupitre hacia la mitad del aula. Dejé mi cartera sobre la mesa y extraje de ella un pergamino, la pluma y el tintero -aun sin saber si los necesitaría- y dejé la bolsa en el suelo. Me seté en la silla, y solo entonces miré a mi alrededor. Hacía más calor que en el pasillo, pero aun así el ambiente era fresco. las antorchas iluminaban la estancia, pero mantenía el aire tétrico y siniestro del pasillo. Me fijé en la pizarra, y leí las indicaciones sobre la poción del día, al igual que el nombre de la profesora. A esto último no le presté mucha atención, pues al ser nueva no conocía a los maestros de Hogwarts.

Por casualidad, en mi análisis del aula, mis ojos se cruzaron con los de la profesora. Extrañamente, su rostro me resultó familiar, me sonaba de Beauxbatons.

Para mi ya era costumbre no comer o comer muy poco para las clases de las tardes, el primer motivo era el efecto de la comida sobre el cuerpo, después de una ingesta de comida la sangre servia para hacer el proceso normal del cuerpo y esto requería de esfuerzo, le quitaba gran parte del flujo al cerebro y por ende venia el letargo tan característico de muchos alumnos por la tardes. Para mi algunas clases no podían perderse de minutos, una de ellas era pociones, historia de la magia y transformaciones. De ahí que jamás me excediera en las comidas, prefería comer algo rico en azucares y en baja porción, fácil de digerir que un plato de un excelente carbohidrato… como pasta. Ese día no había sido muy diferente mi almuerzo constaba de una manzana verde, acida y jugosa junto a un vaso de zumo de calabaza, una rebanada de pan y listo, de vuelta a mi rutina. Me gustaba salir del comedor antes de que los alumnos comenzaban a movilizarse y me quedaba con la vista en algún apunte o libro mientras esperaba a ir a las clases.

Pociones se impartiría ahora, me hacia ilusiones con esa clase, desde niña los frascos, tubos de ensayos, pinzas y calderos… los humos y olores fuertes saliendo del laboratorio de mi padre, si eran buenos recuerdos, más a medida que crecía… me convertí en su ayudante tomando notas de las medias, tiempo e ingredientes mientras él hacia sus experimentos. Iba como siempre, con el cabello recogido, y el flequillo hacia la izquierda tomado con un pinché de mariposa, las cabellos sobre los ojos eran lindos pero nada útiles a la hora de hacer pociones, solo estorbaban.

Mis pasos iban despacio por el tan conocido camino, no tenía apuro ya que iba a una hora prudente, pasaron delante de mi unas chicas de otros colegios, supuse que iban a las clases pero yo mantuve mi pasividad. Una ves que llegue a las mazmorras me sonreí… me gustaba. En la entrada estaba la nueva profesora… su tunica era elegante y muy hermosa, se le veía muy bien… a pesar de que no me gustan las túnicas. Le dedique una mirada al pasar a su lado.

- buenas tardes profesora…-

El correspondiente saludo de cortesía que todos los alumnos tenían hacia sus profesores. Me gustaba sentarme a la derecha así que me dirigía hacia allá, las otras chicas que me pasaron estaba ya dentro y solo sonreí dejando mi bolso a un lado, mi pequeña libreta siempre iba en los bolsillos de la tunica junto a la pluma especial que usaba.

Off: Espero un poco más de quórum para proseguir. Daré algo más de plazo.

Era la segunda semana de octubre y ya estaba atareado. Freddy no sabía a que clases ir, sólo recorría el castillo y la primera puerta abierta de algún aula era la señal de "Aquí hay una clase", con esto Freddy podía mantenerse estudiando por ahora. Ésta vez despúes de comer fue a las mazmorras, ¿qué sería del aula de pociones? Una de sus asignaturas favoritas podría tener lugar ahora. Bajó las escaleras de las mazmorras y se dirigió al aula, traía dos mochilas con los libros de todas las asignaturas, casi sudando y cansado entró corriendo al aula dejó sus bolsos en el primer asiento que vió, en la primera fila adelante y se sentó.
-Buenas a todos -saludó respirando fuerte y rápidamente-. Disculpen la demora... -Dió un largo suspiro y se sentó algo incómodo.
Miró el lugar, era un lugar frío con unas antorchas en las paredes con un fuego bajo que ni uliminaba ni calentaba mucho, miró a sus compañeros, hasta ahora sólo chicas, una de Ravenclaw, otra de Beauxbatons y una de Durmstrang. Miró al frente y vió una pizarra. "Felix Felicis", pensó mirando la pizarra. El nombre de la profesora, Auxanne Defray, "Debe ser francesa". Aún Freddy no sabía bien esto de las visitas de las otras escuelas y sus profesores. Esperó un rato a sus compañeros mientras se acomodaba y sacaba su varita, su libro, su pluma, tintero y un pergamino.

"Girar a la derecha y después a la izquierda, seguir recto y tras pasar cuatro antorchas bajar las escaleras y volver girar a la izquierda". Eso había hecho siguiendo una de sus anotaciones del año pasado para llegar al aula de Pociones desde el Gran Comedor y lo había conseguido, no se había perdido.
Apenas había desayunado esa mañana y la comida que había terminado hace pocos minutos amenazaba con hacerla vomitar tras la carrera que había hecho para llegar a tiempo. A pesar de ello ya había alumnos en la clase, pocos y con aspecto de tener más años que la pobre Chloé.
-Buenas tardes-Chloé recorrió la clase con la mirada e inspiró con fuerza, el año pasado le había costado bastante esa asignatura y no pensaba dejar que este año pasara lo mismo. Centró sus ojos marrones en la profesora, Auxane Defray, su primera impresión fue bastante abrumadora: era elegante y sofisticada, llevaba una preciosa túnica oscura y el pelo recogido elegantemente, le dió la sensación de que sería bastante severa, estricta y exigente. Lo último lo dedujo por la poción a trabajar en esa clase: Felix Felicis o suerte líquida, de las más complicadas de elaborar y con efectos desastrosos al mínimo fallo.
Chloé se sentó finalmente en la segunda fila de pupitres en frente de la pizarra y tras hacerse un moño improvisado comenzó a sacar las cosas: su libro de Pociones con refuerzos en la cubierta y en las hojas para que no pasara lo del año pasado, una pluma negra y dos frasquitos de tinta, el negro para tomar notas y el verde hierba para subrayar, resaltar o poner los títulos de los apuntes.
Una vez colocado todo se dispuso a esperar por el inicio de la clase.

Las clases de pociones me daban miedo. Nunca había asistido a una, pero si bien mi hermana disfrutaba de preparar pociones a mí me asustaba los resultados que podía llegar a obtener. Solo podía imaginarme produciendo veneno.
Me sentí más intimidado cuando vi el gran número de alumnos de cursos superiores, siendo el único pequeño en llegar a clases. Dude entre sentarme cerca de una Ravenclaw o una Hufflepuff, opté por la segunda porque aunque esa Casa no tenían reputación de mentes brillantes, si de colaborados. Seguro que esa chica podía ayudarme con toda amabilidad.
- Buenas tardes, profesora- saludé al pasar a su lado.
Me ubiqué donde tenía pensando, imitando a la chica al sacar mi libro de pociones, un pergamino limpio y la pluma en el tintero. Miré entonces la pizarra donde la profesora había escrito su nombre, también el nombre de la poción que íbamos a hacer y los ingredientes que llevaba. Tragué saliva. Pasé luego mi mirada por los otros alumnos presentes. Lo que me vendría...